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Domingo 24 de enero del 2010
UN GRITO DE ANGUSTIA
Por
Hernán Maldonado
La petrodictadura venezolana cerró el pasado fin de semana a Radio Caracas Televisión (RCTV). ¿No lo había hecho ya el 2007? En efecto, asi fue, con el costo político del inicio de la debacle del gobierno de Hugo Chávez que incluyó su derrota en el referendo convocado para modificar la Carta Magna.
RCTV, orgullo de la televisión venezolana con más de medio siglo de vida, se negó a morir. Pasó a ser un servicio por cable convirtiéndose para ello en "internacional", con enormes limitaciones publicitarias. Los venezolanos, especialmente de clase media para abajo, hicieron esfuerzos económicos para suscribirse.
En menos de tres años RCTV Internacional recuperó virtualmente su teleudiencia, la mayoria deseosa de escapar a las cadenas del parlanchín Chávez que, con y sin motivo, inundan cotidianamente el especto radioeléctrico venezolano. Además RCTVI mantuvo su programa estrella "La Entrevista" en la que el periodista Miguel Angel Rodríguez desnuda diariamente las vagabunderias del régimen.
Ante la perspectiva cierta de perder la mayoría en las elecciones legislativas del 26 de septiembre 2010, el régimen acalló por segunda vez a RCTV modificando inconstitucionalmente leyes y reglamentos. El sábado Chávez retó a la televisora con una insulsa cadena. RCTV fue obligada a sumarse, pero no lo hizo. Dignamente prefirió morir de pie a vivir de rodillas.
El presidente del grupo empresarial, Marcel Granier, apuntó que RCTV estará acallada hasta que el pueblo diga ¡Basta! Aunque el cierre se produjo en la madrugada del domingo, miles de personas expresaron su protesta con sonoros cacerolazos a lo largo y ancho de Venezuela. Aún así fue notable la ausencia de un liderazgo político catalizador de la protesta. Se anuncian más demostraciones de repudio. ¿Prosperarán?
El pueblo venezolano hace escuchar su grito de angustia, pero no pasa de allí. Pareciera que se acostumbrara a las marramucias del régimen que ha despilfarrado en 11 años un billón de dólares, que exhibe impertérrita una nauseabunda corrupción, que le rebaja autoritariamente hasta en un 76 por ciento los sueldos, que no tiene cómo superar la grave crisis de falta de agua y electricidad y que ve cómo naufragan los demás servicios públicos.
Venezuela ha sido llevada gradualmente a su actual estado por un régimen empeñado en convertirla a un socialismo fracasado hasta en la Unión Soviética. Es admirable la capacidad de resistencia de su población, porque no quiero creer que el "Bravo Pueblo" ha levantado los brazos o se haya acostumbrado a la pobredumbre.
A veces recuerdo ese pasaje descrito por León Uris en "Exodo" refiriéndose al ghetto de Varsovia, donde los nazis juntaron a casi medio millón de judios. Estos, al principio y pese al infortunio del desarraigo, guardaban compostura. Crearon colegios para que siguiera la educación de los niños, cuidaban a sus enfermos en improvisados hospitales, había policía local y enterraban a sus muertos. Pero después, al incrementarse la represión, desaparecieron la comida, las buenas maneras, la educación, la unidad familiar. El hacinamiento trajo enfermedades, los muertos se pudrían en las calles. El envilecimiento total antes de que unos cuantos se rebelaran contra los nazis, mientras los mas entraban como corderitos en los trenes que los conducirían a los hornos crematorios de Auswichtz o Treblinka.
No, no, esto no va a volver a suceder, dicen algunos, pero la semana pasada hemos visto cómo en Haití enterraban en fosas comunes a miles de cadáveres recogidos en las calles con topadoras. ¿Quién hubiera pensado que volvería a ocurrir? Hay historias trágicas que se repiten, aunque en otras circunstancias y con otros actores. Una lástima.
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