Lunes 6 de enero del 2003
¡BUENA SUERTE MI CORONEL!
Por
Hernán Maldonado
El coronel Lucio Edwin Gutiérrez Borbúa asumirá la próxima semana la presidencia del Ecuador ungido por el 54.3 por ciento de los votos de sus compatriotas, ansiosos de que su país se recupere de una aguda inestabilidad política y una desastrosa situación económico-social.
Comienza "una lucha pacífica para romper las cadenas que atan al Ecuador a la más espantosa corrupción, para cambiar las estructuras del Estado y para fortalecer las instituciones democráticas", según el flamante mandatario.
Gutiérrez se describe como un hombre de profundas convicciones cristianas, respetuoso de la propiedad privada y de los Derechos Humanos.
No le gusta que lo comparen con el presidente venezolano Hugo Chávez, con quien parece tener sólo en común el haber encabezado un golpe de Estado y posteriormente haber llegado al poder por la vía de las urnas.
La empresa que se ha puesto sobre los hombros es grande. Necesitará de éxitos inmediatos para demostrar lo mejor de sus intenciones para no decepcionar a miles de sus seguidores, la mayoría integrantes de los sectores más desposeidos del Ecuador.
La tarea no será fácil. La oligarquía ecuatoriana ya le mostró una vez los dientes y este domingo se apoderó del Congreso al elegir como vicepresidente a Guillermo Landázuri, al no ponerse de acuerdo los diferentes grupos que apoyan a Gutiérrez.
Los desacuerdos no permitieron la elección del presidente de la Asamblea, que correspondería al ex presidente León Febres Cordero, cuyo Partido Social Cristiano logró la primera mayoría en los comicios legislativos. Febres Cordero deshoja la margarita.
Gutiérrez, aparte de militar, es ingeniero civil, licenciado en administración, diplomado en alta gerencia y en liderazgo estratégico. Cuando la mini-guerra contra Perú, en 1995, fue asignado a labores de apoyo en comunidades rurales. Allí supo del abandono en que vive el indígena ecuatoriano.
Un año después fue nombrado edecán del extravagante presidente Abdalá Bucaram, a quien desobedeció para aplastar a las multitudes que pedían su renuncia. Luego que el Congreso destituyó a Bucaram por "insanía mental", el nuevo presidente Fabian Alarcón lo retuvo como su edecán.
Cuando el presidente Jamil Mahuad asumió el poder, Gutiérrez acababa de ser ascendido a coronel y supuestamente envió una carta al comandante de las Fuerzas Armadas, general Carlos Mendoza, con fuertes críticas a Mahuad por sus medidas económicas que asfixiaban al pueblo ecuatoriano.
En esa carta planteaba que los militares debían realizar una "revolución democrática" y al no haber sido escuchado se unió a las protestas indígenas que culminaron con el derrocamiento de Mahuad el 21 de enero del 2000. Apareció encabezando una Junta de Gobierno de Salvación Nacional.
La Junta duró sólo unas horas. Los militares contaron sus cañones y Gutiérrez llevaba las de perder. Surgió un Consejo de Estado, encabezado por Mendoza, que en horas hizo que el Congreso destituyera a Mahuad "por abandono de funciones" y eligiera al vicepresidente Gustavo Noboa.
Los sectores populares no ocultaron su frustración. Estaban seguros que la oligarquía ecuatoriana les escamoteó el poder.
Tras un breve encarcelamiento que terminó con una amnistía, Gutiérrez pidió su baja del ejército y se convirtió en un político dispuesto a reencauzar la rebelion popular "nacida de las entrañas mismas del pueblo ecuatoriano", que aquél 21 de enero se había dado "horas de libertad, dignidad y autoestima".
Ahora se propone refundar el país. Cree que el problema del Ecuador "no es el económico ni el social, sino el ético". Anuncia medidas draconianas contra la corrupción.
Desde que ha sido elegido ha moderado su lenguaje antiyanqui. Ya no aspira a que Estados Unidos deje de operar la base militar de Manta. Viajó a Washington, fue bien recibido en la Casa Blanca y aseguró al Fondo Monetario Internacional que su gobierno respetará la dolarización y que cuidará la austeridad fiscal.
Gutierrez es el quinto presidente de Ecuador en los últimos seis años. Su elección pone fin a una era de inestabilidad política y abre una gran interrogante sobre el futuro inmediato del país en lo económico y social. ¡Buena suerte mi coronel!
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