En los tiempos de la “internacional de las espadas”, las dictaduras en varios países latinoamericanos eran abiertas. Se asesinaba a opositores en las celdas o la luz del día, se encarcelaba, confinaba y exiliaba sin miramientos.
“Para mis amigos, todo. Para mis enemigos, palo”, se ufanaba el general Hugo Bánzer Suárez. Hasta se atrevió a pedir a los indígenas que le llevaran a Palacio de Gobierno las cabezas de los izquierdistas que osaran entrar al campo a hacer proselitismo.
Y Bánzer Suárez era un niño de pecho al lado de los dictadores militares de Brasil, Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay, donde los presos, asesinados y desaparecidos se contaban por millares.
Hoy, bajo el Socialismo del Siglo XXI, enarbolado por el sátrapa petrolero Hugo Chávez, los opositores en Venezuela gimen bajo métodos más sofisticados para engañar a organismos internacionales defensores de los Derechos Humanos.
En la internacional de las espadas se clausuraban diarios, radios y televisoras y punto. En el chavismo se les asfixia económicamente, los cierran porque no les dan papel o son comprados a las buenas y las malas para convertirlos en medios de propaganda oficial.
En aquellos tiempos los presos no tenían posibilidad de juicio alguno. Bajo el chavismo pueden ser juzgados, pero por fiscales y jueces fanáticos del régimen. Al líder opositor Leopoldo López lo mantienen encarcelado desde hace 15 meses, asistió a una veintena de audiencias y hasta ahora no hay ninguna acusación.
Al alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, bajo arresto domiciliario, le suspenden una y otra vez las audiencias. Hace unos días la ausencia del fiscal hizo que se pospusiera sine die su nueva comparecencia.
Centenares de venezolanos han salido del país porque les amenazaron directamente con ser detenidos o alguien “bien informado” les aconsejó que era mejor exiliarse antes que languidecer en una cárcel.
La juez Maria Afiuni, cuyo “delito fue liberar a un opositor” al que hasta la ONU consideraba inocente, Chávez personalmente sugirió que la encarcelen por 30 años. Desde hace 5 su juicio no avanza ni retrocede. La pobre mujer fue encarcelada junto a delincuentes que ella había sentenciado. Sufrió toda clase de atropellos y hasta la violaron salvajemente. Hace tres semanas el régimen le impidió fuera a testificar ante la Comisión de DD.HH de la ONU en Ginebra.
Hasta ahora no hay ningún culpable de los 43 estudiantes asesinados en los disturbios de enero-junio del 2014. Unos 2.700 jóvenes liberados deben presentarse periódicamente ante sus esbirros para demostrar que no están inmersos en nuevas protestas. Cientos han documentado ante organismos internacionales las torturas de las que fueron objeto.
En la internacional de las espadas, los uniformados tenían a su cargo la represión pura y dura. En el Socialismo del Siglo XXI funcionan los “colectivos”, grupos de choque chavistas, análogos a la infames Comités de Defensa de la Revolución castristas, con licencia para matar, quienes tienen a sus espaldas a los genízaros de uniforme.
En los años 70, los regímenes democráticos criticaban a los abusadores de la DD.HH. y hasta los aislaban (EE.UU. se negó a tener nexos con el régimen de Luis García Meza, en Bolivia). Hoy parece existir una especie de solidaridad mafiosa. A la internacional de las espadas le ha reemplazado la “internacional de los corruptos, mentirosos y cínicos”. ¡Dios nos agarre confesados!