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Domingo 26 de diciembre del 2010
LA EFIMERA GLORIA
Por
Hernán Maldonado
Han pasado 36 años, pero me parece que fuera ayer. Las mujeres arrojaban flores a sus pies y los hombres alfombraban con sus camisas el suelo para que "el hombre que camina" no se encharcara. Recorría Venezuela triunfante bañado en multitudes. Parecía que gobernaría hasta el fin de sus días.
Carlos Andrés Pérez, que murió hoy en Miami, reemplazó en 1974 en la presidencia a Rafael Caldera con la fortuna de que el precio del barril de petróleo de poco más de cuatro dólares se disparó a más de 20. La Venezuela saudita empezó a gastar a manos llenas. Los venezolanos empezaron a ser llamados en Miami los "dame-dos", porque todo les parecia tan barato que compraban por duplicado.
La propaganda oficial era tan intensa que hacía estúpida la recomendación de Luis Herrera Campins, quien sería su sucesor, para que se administrara la abundancia con criterio de escasez. Nadie parecía caer en cuenta que lo que habia era una escasez de criterio.
Pérez buscaba también el liderazgo continental aprovechando las tribulaciones nicaragüenses y no perdía ocasión en organizar cónclaves internacionales o asistir a encuentros con otros mandatarios a los que ofrecía el oro y el moro. Le importaba un bledo abrazarse con los dictadores Rafael Videla y Hugo Bánzer o mantener secretos vínculos con Fidel Castro.
Recuerdo un viaje suyo a Carora en aquellos días. Fue a inaugurar un pequeño central azucarero. Mientras los periodistas ibamos en autobús al lugar de la ceremonia, veíamos a miles de hombres y mujeres por polvorientos caminos del llano venezolano ansiosos de estar cerca de su líder aquél ardiente mediodía.
Una malla de acero cercaba un campo de unas cinco hectáreas. Bajo un enorme toldo estaban centenares de invitados. A la vista se cocian enormes retazos de carne ensartados en largos palos formando un cono sobre llameantes carbones. Calculo que se sacrificaron medio centenar de reses. En un cercano galpón se amontonaban montañas de cajas de cerveza y whisky.
Contra su costumbre, el locuaz Pérez fue breve. Entonces caí en cuenta que miles de personas, al grito de "Carlos Andrés, Carlos Andrés", trataban de derribar las vallas de contención ante el estupor de la guardia presidencial.
El mandatario resolvió partir inmediatamente y apenas se elevó el helicóptero, la multitud irrumpió en el lugar apoderándose de todo cuanto hallaba a su paso. En un santiamén fue saqueado el galpón, mientras por aquí y por allá la gente corría cargando pesados trozos de carne a medio cocer o los arrastraban grotescamente.
Una era la propaganda oficial de una Venezuela feliz y otra la realidad. Pérez perdió el poder más tarde, pero era tan popular que volvió después aunque finalmente para ser destituido por la malversación de unos 200.000 dólares entregados como cooperación a la nicaragüense Violeta Chamorro. Suma ridícula si se compara con el manirrotismo del petrodictador Hugo Chávez, porque el crudo venezolano se vende a más de 80 dólares el barril, lo que le permite tener en su puño a varios gobiernos latinoamericanos.
De estas realidades históricas no parecen darse por enterados nuestros actuales gobernantes. Creen que el poder es eterno. Ultimamente el anciano y enfermo Pérez languidecia en su exilio de Miami. Todos se mostraron sordos a su clamor de que se le permitiera volver para morir en su patria.
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