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Miércoles 14 de julio de 1999


BOLIVIA: EL VOTO DE LOS "EXTRANJEROS"

Por Hernán Maldonado


Miami - Los bolivianos residentes en el extranjero dejarán de ser ciudadanos de segunda si prospera - en los hechos - la propuesta del Foro por la Democracia y el Desarrollo para que se les permita ejercer el derecho de voto dondequiera que se encuentren.

La audaz iniciativa planteada por mentes modernas, choca de entrada con criterios ultranacionalistas y una pesada burocracia estatal, aceitada por intereses de grupos políticos con poca visión de la realidad y mucho menos de futuro.

El Foro, que reunió en la última semana de mayo a destacados profesionales, anunció que buscará que su propuesta se materialice en el Congreso. Pero, a menos que se busque las formas de mantener un "lobby" permanente, creo que la iniciativa corre el riesgo de perderse en la noche de los tiempos.

Lamentablemente a nuestra clase política - la de hoy y la de ayer - no le interesa la diáspora. Un boliviano puede enfermarse, morirse, estar en líos en el exterior y su embajada respectiva, con alguna honrosa excepción, se hace la del otro viernes.

Cuando el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada visitó Miami durante la Cumbre de las Américas, se reunió con medio millar de compatriotas a los que prometió que su gobierno impulsaría la doble nacionalidad, el otro tema pendiente de nuestros legisladores.

"Sé lo que se sufre viviendo en el exterior, porque yo he vivido 20 años fuera. Sé lo que se siente. Y es que Bolivia es como el matrimonio: los que están adentro quieren salir, y los que están afuera quieren entrar...", dijo Sánchez de Lozada en su peculiar manera de utilizar las figuras retóricas.

Con una mayoría en el Congreso, se pensó que al regresar al país haría buena su promesa. Simplemente se olvidó.

Ahora el Foro, sin tocar aquél otro importante aspecto de la doble nacionalidad, plantea la necesidad de que el boliviano residente en el extranjero contribuya con su voto a la formación de los poderes públicos.

La oposición a esa tesis ya ha asomado vigorosa y lamentablemente no proviene de individuos de escasas luces, sino de hombres respetables como Alberto Zuazo Nathes, mi compañero de 100 batallas en la United Press International.

Según Alberto los bolivianos en el exterior "pierden la cualidad de emitir un juicio sobre los acontecimientos nacionales", porque cree que todavía vivimos en el tiempo de la transmisión de las noticias por Morse o teletipo. En realidad un boliviano en Suecia, Argentina o Estados Unidos, está una docena de veces mejor informado de lo que pasa en el país que cientos de compatriotas residentes en Pucarani, a 25 kilómetros de la sede del gobierno.

Esos miles de bolivianos en el exterior tienen acceso a los principales diarios del país a través de la gran autopista cibernética. En gran parte de Estados Unidos, Europa y América Latina ven los informativos de televisión nacionales diariamente - algunos como P.A.T. dos veces por día - a través de la Cadena Sur de Panamericana de Televisión del Perú... Definitivamente el Internet ha hecho del mundo una aldea global.

Alberto cree también que una votación numerosa proveniente de los bolivianos en el extranjero podría "distorsionar completamente" los resultados de las elecciones nacionales. El voto es un derecho y un deber democrático y su ejercicio no puede llevar a sembrar temores, como insinúa cuando dice que en el caso de elecciones reñidas la decisión "vendría del exterior".

"Sería una forma de escamotear el voto interno que, en primera instancia, merece el mayor de los respetos", dice Alberto y yo le preguntaría: ¿el mayor de los respetos?, ¿De qué respetos?

En Miami, no hace ni un año que el todopoderoso alcalde Xavier Suárez fue echado del cargo por un juez que estableció que a su elección contribuyeron votos viciados de los ausentes (los que votan por correo: ciudadanos de viaje, ancianos que no pueden ir a los centros de votación. enfermos, etc). Esto, sí, es hacer respetar la voluntad del electorado.

En el aspecto burocrático, Alberto cree que hará falta inflar nuestras legaciones en el extranjero para inscribir a los emigrantes. Olvida que de acuerdo a ley, las embajadas y consulados ejercen la función de notarías.

Alberto también sostiene que el día de las elecciones tendrían que habilitarse mesas de votación con "cuerpos desprendidos de la Corte Electoral para realizar el escrutinio". Todo esto es abrir la manguera sin que se haya producido el fuego.

Bolivia no sería el primer país en ampliar sus elecciones a sus "extranjeros". Uruguay, Argentina, Chile, Colombia, Venezuela, entre otros, ya lo practican desde hace bastante tiempo sin los traumas que avizora Alberto para los bolivianos.

En su nota aparecida en La Razón el 3 de junio, Alberto concluye su nota así: "Y todo esto, ¿de qué serviría a los emigrantes? Ellos no se beneficiarían ni perjudicarían con los aciertos o desaciertos que cometan los elegidos. Sus efectos los tendrán que sobrellevar los que residen en el país. ¿Es justo?"

O sea que Alberto propone, o poco menos, que hay que tirarles la puerta en las espaldas a los que se fueron. Pero esa no es la realidad. Miles de bolivianos que han salido del país como exiliados voluntarios o forzosos tienen permanentemente uno de sus pies en Bolivia.

Son los que contribuyen enormemente a la economía del país con sus remesas mensuales a sus familiares. Son esos miles que de febrero a septiembre hacen poner el letrerito de "no hay pasajes" en los vuelos internacionales del Lloyd Aéreo Boliviano, los que adquieren en su terruño el terrenito o la casita, el autito "para cuando vuelva..", etc.

Todos estos bolivianos tienen tanto o más derecho al voto que esos compatriotas que no pagan impuestos, que utilizan los servicios públicos, que reciben subsidios del estado, o de esos otros miles que ni siquiera pueden leer un periódico, que no tienen acceso a la televisión y a los que los nuevos amos los han convertido en pongos políticos.

En una hora en que desaparecen las fronteras, las monedas; cuando estamos en los umbrales de un nuevo siglo, con su abrazo globalizador, es inútil encerrarnos entre nuestras montañas en nombre de un nacionalismo de ribetes provincianos y peor todavía contra compatriotas a los que el país no supo retener.