Carlos Andrés Pérez acaba de recorrer por última vez las calles de Caracas. Como cuando estaba vivo, las multitudes lo acompañaron coreando fervorosamente su nombre. Nada como el tiempo para olvidar el pasado.
Parafraseando perversamente la cita bíblica, el presidente Hugo Chávez dijo casi con desprecio: "Dejen que los muertos entierren a sus muertos".
Según Chávez, el partido Acción Democrática (AD) no existe. Apenas instalado en el poder hace ya casi 14 años amenazó con freir en aceite hirviendo las cabezas de los adecos, como se conoce a los militantes de la socialdemocracia venezolana.
Sin duda estos días Chavez comprobó, para su disgusto, que los adecos están vivitos y coleando. Miles desfilaron ante el féretro del ex presidente y otros tantos lo acompañaron hasta el cementerio donde finalmente descansará en paz.
Casi nonagenario, CAP (como se los conocía) murió en diciembre en Miami de un accidente cardiovascular. Cuando era presidente se unió a Cecilia Matos, pero su esposa legìtima Blanca de Pérez nunca le dio el divorcio.
Las dos familias se disputaron el derecho a sepultarlo y se desató una batalla legal que finalmente fue zanjada en agosto, con la mediación de influyentes amigos de ambas familias, para que CAP fuera finalmente enterrado en Venezuela, como fue su deseo.
El ex presidente no terminó su segundo mandato y fue destituido del cargo tras una sentencia, por malversación de fondos, de la Corte Suprema de Justicia, avalada por el Parlamento y luego de que su propio partido le quitara la militancia. Estuvo preso breve tiempo y después, por su edad, recibió casa por cárcel.
Salió de Venezuela cuando se enteró que Chávez estaba decidido a hacerle padecer más humillaciones. Se refugió en República Dominicana y de allí, por presión de Chávez que amenazó con cortarle los suministros de petróleo, CAP halló asilo en EE.UU.
Desde allí se enfrentó a Chávez, como en 1992 cuando frustró por dos veces las intentonas golpistas del teniente coronel. Pese a su avanzada edad cooperó en lo que pudo para revivir a su viejo partido. Quedaron atrás los tiempos en que galvanizaba a las multitudes bajo la consigna de: "Este hombre si camina, va de frente y da la cara".
Los historiadores comenzaron a escarbar hechos y redescubrieron a CAP, el presidente demócrata quien, tras una primera presidencia un tanto demagógica, en la segunda trató de enmendar el rumbo y poner a su país en la modernidad, pero ya era tarde. La conjura civil y militar andaba coaligada.
Hoy nadie se acuerda de sus errores, quizás tan grandes como sus aciertos. Particularmente no olvido la corrupción y los atropellos a la libertad de prensa. El exilio de periodistas como Herman Hauser, Rafael Poleo, Jorge Olavarria y el cierre de medios como la revista Zeta y Resumen. Discúlpenme si hoy soy la mosca en la sopa.