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Domingo 8 de noviembre del 2009
INSEGURIDAD: ¿UNA POLITICA OFICIAL?
Por
Hernán Maldonado
En Venezuela no es ninguna exageración decir que sus habitantes están tras las rejas y los ladrones libres en las calles. En los años 70 Carlos Andrés Pérez obtuvo no pocos votos al quejarse de que su predecesor Rafael Caldera le dejaba un país en el que "los padres no son capaces de dejar que sus hijos salgan a las calles".
Pero el hombre que había prometido mano dura contra la delincuencia debió tragarse sus palabras porque cuando le dejó el cargo a Luis Herrera Campíns, "ni los padres podían salir". Llegó a su apogeo la industria metalmecánica fabricante de millones de rejas protectoras de puertas y ventanas.
Mientras más se ampliaba la brecha entre ricos y pobres, más crecía la delincuencia. Los súbita cuadruplicación de los precios del crudo, de cinco a 20 dólares, abrió también las compuertas a una corrupción que aletargó y envileció a la dirigencia política. La democracia venezolana envejeció en apenas 40 años.
"Aquí lo que se necesita es mano militar", era el clamor popular simplista, pero que tampoco era muy proclive a un golpe. Por eso fracasó Hugo Chávez en sus intentonas de febrero y noviembre de 1992. Lo convencieron de que la ruta era electoral y así llegó al poder, previa amnistia y salida de la cárcel donde purgaba pena por golpista contumaz.
A sólo unas horas de haber asumido el cargo aquél 4 de febrero de 1999, Chávez dio luz verde a la delincuencia cuando en su discurso dijo: "Si un hombre tiene un niño enfermo y no tiene cómo comprarle la medicina, o la comida, ese hombre puede robar o hasta matar".
En sus casi 11 años de gobierno Chávez sólo en dos ocasiones se ha referido a la inseguridad. Las estadísticas oficiales señalan que en la última década han muerto 150.000 personas, la mayoria jóvenes menores de 25 años, en atracos, homicidios, asesinatos, asaltos. Cada fin de semana mueren 45 personas en Caracas.
El precio del barril de crudo subió el 2008 a 120 dólares. Chávez ha recibido alrededor de 1.000.000.000.000 de dólares (12 ceros y no nueve como equivocadamente escribí en mi artículo de la semana pasada) y lo que ha hecho es mantener un ejército de pedigueños y menesterosos, sin solucionar el problema de la pobreza.
La delincuencia, pues, se ha vuelto inmanejable para el Estado, a menos, como sostienen algunos analistas políticos, como Armando Durán, que se trate de una política gubernamental para mantener atemorizada a la población porque los dictadores generalmente quieren a la gente temblando en sus casas.
Durán recuerda que las revoluciones, como la francesa, rusa o la cubana se erigieron tras funcionar la guillotina o el paredón de fusilamiento. Si Chávez hubiera triunfado en 1992 habría hecho lo mismo (en sus discursos promete violencia a sus opositores y hasta freir sus cabezas en aceite), pero como no fue ese el caso, entonces tolera la inseguridad que se ha apoderado del país y que mantiene en vilo a la población.
La tesis de Durán invita a pensar. Como Evo Morales copia todo lo que hace Chávez, uno debería analizar a qué se debe ese incremento que se nota en Bolivia en los últimos años de atracos, asesinatos, asaltos, robos en ciudades y pueblos, violencia que parte hasta del propio oficialismo con sus grupos de choque en las calles o esos comandos de "inteligencia" como el que operó sangrientamente en abril en el Hotel Las Américas de Santa Cruz.
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