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LA EMBAJADA EN MEXICO
Por
Hernán Maldonado
Tuvo los riñones de pedir a los organizadores que rifaran esa botella.
Esa fue la gran contribución de nuestra embajada a una causa noble. Edgar, en
esos días agonizaba en un hospital. Era un estudiante de escasos recursos,
tan escasos, que el mal que lo aquejaba era una tuberculosis agravada por el
hambre.
A Agreda no le habría costado mucho donar 100 dólares de su bolsillo.
Quizás hasta pudo cargarlos a los gastos de representación. Pero no. Trajo su
botella de singani...
Cuando los generosos organizadores hicieron un balance, lamentaron el que
unos 50 kilos de carne de cerdo se hubieran perdido porque se arruinó la
nevera en la que estaban almacenados la noche anterior.
Pero ni ese contraste decepcionó a la muchachada boliviana, tanto como el
"gesto" de nuestro embajador. Lo que ocurrió aquél sábado de junio de este
año fue desmoralizador. Y la decepción se volvió rabia contenida e impotencia
cuando, pese a todo, Edgar falleció.
En mi artículo de la semana pasada dediqué un párrafo a lo que estimo es
nuestra pésima representación diplomática en general. Varios de los casos a
los que aludí han sido objeto recientemente de atención de la prensa nacional
(Embajada en España, embajada en Costa Rica, etc).
Por eso, entre otros, he decidido referirme a lo que ocurre en nuestra
embajada en México, convertida en una cueva de corruptos y sinverguenzas, con
nombres y apellidos.
Y la situación viene de lejos. ¿Recuerdan el caso del embajador Raúl
Angel Ossio? El hermano del vicepresidente de entonces, Luis Ossio, había "importado"
nada menos que 40 automóviles en su gestión y el escándalo apareció en la
prensa mexicana en grandes caracteres cuando uno de esos vehículos tuvo un
accidente que involucró al cantante mexicano Emmanuel, quien estaba al
volante del auto con la placa diplomática boliviana.
¿Alguien investigó a Ossio? ¿Alguien lo juzgó? ¿Alguien le pidió cuentas? ¿O
con destituirlo se acabó el problema? ¿Y si era inocente, por qué se quedó en
México? ¿Y la imagen del país qué?
Detrás de todos los embajadores que han pasado en los últimos 17 años por esa
oficina está la sombra de una supersecretaria que debe tener por padrino a un
todopoderoso. Se llama Eulalia Fernández y es la que tramita las exenciones
de impuestos para la importación de vehículos para TODO el personal
diplomático acreditado en México.
Si, si. Inclusive para ella. ¿Cómo es que nuestra cancillería no se ha
enterado que la señora Fernández logró una exención de impuestos para un
Mercedes Benz último modelo. ¿Cuánto gana una secretaria para permitirse ese
lujo?
Lo peor no esta ahí, sino que el automóvil fue recogido a su nombre y jamás
lo utilizó y quién sabe en manos de quién anda por los caminos mexicanos.
Obviamente con la placa de la embajada boliviana.
Hace relativamente poco, cuando se enteró que la cancillería dispuso que
nadie en las embajadas bolivianas podría permanecer mucho tiempo en su cargo,
la supersecretaria se cambió de nombre y pasó a llamarse Euly García y así es
como le llega ahora la correspondencia desde la cancillería.
Para comenzar por lo más simple, que tal si nuestra cancillería averigua para
¿cuántos automóviles ha tramitado la exención de impuestos la embajada de
Bolivia ante el gobierno mexicano en los últimos 17 años? Es cuestión
simplemente de hacer una auditoría y de establecer, al mismo tiempo, dónde
están y en qué manos esos vehículos.
Hace un par de meses Agreda dejó misteriosamente el cargo y casi nadie parece
haberse enterado de las razones. Ocupó funciones menos de dos años, pero muy
pocos de los bolivianos residentes en México querrán recordar su gestión.
Tras suyo dejó el mismo antro de corrupción que sus antecesores.
Les prometo seguir con este tema la próxima semana.
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