A los 83 años, don Juan (nombre ficticio), es como esos taxistas que apenas uno se sienta empiezan a hablar de uno u otro tema como para desatarle la lengua a uno. Don
Juan no es taxista. Lustra calzados en una plaza de Miraflores en La Paz.
--¿Sabe una cosa? El Evo dice que pronto vamos a tener mar, suelta como una pedrada al aire para ver que resulta.
--Yo no lo creo. Ese asunto es muy complicado, le digo.
--Pero el gobierno dice que si, insiste.
--Y ¿si no es así?, le pregunto.
--¡Ah!, entonces lo vamos a colgar como al (presidente Gualberto) Villarroel, amenaza el octogenario.
Le pago y pienso en la magnitud de la mentira que el actual gobierno boliviano ha sembrado como una esperanza a corto o mediano plazo en la mente y el corazón de millones de bolivianos, solo como un pretexto para perpetuarse en el poder.
El vicepresidente Alvaro García Linera, que se supone tiene cierto nivel intelectual, asegura que sin Evo nunca volveremos al mar. Las huestes cocaleras están tan convencidas de la propaganda oficial que hasta piden que Morales sea presidente vitalicio.
En realidad, lo que sí hay que destacar es que el actual gobierno ha puesto sobre el tapete internacional el derecho que tiene Bolivia a una salida al mar, posición que es vista con simpatía, pero que tampoco es una gran novedad dado el acuerdo de 1979 en la Asamblea General de la OEA.
Bolivia ha planteado ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya que se obligue a Chile a negociar la eventual salida al mar. La Corte se tomará su tiempo (pueden pasar años) antes de decidir. Que quede claro que no es que la Corte va a obligar a Chile a devolver el mar a Bolivia.
Aun en el caso que la Corte accediera a la petición boliviana, dependerá de Chile si quiere negociar. Tenemos el caso reciente del litigio entre Colombia y Nicaragua sobre límites marinos. La Corte favoreció a los nicas, pero los colombianos simplemente ignoran el fallo.
En el hipotético caso de que Chile aceptara negociar (para lo cual puede tomarse todo el tiempo del mundo), Perú no puede ser ignorado, de acuerdo al Tratado de 1929 entre ambos países, cuando – tras la Guerra del Pacífico-- Tacna regresó a Perú, y Arica se quedó con Chile.
El protocolo de ese Tratado es clarísimo: “Artículo primero. Los gobiernos de Chile y del Perú no podrán, sin previo acuerdo entre ellos, ceder a una tercera potencia la totalidad o parte de los territorios que, en conformidad al Tratado de 1929, quedan bajo sus respectivas soberanías…”
La Dra. Diana Borelli Geldrez, experta en Derecho Internacional, en una entrevista de El Diario el 27 de julio, lo ha explicado con claridad meridiana y harían bien en leerla los “diplomáticos” de Morales que andan de turistas por el mundo haciéndole decir, inclusive al Papa Francisco cosas que no ha dicho.
El palabrerío que sobre el tema lanza al viento irresponsablemente Morales cansó a Chile y su canciller Heraldo Muñoz le dijo la semana pasada: “Nos vemos en La Haya”.
La frase parece una amenaza. ¿No la escuchábamos como escolares cuando el matón de la clase nos decía: “nos vemos a la salida”? Amanecerá y veremos.