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ALGO MAS QUE FABRICAR BOTES
Por
Hernán Maldonado
Cuando se abrió el ascensor directamente a una pequeña terraza del
último piso del edificio de la calle España 5-0153, en Cochabamba, me
sorprendió no encontrar centinelas que me cerraran el paso, me exigieran
documentos e indagaran que buscaba yo allí.
Llegué movido por la curiosidad de conocer personalmente al capitán de
fragata Juan Carlos Lema Prieto, comandante de la Unidad Operativa de
Servicios Transnaval, dependiente de la Fuerza Naval Boliviana. Meses antes
me había impresionado su determinación de llevar a la cárcel al cajero de la
institución, en un reportaje hecho por PAT y visto en Miami.
Luego de departir con el personal, conocer de su estoica labor, y
observar la modestia de las oficinas, casi su precariedad, me pregunté cómo
es que ese cajero tuvo riñones para cometer ese desfalco por casi 100,000
dólares.
Cuando hablé con Lema Prieto me dí cuenta que las cosas no se hacen ahí
porque simplemente funcionan las órdenes, sino porque se dialoga, se
consulta, se sopesan decisiones.
El próximo mes se conocerá la tradicional orden de destinos, rito
decembrino en las esferas militares, y Lema Prieto no sabe cuál será su nueva
función pero él está preparado para cualquier reto. No podría ser menos
después de haber dirigido Transnaval.
Con una apariencia más de intelectual, que de militar, Lema Prieto
enumera sus realizaciones. Es un hombre organizado. Me muestra los archivos
de la fabricación de botes de duraluminio con los que se abastece la Fuerza
Naval Boliviana y que tiene su base de operaciones en el astillero de Puerto
Villarroel.
Un archivo especial de fotografías con actos cívicos, deportivos,
sociales hablan de la inserción de Transnaval en la sociedad civil. Es el
albúm de los gratos recuerdos. Enseguida los pormenores de un motivo de
orgullo especial: la construcción del primer barco hospital del país que
navega por el Mamoré para beneficio de las poblaciones ribereñas.
Capítulo aparte y bien documentado es el aporte de Transnaval al
transporte y suministro de carburantes a pueblos y ciudades del noreste del
país donde no hay acceso carretero y todo debe hacerse por vía fluvial.
Me impresiona que este enorme esfuerzo, que según Lema Prieto parte de
la más alta instancia, el almirante Jorge Zabala Ossio, actual comantante de
las Fuerzas Armadas, se realice con más entusiasmo que apoyo material.
Le comento a mi entrevistado que las bien construidas lanchas
Navegante y Corredor podrían tener un buen mercado en el país. "Las vendíamos
hasta hace poco, pero ahora ya no. La gente las trae del Brasil a menor
costo", dice.
Pero podrían gestionar ustedes para que se frene ese contrabando, le
digo. Lema Prieto me mira comprensivo. Es un militar, no un político.
Recuerdo el motivo de mi visita. Le pregunto por el asunto del
cajero. Rememora esa entrevista con PAT, se dirige a su escritorio y saca
archivos en los que sigue día a día el proceso judicial. Cumplió con lo suyo,
ahora todo depende del juez.
Lema Prieto pueda que deje Transnaval, pero deja mística en sus
hombres. Se le advierte la satisfacción por el deber cumplido.
Parece que siempre fue así, desde que se puso el uniforme y veía
amaneceres en bosques inaccesibles, sobrevivía a los inviernos congelantes
del Lago Titicaca, los atardeceres de zancudos infernales en Puerto Quijarro,
Puerto Ayacucho y a lo largo del Mamoré, del Itenez, del Pilcomayo.
Cuando me despido, con la sospecha de haber ganado al segundo
militar amigo en toda mi vida (y no exagero), me obsequia un folleto editado
en agosto pasado por la Fuerza Naval Boliviana con motivo del cincuentenario
de la firma de los Convenios de Ginebra.
Allí se recuerda a los uniformados que "está prohibido los
atentados contra la vida y la integridad corporal, especialmente... los
tratos crueles, las torturas y los suplicios". Entendí más porqué encontré
calor humano cuando se abrió la puerta del ascensor en Transnaval.
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