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BOLIVIA: EL VOTO DE LOS "EXTRANJEROS"
Por
Hernán Maldonado
La audaz iniciativa planteada por mentes modernas, choca de entrada
con criterios ultranacionalistas y una pesada burocracia estatal, aceitada
por intereses de grupos políticos con poca visión de la realidad y mucho
menos de futuro.
El Foro, que reunió en la última semana de mayo a destacados profesionales,
anunció que buscará que su propuesta se materialice en el Congreso. Pero, a
menos que se busque las formas de mantener un "lobby" permanente, creo que la
iniciativa corre el riesgo de perderse en la noche de los tiempos.
Lamentablemente a nuestra clase política - la de hoy y la de ayer - no le
interesa la diáspora. Un boliviano puede enfermarse, morirse, estar en líos
en el exterior y su embajada respectiva, con alguna honrosa excepción, se
hace la del otro viernes.
Cuando el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada visitó Miami durante la Cumbre
de las Américas, se reunió con medio millar de compatriotas a los que
prometió que su gobierno impulsaría la doble nacionalidad, el otro tema
pendiente de nuestros legisladores.
"Sé lo que se sufre viviendo en el exterior, porque yo he vivido 20 años
fuera. Sé lo que se siente. Y es que Bolivia es como el matrimonio: los que
están adentro quieren salir, y los que están afuera quieren entrar...", dijo
Sánchez de Lozada en su peculiar manera de utilizar las figuras retóricas.
Con una mayoría en el Congreso, se pensó que al regresar al país haría buena
su promesa. Simplemente se olvidó.
Ahora el Foro, sin tocar aquél otro importante aspecto de la doble
nacionalidad, plantea la necesidad de que el boliviano residente en el
extranjero contribuya con su voto a la formación de los poderes públicos.
La oposición a esa tesis ya ha asomado vigorosa y lamentablemente no proviene
de individuos de escasas luces, sino de hombres respetables como Alberto
Zuazo Nathes, mi compañero de 100 batallas en la United Press International.
Según Alberto los bolivianos en el exterior "pierden la cualidad de emitir
un juicio sobre los acontecimientos nacionales", porque cree que todavía
vivimos en el tiempo de la transmisión de las noticias por Morse o teletipo.
En realidad un boliviano en Suecia, Argentina o Estados Unidos, está una
docena de veces mejor informado de lo que pasa en el país que cientos de
compatriotas residentes en Pucarani, a 25 kilómetros de la sede del gobierno.
Esos miles de bolivianos en el exterior tienen acceso a los principales
diarios del país a través de la gran autopista cibernética. En gran parte de
Estados Unidos, Europa y América Latina ven los informativos de televisión
nacionales diariamente - algunos como P.A.T. dos veces por día - a través de
la Cadena Sur de Panamericana de Televisión del Perú... Definitivamente el
Internet ha hecho del mundo una aldea global.
Alberto cree también que una votación numerosa proveniente de los bolivianos
en el extranjero podría "distorsionar completamente" los resultados de las
elecciones nacionales. El voto es un derecho y un deber democrático y su
ejercicio no puede llevar a sembrar temores, como insinúa cuando dice que en
el caso de elecciones reñidas la decisión "vendría del exterior".
"Sería una forma de escamotear el voto interno que, en primera instancia,
merece el mayor de los respetos", dice Alberto y yo le preguntaría: ¿el mayor
de los respetos?, ¿De qué respetos?
En Miami, no hace ni un año que el todopoderoso alcalde Xavier Suárez fue
echado del cargo por un juez que estableció que a su elección contribuyeron
votos viciados de los ausentes (los que votan por correo: ciudadanos de
viaje, ancianos que no pueden ir a los centros de votación. enfermos, etc).
Esto, sí, es hacer respetar la voluntad del electorado.
En el aspecto burocrático, Alberto cree que hará falta inflar nuestras
legaciones en el extranjero para inscribir a los emigrantes. Olvida que de
acuerdo a ley, las embajadas y consulados ejercen la función de notarías.
Alberto también sostiene que el día de las elecciones tendrían que
habilitarse mesas de votación con "cuerpos desprendidos de la Corte Electoral
para realizar el escrutinio". Todo esto es abrir la manguera sin que se haya
producido el fuego.
Bolivia no sería el primer país en ampliar sus elecciones a sus
"extranjeros". Uruguay, Argentina, Chile, Colombia, Venezuela, entre otros,
ya lo practican desde hace bastante tiempo sin los traumas que avizora
Alberto para los bolivianos.
En su nota aparecida en La Razón el 3 de junio, Alberto concluye su nota así:
"Y todo esto, ¿de qué serviría a los emigrantes? Ellos no se beneficiarían ni
perjudicarían con los aciertos o desaciertos que cometan los elegidos. Sus
efectos los tendrán que sobrellevar los que residen en el país. ¿Es justo?"
O sea que Alberto propone, o poco menos, que hay que tirarles la puerta en
las espaldas a los que se fueron. Pero esa no es la realidad. Miles de
bolivianos que han salido del país como exiliados voluntarios o forzosos
tienen permanentemente uno de sus pies en Bolivia.
Son los que contribuyen enormemente a la economía del país con sus remesas
mensuales a sus familiares. Son esos miles que de febrero a septiembre hacen
poner el letrerito de "no hay pasajes" en los vuelos internacionales del
Lloyd Aéreo Boliviano, los que adquieren en su terruño el terrenito o la
casita, el autito "para cuando vuelva..", etc.
Todos estos bolivianos tienen tanto o más derecho al voto que esos
compatriotas que no pagan impuestos, que utilizan los servicios públicos, que
reciben subsidios del estado, o de esos otros miles que ni siquiera pueden
leer un periódico, que no tienen acceso a la televisión y a los que los
nuevos amos los han convertido en pongos políticos.
En una hora en que desaparecen las fronteras, las monedas; cuando estamos en
los umbrales de un nuevo siglo, con su abrazo globalizador, es inútil
encerrarnos entre nuestras montañas en nombre de un nacionalismo de ribetes
provincianos y peor todavía contra compatriotas a los que el país no supo
retener.
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