Venezuela ingresa a su tercer mes de protestas callejeras ininterrumpidas con 39 muertos, medio millar de heridos, 2.250 detenidos, 59 torturados y daños estimados en 15.000 millones de dólares, según admite el gobierno de Nicolás Maduro.
Las protestas empezaron el 4 de febrero en el estado Táchira con una manifestación estudiantil en repudio a la violación de una universitaria. Los estudiantes clamaban por mayor seguridad en un país que el 2013 vio morir a unos 25.000 venezolanos en manos del hampa común.
El Día de la Juventud, el 12 de febrero, estudiantes de Caracas les expresaron su solidaridad con una imponente manifestación a la que se sumó la sociedad civil. La represión gubernamental causó tres muertos, dos de ellos estudiantes.
Los estudiantes y la sociedad civil subieron su apuesta y exigieron al régimen el castigo de los responsables, pero también pidieron el fin del desabastecimiento y la libertad de los presos políticos. Las barricadas no se dejaron esperar y surgieron como hongos en todo el país.
La represión brutal, especialmente en los estados del Táchira, Carabobo, Nueva Esparta, Lara, Yaracuy, Bolívar y Caracas, con su secuela de muertos, heridos y detenidos ha enfurecido más a los manifestantes que ahora exigen también la renuncia de Maduro.
La semana pasada parecían amainar las protestas, luego de una despiadada represión en el Táchira, --virtualmente tomado por los militares-- pero volvieron a recrudecer luego que paramilitares oficialistas entraron a bala y palo en el campus de la Universidad Central de Venezuela.
Los estudiantes se concentraron allí con la intención de marchar hasta la fiscalía de la nación. No pudieron salir del campus impedidos por la Guardia Nacional. Los paramilitares, amparados por estos, apalearon a varios estudiantes y a por lo menos un par de ellos los desnudaron, como era costumbre en la Alemania nazi con los presos políticos.
Maduro condecoró el viernes a 144 altos oficiales y unos días antes entregó a otros mandos flamantes automóviles a precios irrisorios en lo que a todas luces es una compra de lealtades.
La bronca de los manifestantes se debe también a que en los mercados no hay artículos de primera necesidad y deben hacer colas kilométricas de hasta cuatro horas o más por un kilo de leche, mientras el régimen exhibe modernos equipos de represión, centenares de flamantes tanquetas y miles de soldados en costosísimos uniformes.
Obviamente la ciudadanía se pregunta ¿cómo es que puede haber dinero para esta parafernalia militar mientras existe el colosal desabastecimiento? Y peor aún ¿dónde estaban o qué hacían estas tropas que no evitaron el año pasado la muerte de 25.000 venezolanos?
Desde varios rincones del mundo se clama por un diálogo y el régimen lo acepta, pero pone como "mediadores" a gobiernos afectos a su causa, como los de Brasil y Ecuador.
Cierto sector de la oposición expresa su deseo de dialogar. El problema, empero, está en que no quieren hacerlo -a menos que se acepten sus condiciones-- los que están en las barricadas, los estudiantes y la sociedad civil, que en los hechos han superado a los líderes de la oposición formal y no obedecen sino a sus mandos de combate y los líderes que los respaldan abiertamente: Leopoldo López, encarcelado, la defenestrada diputada María Corina Machado y el alcalde de Caracas, Antonio Ledezma.
¿Qué pasará en Venezuela al entrar el conflicto en su novena semana? Una buena pregunta que por el momento nadie se atreve a contestar. Amanecerá y veremos.
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