Dos fotografías tuvieron la semana pasada un despliegue mundial. La más destacada fue en la que aparecen los autoritarios Nicolás Maduro y Evo Morales dentro de una vagoneta junto con el casi nonagenario dictador cubano Fidel Castro.
Los presidentes de Venezuela y Bolivia, respectivamente, fueron los únicos de la ALBA que viajaron miles de kilómetros (sin que les cueste un centavo de sus bolsillos) a festejar a Castro con motivo de sus 89 años.
La otra foto tiene que haberle dolido en el alma a los soldados bolivianos sobrevivientes de la guerrilla de Ñancahuazú y a su familiares porque su presidente, junto con su canciller, David Choquehuanca, brindan con Castro, quien envió a Bolivia a Ernesto “Che” Guevara para lo que era su sueño: Convertir a sangre y fuego la Cordillera de Los Andes en una gigantesca Sierra Maestra.
En la misma foto aparece el anciano junto con su mujer Dalia Soto del Valle y Maduro con su “primera combatiente”, Cilia Flores. ¡Qué lejanos los tiempos en que el glorioso ejército de Simón Bolívar les hizo morder el polvo de la derrota a los invasores castristas en las playas de Machurucuto!
Ese ejército desapareció rendido a los pies de Castro, entregado vilmente por ese gran traidor de la patria venezolana, Hugo Chávez Frías. Tan desastrosa es la entrega que hasta hoy flamean en cuarteles venezolanos simultáneamente la bandera nacional y la cubana porque, según Raúl Castro, “Cuba y Venezuela somos la misma cosa”.
Lo que Castro no pudo con sus armas, lo consiguió prometiéndoles el poder a unos ambiciosos a cambio de servicios de inteligencia, asesores políticos y militares, entrenadores deportivos, técnicos en informática, médicos y paramédicos.
En Bolivia, según testimonios que están haciéndose públicos, Castro orquestó el derrocamiento del gobierno democrático de Gonzalo Sánchez de Lozada. Varios fueron los políticos tentados, hasta que Morales fue el escogido.
Para muchos es una enorme incógnita cómo es que un hombre casi iletrado llegó al poder y se encuentra en él desde hace casi una década. La respuesta hay que encontrarla en los secretos asesores cubano-venezolanos que gobiernan desde las sombras.
Morales en su primer acto de gobierno descabezó la cúpula militar. Obvio que esa no fue una decisión de los recién llegados al poder. Chávez estaba ansioso de tener satélites en su afán de convertirse en líder continental. Para tranquilizar a los militares les regaló $5 millones para “reparar cuarteles…”
Los militares en Bolivia se desprestigiaron tanto en función de gobierno, que no se animaron a ninguna nueva aventura, pero le hicieron saber a Morales en varias oportunidades que están lejos de ser “socialistas”, como gritan los militares chavistas en Venezuela.
El propio Chávez lo comprobó al llegar una madrugada a Cochabamba. Frente a la Guardia de Honor gritó: ¡Patria Socialista…! Esperó en vano que los soldados le respondieran: ¡O muerte! Sepulcral silencio.
Evo podrá festejar a su “abuelo sabio” (ahora que ha crecido políticamente un poco, dice que es su “hermano mayor”), pero lo que no ha podido hacer hasta ahora es asistir alguna vez a un homenaje a los soldados sobrevivientes que derrotaron al Che Guevara. ¿A quién se referirá su vicepresidente Alvaro García Linera cuando critica a los “apátridas”?