El portón de la Casa de Nuestra Señora de la Esperanza en Cochabamba se abre solo de un lado y a la izquierda, en un escritorio semivacío, la mujer me dijo secamente:
--No sé si lo va a recibir. Generalmente está muy ocupado. ¿El sabe que usted viene a visitarle?
Alza el teléfono y dice: Padre. Aquí está un señor Maldonado que quiere visitarle… Me imagino la respuesta, porque la mujer cambia de tono y semblante y hasta parece alegrarse: Lo está esperando. Dice que usted es su amigo…
Transpongo la segunda puerta y sigo las indicaciones hasta dar con la habitación-estudio del padre José Gramunt de Moragas, quien vive allí desde hace un par de años.
Para ser sincero, lo veo mejor que la última vez que nos encontramos en La Paz, cuando aún era el director de la Agencia de Noticias Fides (ANF), que fundó hace más de medio siglo y que se caracterizó por ser "la escuela de periodismo Fides", con su único excelso catedrático.
--Salvo alguna dificultad para caminar, me siento bien. Me confirma. El mal lo arrastra desde hace años a raíz de una mala operación quirúrgica. Pero él no se queja.
--Te acabo de enviar un mensaje, pero claro no lo leíste aún porque estás aquí. Es la edición final del libro "De los años de plomo, al populismo autoritario", me informa.
Hablamos sobre el libro. Me enorgullecí por ser el primero en leerlo y hacer una pequeña reseña apenas llegó a mis manos a principios de año.
El sacerdote nonagenario me asombra por su lucidez para recordar, nombres, fechas, hechos. Es, como siempre, agradable su conversación. ¡Cuántas veces lo hemos hecho en los últimos 50 años! Uno podría pasarse horas hablando con él.
Cuando el diario El Universal de Caracas archivó las máquinas de escribir, muchos periodistas veteranos prefirieron renunciar a tener que aprender a desenvolverse con las computadoras (con muchos años menos, a mi casi me pasa lo mismo en los Juegos Olímpicos de Montreal). Al padre Gramunt no le arredró el desafío y obvio que no se arrepiente porque hoy pasa la mayor parte de sus jornadas sentado ante su computadora, escribiendo o leyendo diarios de Bolivia, España, Argentina.
¡Y, claro! está vigente en los medios electrónicos, como Facebook, donde a veces, como ocurrió el pasado fin de semana, se le aparecen viejos conocidos o nuevos admiradores, agradecidos por su amistad.
¿Lo visitan los amigos?, le pregunto a este hombre que siempre hizo de las relaciones públicas un prioridad, no tanto por lo social, sino porque en esos círculos es que se podían recoger valiosas informaciones o testimonios, como consta en su reciente libro. "Pocos", es la respuesta. Menciona entre ellos a Humberto Vacaflor y Flavio Machicado.
Me hubiera encantando dedicarle más tiempo al viejo amigo, colega y maestro, pero en mi reciente viaje me sentí "esclavo" de mis hijos que volvieron a Bolivia después de 35 años y lo querían conocer todo en 10 días.
-Lo siento padre, pero me tengo que ir, le dije. Sentí en el cuerpo algo muy bonito cuando me bendijo y fue suficiente para que no me pusiera a llorar.