Domingo 22 de febrero del 2009
LOS "IZQUIERDOS" HUMANOS
Por
Hernán Maldonado
Allá por los años 70, en pleno apogeo dictatorial latinoamericano, la lucha por los derechos humanos alcanzó características épicas. No importaba quién o cuál era la posición política del preso, perseguido o exiliado para solidarizarse con él, para exigir a los dictadores el cese de la represión.
Jaime Castillo Velasco, fundó la Comisión Chilena de Derechos Humanos y hasta realizó una huelga de hambre en su exilio de Caracas reclamando el derecho de vivir en su patria. Era un gran líder demócrata cristiano. Por esto le temía el general Augusto Pinochet.
Castillo Velasco no sólo luchaba contra el dictador derechista, sino también contra el régimen comunista de Fidel Castro. Se enroló entusiasta a los que en ese entonces reclamábamos la libertad, entre otros, de Hubert Matos y Armando Valladares.
No importaba, pues, si los torturados, perseguidos y/o encarcelados eran de izquierda o derecha. Lo que se buscaba era que los mandamases de la época respetaran los derechos humanos. Hoy todo eso se olvidó, quizás con la excepción de los uruguayos del Frente Amplio.
Los derechos humanos se ven ahora con los cristales de la conveniencia. Se han convertido en "izquierdos" humanos. Por eso es que la señora Cristina Kirchner (perseguida durante la dictadura militar argentina) va a Cuba a fotografiarse con Castro e ignora el clamor de la disidencia cubana.
Más cruel todavía. Ni siquiera recibió a la doctora Hilda Molina, prominente científica a la que Castro le niega el derecho de salir de Cuba para ir a reunirse en Buenos Aires con su hijo y conocer a sus nietos argentinos. Su delito: Haberse distanciado de la nomenclatura cubana.
Molina, que permanece casi en prisión domiciliaria desde hace años, tampoco pudo reunirse con Michelle Bachelet. La presidenta de Chile miró a otro lado. Se olvidó que ella fue víctima de Pinochet, que deambuló por años en el exilio y que hasta su propio padre murió en manos de la dictadura.
Ni hablar de Hugo Chávez, Evo Morales o Daniel Ortega. "El mar de la felicidad" llama a la isla el autócrata venezolano que cínicamente asegura que en su país "no hay presos políticos, sino políticos presos". Ortega se ensaña contra el cura-poeta Ernesto Cardenal y Morales anda embelesado con el "abuelo sabio".
Hay otros que chillaban cada vez que cometian abusos los regímenes anteriores al de Morales y que ahora se hacen de la vista gorda desde la comodidad de sus cargos públicos como es el caso de Sacha Llorenti que nos llama "vendepatrias" a los que no pensamos como él.
A Llorenti le parece ahora de los más normal que se defenestre ilegalmente al Contralor de la República, que reciban palo y bala los opositores, que las autoridades no entren en Achacachi a arrestar a asesinos comunes, que funcionarios gubernamentales coloquen bombas en medios de comunicación, que se amenace a periodistas, que haya presos políticos, o que encapuchados secuestren en horas de la madrugada a dirigentes opositores. El vicepresidente Alvaro García Linera descaradamente nos recomienda "acostumbrarnos" a ello.
Cuando el movimiento pendular de la historia reviva los ciclos políticos latinoamericanos, gentes como Llorenti y García Linera ¿tendrán riñones para clamar por los derechos humanos? De una cosa estoy seguro, gentes que trabajamos al lado de hombres como Castillo Velasco, estaremos en nuestra trinchera de lucha, aun tapándonos la nariz. No me cabe duda.
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