Domingo 29 de octubre del 2006
BOLIVIA VISTA DESDE ARGENTINA
Por
Hernán Maldonado
Bolivia es noticia en Argentina. No por nada es uno de nuestros principales clientes gasíferos. Pero también es noticia por los cambios políticos a que aspira Evo Morales con el espaldarazo de su colega argentino Nestor Kirchner y la bendición que llega desde el norte de Fidel Castro y su pontífice de moda, Hugo Chávez.
Hace unos años había que hojear cuidadosamente la prensa argentina para encontrar alguna noticia boliviana. Ahora es diferente. Bolivia se ha vuelto importante. Lo muestra la cotidianidad de las notas sobre el país y en el centimetraje.
El trato de la noticia es respetuoso. Hay cierta expectativa por lo que pueda hacer Morales, por los cambios estructurales que pueda ensayar o concretar. Hay, si se quiere, una especie de curiosidad por el ascenso de las masas indígenas al poder.
Las expectativas son diversas según los círculos en los que se hable de Bolivia. Para los izquierdistas, Bolivia está viviendo una transformación profunda. Hay una indisimulada solidaridad con los "marginados" que por primera vez accedieron al poder político.
En ese mar de librerias y puestos de ventas de periódicos y revistas, que a las claras hablan de una indeclinable vocación cultural argentina, se venden libros de diversas autorias sobre el "proceso boliviano", sobre Morales, sobre el Chapare y su incidencia en la situación política, etc.
En sectores conservadores argentinos, los interlocutores son cautos para expresar su opinión. Creen que Morales lleva todavía muy poco en la presidencia. Sin embargo se advierte en sus análisis perspectivas pesimistas a partir de lo que consideran una extremada dependencia de Morales del chavismo y del castrismo.
Pero los argentinos estos días tienen sus propios problemas como para estar buscando liderazgos regionales. En medio de sus bullentes calles y preciosas avenidas atiborradas de prósperos comercios y de ávidos compradores nacionales y extranjeros, subyace una pobreza extrema.
Los "cartoneros" son la otra cara de la Argentina actual. Apenas empieza a oscurecer, miles de hombres y mujeres, de todas las edades y hasta niños, se abalanzan sobre las gigantescas bolsas de basura para recolectar plásticos y cartones para venderlos a los reprocesadores.
Los restaurantes llenos de parroquianos parecen un mentís a esa realidad. No hay nada como un bife de chorizo y una botella de vino por un precio casi ridículo para el turista europeo o estadounidense.
"La cosa siempre es difícil aquí, pero mientras haya comida, de una u otra manera para todos, aquí nunca pasará nada", me dice un taxista.
"Además, el domingo hay una nuevo clásico (en la Argentina hay muchos clásicos futbolísticos) y la gente se olvida de todo", agregó.
Yo tengo mis dudas. La gente no se olvida de muchas cosas. Juan Domingo Perón, aun de muerto, vive de una u otra manera entre los argentinos. Los une o los divide, inclusive a balazos, como acaba de ocurrir estos días durante el traslado de sus restos a la Quinta de San Vicente.
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