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LA PRENSA SENSACIONALISTA
Por
Hernán Maldonado
Desde entonces muchos de nuestros políticos se han convertido en hábiles
discípulos del alemán y algunos empresarios han hallado una veta
aparentemente inagotable con la explotación de la mentira, en la manipulación
de la verdad, en la llamada prensa amarillista o simplemente sensacionalista.
Pareciera que cuanto más mentiras, más venta.
La semana pasada la poderosa American Media, editora de una media docena de
tabloides amarillistas, entre ellos National Enquirer, Star y Weekly World
News, adquirió a su competidora más importante en Estados Unidos, Globe
Communication, editora de Globe, National Examiner y Sun, por 105 millones de
dólares.
"Nos hacemos cargo ahora de la publicación de los semanarios más destacados y
confiamos en que nuestros ingresos superarán los 400 millones" el 2000,
anunció optimista el presidente de American Media, David J. Pecker.
Con excepción del caso O.J. Simpson, cuando estos semanarios estaban siempre
muy delante en las investigaciones, incluso de la fiscalia, la regla ha sido
lucrar de la mentira y las medias verdades, especialmente tratándose de la
crónica roja y la farándula.
Tras resolverse el caso Simpson, la prensa amarillista perdió considerable
terreno y mucho más tras la muerte de la Princesa Diana, cuando se atribuyó
el accidente al afán de la joven mujer y su acompañante de huir de la prensa
morbosa.
Sea como sea, las estadísticas demostraron que Nacional Enquirer tiró
3.375.000 ejemplares en 1994 y que esa cifra cayó paulatinamente hasta
situarse en 2.202.269 este año. Lo mismo le ha estado ocurriendo a Globe, que
de 999.200 ejemplares bajó a 774.168.
¿Se estará cansando el público de esa prensa de supermercado (llamada también
así porque generalmente puede comprársela allí)?
Dificil saberlo. El tiempo lo dirá.
Pero lo que en otras partes parece estar en retirada, en Bolivia recién
comienza. Nadie puede negar la fuerza con la que han entrado al mercado
nacional dos diarios sensacionalistas. Y vanos han sido los intentos de
organismos políticos, religiosos y sociales de impedir su circulación porque
se ha puesto por delante la necesidad de defender a toda costa la libertad de
prensa.
Y como el pez grande no puede comerse al chico, como ocurre en el mercado
estadounidense, entonces los peces grandes han entrado a la competencia con
suplementos o secciones especiales supuestamente dirigidos a dar cabida a la
crónica roja, pero que en el fondo son nomás esa execrable prensa amarillista.
Hasta el conservador El Diario ha entrado en la competencia o ¿qué otra cosa
se podría decirse de su suplemento del 20 de septiembre en el que en su
portada recoge esa estupidez de la "presencia" en Bolivia del "Chupacabras"?
En toda una página describe a "esa extraña criatura, con alas y antebrazos
cortos, terminados en tres dedos como garras, una hilera de aletas o crestas
dorsales..." que "según se cree", "dicen que lo han visto", "sospechan que
mató", "los afectados explicaron"..., etc, etc.
No sé por qué me retrotraje a los años 70 cuando en Venezuela dos diarios de
la Cadena Capriles aumentaron de la noche a la mañana en un 100 por ciento su
tiraje con el cuento de la "machaca", un supuesto coleóptero que al picar a
un hombre le producía la urgencia de mantener relaciones sexuales inmediatas
so pena de morir en cuestión de horas.
Durante semanas Venezuela leyó las historias de la machaca, que por momentos
parecían reales porque había infinidad de "víctimas" ansiosas de contar
(curiosamente sólo a los periodistas de esos diarios), sus experiencias. La
machaca estuvo tan de moda que hasta la famosa orquesta de la Billos Caracas
Boys le dedicó un merengue.
Empero el andamiaje empezó a caerse cuando otros periodistas y de otros
diarios descubrieron que muchas de las "víctimas de la machaca" habían
recibido gratificaciones generosas para prestar sus nombres y fotos para
cuentos que salían de la cabeza de unos hábiles embaucadores disfrazados de
periodistas.
Venezuela se rió a mandíbula batiente con los "casos" que exponían
diariamente Ultimas Noticias y El Mundo. Pero la sociedad se enserió cuando
empezaron a proliferar casos de violacion y los sinverguenzas quisieron, sin
éxito por supuesto, contarle el cuento de la machaca a los policías.
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