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Miércoles 2 de noviembre 2011
EL MARAVILLOSO ENCANTO DEL PODER
Por
Hernán Maldonado
Fidel Castro produjo este lunes otra de sus reflexiones para despotricar, esta vez, contra “las transnacionales del deporte tarifado”. Olvidó que sus deportistas concurren a eventos internacionales como empleados a tiempo completo del Estado cubano.
Hace muchísimo rato que el deporte aficionado sólo tiene vigencia en países muy pobres. Y aún allí esas “transnacionales” sueltan algo de sus fabulosas riquezas para uniformar a sus deportistas más con fines mercantilistas que filantrópicos.
Y es que la propaganda es muy importante para estas transnacionales. ¿Quién, pues, uniforma a los deportistas cubanos? Pero si hasta el barbudo líder formula su altisonante declaración vistiendo el uniforme de FILA…
Lo que Fidel nunca ha criticado, porque sería tirar una pedrada a su propio techo, es a esos dirigentes que se eternizan en sus cargos y que son los que entran en los negocios con esas “transnacionales”.
La FIFA, más importante que la propia ONU, desde 1904 sólo ha tenido 8 presidentes. Entre Jules Rimet y Joao Havelange han gobernado 57 años y, por lo que se ve, hay para rato Sepp Blatter, sucesor del brasileño en 1998.
El Comité Olímpico Internacional en poco más de un siglo ha tenido sólo 8 presidentes. Pierre de Coubertin, Avery Brundage y Juan A. Samaranch lo presidieron 69 años.
A nivel regional, la Confederación Sudamericana de Fútbol produjo desde 1916 poco más de media docena de presidentes. El uruguayo Héctor Rivadavia Gomez reinó 20 años, lo mismo que el peruano Teófilo Salinas Fuller, antecesor del actual, el paraguayo Nicolás Leoz que ya lleva 25 años.
En la AFA, desde 1893, se produjo una sana alternancia en el poder hasta que en 1979 llegó Julio Humberto Grondona y está todavía allí.
Pero Grondona no es el dirigente deportivo con más años en el cargo. Lo supera el mexicano Mario Vásquez Raña elegido en 1975 como líder de la Organización Deportiva Panamericana. Seguí de cerca su elección.
Dias previos a los VII Juegos Panamericanos José Beracasa confiaba en su reelección. El rico industrial venezolano, sin embargo, no pudo competir con el multimillonario mexicano. Gran parte de los presidentes de los comités olímpicos nacionales y sus familiares fueron invitados a los Juegos con todos los gastos pagados.
El día de la elección, el primer escrutinio dio una estrecha ventaja a Vásquez Raña y como había tres candidatos debía procederse a una segunda elección entre los dos más votados. Pero como todo parecía haberse digitado para que el mexicano ganara en la primera vuelta, uno de sus alabarderos se apoderó del micrófono.
Aunque le hacían señas de que la votación no había terminado, el microfonero se desgañitaba alabando las bondades del “elegido”. Finalmente calló. La mirada que le echó Vásquez Raña tuvo el efecto de un certero balazo. Tras un cuarto intermedio y entre indisimuladas risas, se procedió a la segunda votación y el mexicano inició su reinado que ya lleva 36 años.
Once años más tarde me tocó cubrir la Copa Mundial México-86 y Vásquez Raña se convirtió en mi poderoso jefe tras comprar la United Press International.
Le debió gustar la forma en que cubrimos ese torneo porque al finalizar nos invitó al jefe de la mesa en inglés, Mike Hughes, y a mi, a regresar a Washington en uno de sus aviones particulares.
Me retrotraje a los años 70. Ciertamente nada debió costarle trasladar en sus aviones a los que lo eligieron en el cargo. Wisky en mano, quizás estaba yo sentado en alguno de los asientos usados comunmente por algún presidente de un Comité Olímpico. ¡Ah, el maravilloso encanto del poder!
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