Domingo 25 de enero del 2004
HAY BRONCA EN LOS CUARTELES
Por
Hernán Maldonado
En Bolivia todavía no hay ruido de sables, pero hay bronca en los cuarteles.
Bronca contra los políticos, bronca contra los anarco-sindicalistas, bronca contra los cocaleros. Bronca contra el desorden por todo y por nada.
¿La represión que vimos en febrero y octubre del 2003 en La Paz y El Alto sería una muestra de esa bronca?
Difícil saberlo. Lo único cierto es que ninguno de los uniformados fue ni será llevado ante la justicia ordinaria.
Tampoco han sido juzgados los que en octubre dejaron moribundo a palazos al capitán de corbeta Wilfredo de la Barra en El Alto.
El militar regresaba a Chúa en una motocicleta. Fue interceptado por la turbamulta. Cuando saquearon el vehículo encontraron la ropa del militar. Ese fue su delito. Lo salvó agonizante el padre Obbermayer y una mujer, con un hijo soldado, que se arrodilló pidiendo clemencia a los "defensores del gas".
Tampoco fue juzgado el parlamentario que en Mallasa encabezó la quema de un camión militar. Y ningún jefe fue responsabilizado de haber enviado allí a esos nueve soldados con fusiles sin munición, quienes fueron desarmados y vejados, según las imágenes "en vivo y en directo" de la televisión.
¿Y bueno, pero si hay toda esa bronca, como es que hasta ahora no hay ruido de sables?, pregunté en Cochabamba a un jefe militar.
"Lo que ocurre es que nuestras quejas llegan hasta los altos mandos y allí mueren. Los generales en lo único que piensan es en su próximo retiro", me contestó.
La bronca llega hasta los mandos medios. Estos militares están cansados de oir a diputados describir a la bandera nacional como un trapo cualquiera o denostar los otros símbolos patrios.
Estos hombres, para la mayoría de los cuales su jornada empieza a las 5 de la mañana en todos los confines del territorio nacional, mantienen los dientes apretados al escuchar proclamas de desmembración de la patria.
No entienden cómo el Estado no enjuicia a líderes sindicales que se mofan con palabras hirientes del planteo del presidente Carlos Mesa en Monterrey, respecto a la causa marítima, considerándola como una posición "distraccionista" de los asuntos políticos internos.
Tienen, además, como un puñal clavado en el pecho las muertes de militares, no en batallas francas, sino a traición, emboscados, en las selvas del Chapare, sin que hasta ahora ningún culpable haya sido encarcelado.
Hay bronca contra los parlamentarios que ahora se hacen los "legalistas" para objetar la aprobación del convenio con Estados Unidos para que sus militares, en caso de abusos contra los derechos humanos, no sean juzgados por la Corte Penal Internacional, sino por sus propias cortes.
Washington, por ese motivo, está a punto de cancelar la limosna de dos millones de dólares que otorga anualmente a las Fuerzas Armadas.
Y hay bronca porque nuestros militares, desde hace rato, deben comprarse con dinero de sus propios bolsillos sus uniformes, es decir, los pantalones, las chaquetas, los zapatos, las medias y la ropa interior.
"¿Usted ha visto esto en algún otro ejército", me preguntó indignado mi ocasional contertulio.
Me hizo recuerdo a un artículo aparecido el año pasado en "El Deber" de Santa Cruz que refería que los policías estaban siendo obligados no sólo a comprarse sus propias armas, sino hasta las balas.
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