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VENEZUELA CON LA BANDERA AL REVESPor
Hernán Maldonado
En nueve segundos los venezolanos le vieron la cara al totalitarismo y no les gustó. La máscara de “demócrata” de Hugo Chávez Frías rodó por el suelo. Venezuela clama por su libertad de expresión y está como un cuero seco que si se lo pisa en un lugar se levanta en otro.
Nadie se anima a pronosticar en qué va a terminar la singular rebelión que encabezan miles de estudiantes. Chávez calculó mal. Creyó que cerrando el más antiguo y emblemático canal de televisión (RCTV) pavimentaria su camino para imponer su “Socialismo del Siglo XXI”.
Apenas asumió el gobierno, hace casi nueve años, redactó una Constitución a su medida y paulatinamente se apoderó de los Poderes Legislativo, Judicial y Electoral. La Fiscalía, la Contraloría y la Defensoria del Pueblo son dependencias suyas y fundó decenas de televisoras, periódicos y radios comunitarias para divulgar su verdad.
Casi duplicó en un millón a los empleados públicos y reparte los generosos ingresos petroleros en dádivas, pensiones y becas a centenares de miles de personas, con la sola condición de que voten por él y asistan obligatoriamente a sus multitudinarias concentraciones.
El 2002, tras su efímero derrocamiento, se apoderó también de PDVSA, la gallina de los huevos de oro del país, y descabezó a las Fuerzas Armadas. Lo que quedó de ellas es obligada estos días a gritar “patria, socialismo o muerte”. Por si acaso, fundó también una fuerza pretoriana de 100.000 hombres.
Chávez pensó que acallando a RCTV, el camino hacia su perpetuación en el poder sería más fácil. Quizás calculó que enfrentaría protestas de los “oligarcas” por unos días como cuando avasalló haciendas, fábricas, amenazó con estatizar la educación, se peleó con la Iglesia Católica, sometió a los empresarios privados y sindicatos o encarceló a disidentes.
Quizás recordó que al venezolano de a pie, nada de eso lo conmovió. La mayoría parecía decir: “Eso no es conmigo”. Pero otra cosa fue cuando Chávez se metió en su hogar el agonizar del domingo 27 y le arrebató el control remoto de su TV y se lo apagó. Fueron nueve segundos de pantalla grisácea, antes de que saliera al aire el nuevo canal chavista. Al venezolano se le anuló de golpe el derecho a decidir por si mismo cuál es el canal que quiere ver, qué o a quién quiere escuchar.
Juan Pueblo sintió entre sus cuatro paredes la peluda mano del totalitarismo y no le gustó. Para sorpresa de Chávez, desde el 28 de mayo miles de universitarios salen pacificamente a las calles en favor de la libertad de expresión.
Chávez esperaba que se le confrontará en las calles para imponer su ley de las pistolas y la cachiporra, pero los estudiantes marchan con las manos en alto y sus banderas al revés. La sociedad civil los acompaña saliendo de las oficinas. Por las noches suenan cacerolazos hasta en sectores chavistas. Y es que el cierre de RCTV les afecta más a ellos, porque la clase media, y de más arriba, puede pagarse servicio de cable.
La gran sorpresa es que los estudiantes, desde que asumió Chávez, jamás se involucraron en protestas, contrariamente a sus predecesores, ahora en el poder, que solían embochinchar Venezuela por cualquier causa. La rebelión sorprende inclusive a los opositores políticos de Chávez, no sólo por las tácticas (Internet y el celular juegan papel preponderante) novedosas que están utilizándose, como esa de enarbolar la bandera venezolana al revés, una tradición que significa un pedido de ayuda urgente.
Y el clamor está siendo escuchado en todas partes. Es difícil mantenerse indiferente cuando alguien pide auxilio y mucho más si grita: ¡Libertad!
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