Martes 16 de enero del 2001
EL MINISTRO MENTIROSO
Por
Hernán Maldonado
El todopoderoso ministro de la Presidencia, Walter Guiteras, perdió el cargo
y se fue del Palacio de Gobierno con la promesa de lavar su imagen, tras casi
dos semanas de protagonizar una teleculebrón que compitió con Betty la Fea y
cuyo descenlace hubiera importado a todos un bledo, si no fuera por la pésima
imagen en que sumió al gobierno del presidente Hugo Bánzer Suárez.
En los dos últimos años cayeron del gabinete banzerista una media docena de
ministros corruptos, más que por decisión del abúlico mandatario, por presión
popular y de la prensa nacional que puso al descubierto las malandanzas de
esos funcionarios.
Cuando Guiteras dejó la presidencia del Senado (el tercer cargo en la
sucesión presidencial) para convertirse en ministro de Gobierno, empezó a
obrar con el mismo cuidado que un elefante en cristalería y, lo que es peor,
creyó que el ejercicio del poder no era más complicado que sacarmuelas, su
verdadera profesión.
Candorosamente dijo en ese entonces que el ministro de Informaciones, Jorge
Landívar, fue echado del cargo por la embajada estadounidense, dado la
impresión de que Bánzer no tenía autoridad, como le otorga la Constitución,
ni para “renunciar” a sus colaboradores. Tras ser posesionado en
el cargo y como principal jefe policial del país se peleó con miles de sus
subordinados al llamarlos genéricamente “burros y corruptos”.
Impulsó una ley de Estado de Sitio, a raíz de los graves desórdenes de abril
del 2000 en Cochabamba y Achacachi, que no imponía el orden ni en su casa,
motivo por el cual debió ser abrogada en menos de 10 días. Cuando volvió a
reestructurarse el gabinete ministerial Guiteras, brazo derecho de Bánzer,
apareció como el ministro de la Presidencia.
Como tal debió dar la cara a los grupos en conflicto y que desataron la nueva
crisis de septiembre. Cuando el gobierno estaba con la soga al cuello,
accedió a todas las peticiones de los reclamantes, incluso a pedidos como la
anulación de la Ley INRA, dejando muy mal parada la estructura jurídica del
país.
Entonces, también, afloraron otras frases suyas de corte racista, como
aquella de que “hombre blanco nunca miente” y machista: “en
mi pueblo los problemas los resolvemos a balazos”. Ninguna de estas
expresiones fueron objeto de reprensión oficial.
Y resultó que las frases no sólo eran tales. El pasado 2 de enero, según las
versiones periodísticas, Guiteras golpeó a su esposa en estado de ebriedad.
Esta acudió a una comisaria policial y sentó la denuncia. Se enteró la
prensa, publicó el hecho y, pese a que en Bolivia la violencia familiar
desgraciadamente es pan de cada día, el caso -- por la categoría de sus
protagonistas -- se convirtió en un drama telenovelesco polìtico-social.
El ministro, furioso convocó a una rueda de prensa nada menos que en el
Palacio de Gobierno y desmintió categóricamente la noticia. Empleó gruesos
adjetivos contra los medios que la publicaron y dos días después, cámaras de
TV de por medio, protagonizó en las puertas del Palacio de Gobierno una
escena de amor con su esposa para demostrar su verdad.
No cabía duda que su corazón latía con fuerza, pero no de pasión, sino porque
había que borrar todavía algunas huellas que tozudos policías (que resultaron
ser ni burros ni corruptos) se empeñaron en darlas a conocer a los
periodistas.
Guiteras, cuando se sintió acorralado, lanzó un reto a un debate con Raúl
Garafulic, el dueño de una cadena de medios periodísticos que develó el
escándalo. Este no acudió porque ciertamente la Asociación de Periodistas de
La Paz incurrió en un error al patrocinar ese debate. Si de por medio estaban
gruesas acusaciones de parte y parte, es la justicia la que debe obrar y no
algún organismo gremial por muy bien intencionado que sea.
El ministro, ante la ausencia de Garafulic, se explayó en denuncias generales
contra éste, sin aportar ninguna prueba y se sintió triunfante cuando
propuso que el Senado, donde su partido es mayoría, fuera quien lo
investigara. Es decir planteó, y el gobierno aceptó tácitamente, entregar el
queso para que lo cuiden los ratones.
Bánzer, en lo que parecía ya increíble negligencia ante la montaña de
mentiras de su ministro, se mantenía impertérrito, incluso cuando el propio
Guiteras empezó a admitir públicamente que la madrugada del 2 de enero si
hubo una riña familiar, pero que la misma no había llegado a conocimiento de
la policía. Uno de los policías involucrados, anónimamente, se ratificó en su
versión inicial y puso a Guiteras otra vez con el agua al cuello.
Aún así, extrañamente el gobierno mantenía su voto de confianza en su hombre
fuerte. Finalmente el pasado viernes dos humildes policías se presentaron
ante los periodistas y la Defensoría del Pueblo para devolver los 2,000
dólares que el ministro por intermedio de su ayudante les había entregado
para que cerraran sus bocas.
Ante lo que parecía ya irrefutable en contra suya, Guiteras al fin renunció
el sábado para dedicarse a limpiar su nombre, dijo y es de esperar que no
utilice los métodos que, según él, rigen en su pueblo Lo primero que hará, lo
ha dicho, será reincorporarse al Congreso, como lo han hechos los otros
ministros y funcionarios banzeristas defenestrados anteriormente, Fernando
Kieffer, Jorge Landivar, Tonchi Marinkovich, Leopoldo López, Chito Valle etc.
Todos felices y contentos con su inmunidad parlamentaria. Así está Bolivia.
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