Domingo 28 de septiembre del 2003
EL ESTALLIDO DE LA BRONCA
Por
Hernán Maldonado
La crisis en la que se debate estos días la atribulada Bolivia tiene causas lejanas, profundas, actuales en medio de una desesperanza de los sectores más pobres del país que no vislumbran un futuro mejor.
Esa profunda frustración se traduce en un gigantesco malestar social que se abraza a cualquier excusa, justa o injusta, para producir manifestaciones callejeras, huelgas o bloqueos de caminos que semiparalizan el país.
La fotografía fue elocuente. En la ceremonia en la que los socios gubernamentales firmaron la semana pasada el acuerdo patrocinado por la Iglesia Católica, el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, estrecha la mano de su socio Johnny Fernández.
El contumaz deudor del Estado, el hombre al que ni el anterior gobierno ni éste es capaz de hacerle pagar sus deudas, orondo se pasea por el Palacio de Gobierno donde tiene por socio nada menos que al presidente de los bolivianos.
Cuando la Dirección de Impuestos Internos intentó rematar sus bienes para cobrar la deuda que llega a 10 millones de dólares y que se remonta a más de una década, el señor Fernández advirtió a los potenciales adjudicatarios: "No se compren problemas".
Su amenaza surtió efecto. Si el Estado boliviano como tal es incapaz de hacerle pagar sus deudas, ¿cómo un simple mortal puede desafiar a éste campeón de la pleitomanía?
Empero es éste mismo Estado de la Bolivia corrupta el que no perdona ni un centavo a otros contribuyentes, inclusive a los humildes vendedores callejeros a los que diariamente se les cobra "el sentaje".
La fase judicial del caso Fernández terminó no ayer, sino hace mucho tiempo y es el Poder Ejecutivo, el gobierno, el que debe hacer cumplir esa sentencia. Pero como el interés político lamentablemente está por encima del interés nacional, la componenda y el contubernio prevalecen para que un pez gordo nos saque la lengua el resto de los bolivianos.
Cuando se deben millones al Estado, la fórmula pareciera ser ponerse fuerte, desafiante y tener carta blanca para entrar al Palacio de Gobierno. Y Fernández no es el único, hay otros peces gordos "intocables".
Estas conductas alimentan la bronca que se ve estos días en las calles, al margen de las motivaciones que unos líderes demagogos ponen como excusa para que se desate la violencia, principalmente en La Paz y El Alto.
El razonamiento es sencillo. A mi me quieres cobrar miserias que tengo que pagártelos aun quitándole el pan de la boca de mis hijos, pero a tu socio que debe millones no le cobras porque necesitas sus cinco votos en el parlamento. ¿Si o no?
La bronca también es porque los pobres, la indiscutible mayoría del país, se sienten burlados porque prominentes políticos movimientistas, miristas, ucesistas y eneferistas andan libres sin que prosperen los juicios para encarcelarlos por corruptos.
En que han quedado, pues, los casos de la Chitochatarra, del avión Bechcraft, de las luminarias chinas, de los terrenos de Mallasilla, de las vacunas, del contrabando de carne, del Banco Bidesa, de los fondos malversados tras el terremoto de Aiquile, etc, etc.
¿Se ha producido alguna sentencia? Pamplinas. Todo esto simplemente demuestra que hay un gobierno que no gobierna, que hay un Estado en el que las instituciones no funcionan, llámense Poder Judicial, Legislativo o Ejecutivo.
¿Alguien se ha preguntado cuántos hospitales funcionarían mejor si los deudores empedernidos pagaran? ¿Cuántas escuelas podrían abrirse en el campo? Quizás habría dinero para aumentar sueldos a los maestros. Talvez, ni un niño en Bolivia se iría con hambre a la cama.
Y de esta bronca, además, se aprovechan los "filipos" que despotrican contra el neoliberalismo pegados al Internet o sus teléfonos celulares, símbolos tangibles de la globalización a la que tanto critican, que no parecen servirles para enterarse de que ya no existe el Muro de Berlín ni la Unión Soviética.
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