Domingo 26 de agosto del 2007
UNA PREGUNTA PARA HUGO CHAVEZ
Por
Hernán Maldonado
A veces, tras escuchar las repetitivas peroratas de Hugo Chávez, añoro mis viejos tiempos de reportero y me veo a mi mismo frente a él planteándole una pregunta:
Señor presidente: Usted acusa a Estados Unidos de estar maquinando su asesinato, culpa de la carniceria de Irak al presidente Bush, atribuye a la CIA orquestar conspiraciones en su contra y atribuye al imperialismo norteamericano de todos los males presentes y pasados de Venezuela. Le pregunto: Si todo lo que usted dice es verdad ¿Por qué le sigue vendiendo petróleo?
Imagino lo que me pasaría. Lo menos que recibiría sería una andanada verbal, como la dedicada a una periodista de RCTV y un colega japonés durante una rueda de prensa en Nueva York en octubre del 2006, por unas preguntas menos incómodas. Obviamente lo primero que se le ocurriría sería calificarme de "tarifado de la CIA" o de "agente del imperialismo". O quizás, como hizo su discípulo Rafael Correa con el colega ecuatoriano Emilio Palacio, de "El Universo", ordenaria a sus gorilas que me expulsen de la rueda de prensa.
Obviamente para esta pregunta no tiene respuesta el teniente coronel. Porque si fuera honesto y si hubiera correspondencia entre lo que dice y hace no le debería vender ni una gota de petróleo a su "mortal enemigo".
Esa retórica antimperialista de Chávez es pues demagógica, cínica, hipócrita, sólo para engatusar a sus seguidores que le acompañan en sus delirios megalómanos con un entusiasmo que sólo es explicable por las generosas dádivas y limosnas que el "Socialismo del Siglo XXI" reparte a diestra y siniestra, paradójicamente con los "cochinos dólares" que por millones recibe Venezuela diariamente desde Estados Unidos.
Quizás por esto es que con un dejo de envidia, el ex presidente de Uruguay Jorge Batlle, durante una visita a Estados Unidos y refiriéndose a las 15.000 estaciones de gasolina que tiene Venezuela en el "imperio", dijo: "Ojalá que nosotros pudiéramos tener 15.000 expendios de carne en Estados Unidos y de paso hablar mal de este gran país".
Ya el ex embajador norteamericano en Caracas, John Maisto, había recomendado "no fijarse en lo que dice Chávez, sino en lo que hace". Y mientras el oro negro venezolano siga fluyendo hacia el norte, no hay motivos de seria preocupación en Washington. Las peroratas de Chávez, los insultos son todavía como una picada de mosquito al elefante.
En eso hay que inscribir la más reciente amenaza de Chávez de comprar 5.000 fusiles con mira telescópica en Rusia para liquidar uno por uno a cualquier soldado estadounidense que ose pisar suelo venezolano: "Gringo que aparezca en la quebradita... pum, pum", ha amenazado el preclaro abogado de la paz mundial.
Involuntariamente recordé a Manuel Noriega en una manifestación multitudinaria el 30 de abril de 1988. Blandiendo un machete anunció su decisión se enfrentar al imperialismo que lo acusaba de narcotráfico. El desafiante general se entregó unos meses más tarde sin disparar ni un tiro. Ya pasaron 20 años y muchos de los que lo aclamaban a rabiar ni siquiera saben que está por salir en libertad de una cárcel de Miami.
A principios de agosto, en Montevideo, tras ser descubierto el infame maletin de los 800.000 dólares clandestinos en Buenos Aires, Chávez dijo que los medios de comunicación "son la peor calamidad mundial". Cómo les duele a los dictadores el que se les descubra sus marramuncias, por más que se empeñen en atribuirlas a conspiraciones del imperialismo.
Así que señor Chávez, si verdaderamente es sincero su odio, su animadversión y su bronca contra el "imperio", simplemente cierre los grifos.
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