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EL LABERINTO MARITIMO
Por
Hernán Maldonado
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Esta es la saga de la decisión de 1997 de Washington de descongelar la venta
de armas a la región, que duró 21 años, dado que la Casa Blanca estima que
las democracias han sentado sus reales en todos los países, que estos
necesitan modernizar sus fuerzas armadas, y que no hay peligro de una carrera
armamentista.
De todos modos es sugestivo que Cohen primero haya visitado Brasil y
Argentina. Andrés Oppenheimer, en su columna de The Miami Herald este lunes,
sugirió que Cohen habría recibido seguridades del gobierno de Buenos Aires de
no hacer mayor cuestión a las adquisiciones chilenas, siempre que no se trate
de los F-18 o los Mirage 21.
Las compras chilenas se inscriben en su plan de 1,500 millones de dólares
para equipar con "juguetes nuevos" sus fuerzas armadas y que viene gestándose
desde hace mucho tiempo. ¿De dónde sacan sus milicos semejante cantidad de
dinero? Del porcentaje de la explotación del cobre que por ley se asigna a su
presupuesto.
Y ¿contra quién se arman los chilenos? En verdad nadie los amenaza, pero como
tienen la conciencia negra, siempre viven a salto de mata. Por eso también
sembraron de 500,000 minas antipersonales (y se niegan a retirarlas violando
la Convención de Ottawa) sus fronteras con Perú, Bolivia y Argentina.
El Caso del Beagle ha quedado muy atrás y de alguna manera podría decirse lo
mismo en relación al diferendo sobre los hielos continentales con Argentina.
Con Perú, el sábado pasado, los cancilleres de los dos países suscribieron el
Acta de Ejecución del Tratado de 1929, con lo que virtualmente se sella el
armisticio peruano-chileno emergente de la Guerra del Pacífico, que a
nosotros nos costó la pérdida del Litoral.
Obviamente nosotros no somos una amenaza para Chile. La desproporción entre
el poderio de ambas fuerzas armadas es colosal. Siempre lo ha sido. Por eso
lanzó su bravuconada el general Augusto Pinochet de que nuestro país, "como
objetivo militar, es cuestión de 15 minutos".
Sumado a ese poderio militar, los chilenos son de los pocos países que
pueden enorgullecerse de contar con un servicio diplomático de carrera y de
primer nivel.
Bolivia carece de ello. Nuestros representantes son los amigotes, familiares,
tirasacos, capangas y chupamedias de los gobernantes de turno. Por eso es que
se dan casos de "embajadores" demandados por no pagar alquileres, corruptos
disfrazados de diplomáticos, pendencieros, borrachines e incapaces, etc.
Y si creen que exagero les invito a pasearse por ese excelente trabajo de
investigación realizado hace no menos de un mes por el diario Los Tiempos de
Cochabamba sobre la composición de nuestras embajadas y consulados en el
mundo.
Cuando asumió el cargo el actual comandante de las Fuerzas Armadas, almirante
Jorge Zabala Ossio, prometió que en el lapso de seis meses entregaría al
país un plan para que Bolivia se reintegre al mar. ¡Ha pasado un año...!
Y no es que no se necesite el plan, sino que la idea provino de una fuente
que no es la apropiada. ¿O acaso al canciller se le ocurriría decir que él y
sus subalternos pasarán por los cuarteles para enseñar a marchar?
Al comienzo del actual gobierno se empezó a hablar fuerte a Chile, pero sin
tener de por medio una política marítima establecida, sólida. Una estrategia
coherente, firme, única. El griterio insulso fue acallándose paulatinamente.
Es más, como prueba de esta afirmación, tenemos que este lunes, en entrevista
de Prensa Latina en La Habana al presidente Hugo Banzer (ver La Razón), éste
admitió que con Chile hay que hablar "en el lenguaje más constructivo y con
ánimo conciliador e integracionista".
Y no solamente hay cambios de postura cada vez que hay un nuevo gobierno,
sino que hay deficiente conocimiento. El mismo lunes en La Razón, el
presidente de la Comisión de Relaciones Internacionales de la Cámara de
Diputados, Carlos Quiroga, al referirse a la firma del Acta de Ejecución
peruano-chilena, dijo: "Con el arreglo... el único tema pendiente en América
Latina es el tema marítimo boliviano y las relaciones con Chile".
Este caballero, por su alta investidura debería saber que el problema no es
el "único" en América Latina, así evitaría irritar a amigos de nuestra causa
marítima, como Venezuela, que tiene pendientes el problema del Esequibo con
Guyana y el diferendo sobre la Plataforma Marítima en el Lago de Coquivacoa,
con Colombia.
Volviendo al acuerdo peruano-chileno habrá que considerar que lo más
positivo, de parte nuestra, es que nos hayamos callado a ese frustrado
levantamiento del "pueblo aymara" reclamando sus derechos a ese vasto
territorio objeto del acuerdo y al que le pone ventilador (con no poca ayuda
de personas y organismos europeos de buena fe) esa corriente aglutinada en el
denominativo de los Pueblo Originarios, que busca concientizar a nuestros
indígenas desde las selvas de Chiapas, hasta la Tierra del Fuego, sobre sus
derechos pasados, presentes y futuros.
Más significativo nuestro silencio, teniendo en cuenta que la tempestuosa
huelga cuyo epicentro fue Tacna, con ramificaciones en Ilo, Moquegua y Arica,
fue promovida por líderes que reclaman soberanía del "territorio ancestral"
para "el pueblo aymara chileno-peruano-boliviano", a cuyos gobiernos acusan
de haberlos dividido con la guerra de 1879.
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