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BOLIVIA: EL DESCREDITO DE
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Manifestantes marchan rumbo al cuartel general de la policía en La Paz el pasado jueves.
LA POLICIA BOLIVIANA EN SU HORA MAS NEGRA |
Lo que ocurre en Argentina con los "bolitas" hiere nuestras fibras más sensibles porque las muertes y las detenciones están teñidas de cierto racismo. Hasta el término ha sido acuñado para que se lo tome según el matiz que se le quiera dar. Para no pocos argentinos el "bolita" es un sinónimo edulcorado de "boludito".
¿Pero será que vemos la paja en el ojo ajeno y no vemos la viga en el nuestro? ¿La muerte de Cano es la punta de un iceberg de odio latente hacia los peruanos? Un sector de la prensa les atribuye haber traido la delincuencia al país. El mismo trago que nos hacen beber los argentinos para justificar sus abusos, la única diferencia es que nadie podría acusarnos de racismo.
Sea como sea, el caso Cano ha estremecido las relaciones de dos aliados tradicionales poniendo al descubierto por enésima vez la práctica delicuencial de un vasto sector de la policía boliviana que, cuando no está ocupada en lucrar del narcotráfico, se dedica a malversar fondos, a convivir con los malhechores, a vivir del volteo o a quemar ciudadanos, como Freddy Cano.
Cuando todavía no ha terminado este semestre, por lo menos una docena de altos jefes policiales -- de coroneles para arriba -- ha sido sometido a proceso (y no hablemos de gestiones anteriores), ha sido suspendido o destituido de su cargo por flagrante corrupción, comenzando por el más alto jefe nacional, el general Ivar Narváez.
¿Cuándo comenzó toda esta pobredumbre en la institución del orden? El Caso Calamarca ciertamente es un hito, pero pienso que la corrupción empezó a perfilarse en los primeros años de la década del 50 cuando se politizó a la policía; cuando nacieron los células del MNR, con sus diversas tendencias pazestenssoristas, silistas, guevaristas, hasta llegar a las actuales células banzeristas.
Luego todo se hizo una bola de nieve, aprovechando, además, que los sucesivos gobiernos descuidaron a la policía manteniendo a sus integrantes con sueldos bajísimos. Claro, cuando a un perro se le pone a cuidar gallinas y no se le da comida, ya sabemos el destino final de las aves.
Y las destituciones no nos dicen nada, como tampoco los procesos internos. Como ha ocurrido un sinfin de veces, no transcurrirá mucho tiempo para ver otra vez a los "destituidos" de hoy, en mejores cargos mañana.
Vale la pena recordar, entre muchos, el caso del teniente coronel Arrauz Novillo. Una húmeda madrugada de fines de 1979 se le ocurrió practicar puntería a las 6 de la mañana con una "idea original". En su calidad de jefe de policía de Riberalta ordenó que los presos formaran delante suyo. Les puso una botella en la cabeza y empezó a disparar. El cuarto disparo fue a la cabeza de un preso.
El pueblo, enterado del abuso, se armó de palos y escopetas dispuesto a linchar al policía. Fue entonces que el Capitán de Fragata, Mario Lema Prieto, intervino para evitar el asalto.
"Cuando llegue a la policía, vi que era un teniente coronel. Tenía los ojos desorbitados, una borrachera impresionante y un revolver calibre 30 en sus manos", recuerda Lema Prieto, quien logró eventualmente controlar la situación, arrestar a Arrauz Novillo y entregarlo a la policía de Trinidad que envió una avioneta para su traslado.
El entonces Capitán de Fragata (se retiró de las Fuerzas Armadas como Capitán de Navío DAEM) pensó que Arrauz Novillo sería juzgado como correspondía, pero no ocurrió tal cosa. Al cabo de seis meses el "Guillermo Tell de Riberalta" apareció como comandante nacional de la policía montada.
Años más tarde un joven se presentó ante Lema Prieto y le dijo que era el hijo de Arrauz Novillo y que quería agradecerle por haberle salvado la vida a su padre.
Pregunté a Mario ¿por qué lo salvaste?
"Yo era el Comandante de la Guarnición Militar de Riberalta y no podía permitir que haya un linchamiento", recordó.
Si hoy se presentara el caso, ¿lo salvarías?, insistí.
"Creo que sí. Estuviera muy dañada mi conciencia que pudiendo salvar una vida agachara la cabeza...", me dijo, dándome una vez más prueba de esa enorme calidad humana que conocí hace 40 años cuando cumplía mi servicio militar y él era un flamante subteniente del ejército.
Lema Prieto, desde el incidente de Riberalta, es - sino un estudioso de la materia - un agudo observador y está convencido de que la crisis en la policía boliviana es profunda y por lo mismo requiere de soluciones radicales.
"Creo que el mal en Bolivia es dejar que la policía sea nacional. Un policía corrupto en Pando, es sacado del puesto y enviado a Potosí. La corrupción sigue vigente. Sólo se ha cambiado de lugar", dice.
Lema Prieto propone que la policía sea local, a cargo de las municipalidades o la prefectura. "Así tendriamos policías conocidos, saldrían del seno de nuestra propia comunidad, estarían plenamente integrados a nuestra sociedad", asegura.
Finalmente, Lema Prieto objeta -diccionario en mano -- la validez del grado de general en la policía. Veo que su tesis tiene varios puntos a favor aunque, a los efectos prácticos, el grado se cae como plomo derretido de los hombros de muchos ellos, sin que su calor sirva ni para que se sonrojen.