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LOS VENDEDORES DE ILUSIONES
Por
Hernán Maldonado
"Señoras y caballeros", empezó su respetuoso saludo para recordarnos luego
que iniciabamos un largo viaje. Nos invitó a relajarnos lanzándose con una
tira de cuentos, para algunos de los cuales pidió a los padres que taparan
las orejitas de los niños.
Cuando las carcajadas se hicieron más sonoras, el hombre dijo: "Señoras y
caballeros, para que su viaje sea más placentero, ahora pasaré a obsequiarles
a cada uno de ustedes un paquetito de chocolates. No les estoy vendiendo",
subrayó. Y distribuyó todo el contenido de la caja de zapatos.
Cuando concluyó, tomó otra vez la palabra. "Señoras y caballeros. Yo me gano
la vida honradamente. Mi otra opción sería dedicarme a robar", dijo
estudiadamente. "Los chocolates que les he entregado son un obsequio, como
les dije al comienzo, pero volveré a pasar ahora por si ustedes también me
quieren obsequiar algo", dijo dirigiéndose a la parte posterior del autobús.
Desde allí, como para convencer a los últimos indecisos, se disparó así: "Yo
no soy un vendedor de ilusiones. Yo no me paro en una plaza pública para
vender pomaditas para curar el hígado, jarabes para el cáncer o pociones
contra la infidelidad... Yo no vivo del engaño..."
Cuando llegábamos a El Alto, el hombre había acabado su faena. En la caja se
veía algunos chocolates devueltos, pero había una suma que duplicaba cuando
menos la inversión. Creo que a la gente le gustó su honestidad.
"No soy un vendedor de ilusiones". La frase me dejó pensando. ¿Cuántos ya he
visto en estos 44 años de periodismo? ¿A cuántos he escuchado?
Creo que al primero que vi fue al ex canciller movimientista José Fellman
Velarde cuando en los peores momentos de la crisis económica del periodo
1952-56, ante 8,000 mineros malpagados les dijo en el Teatro al Aire Libre:
"Les pido unos meses de paciencia. Si dentro de un año no mejora la
situación, cuélguenme del primer farol que encuentren".
Ahora a unas horas de la triste y vergonzosa eliminación de Bolivia de la
Copa América, recuerdo otra vez aquella frase. Me apena que no escarmentemos.
Que sigamos siendo engañados por los vendedores de ilusiones. Por los que
todavía se hacen las Américas a costa nuestra.
No hace ni 10 días que el argentino Héctor "Bambino" Veira nos vendía el
cuento de que el equipo que llevaba a Paraguay estaba "para luchar por el
título...". Una derrota, dos empates. Un solo gol en 270 minutos de fútbol,
le enrostran la mentira.
Desde que fue contratado puse en duda su capacidad para dirigir a nuestra
selección. Los magros resultados de la gira por Centroamérica y Estados
Unidos reafirmaron mi creencia de que había que echarlo y entregar el equipo
a un nacional y ahorranos la friolera de un sueldo de 1,000 dólares diarios
trabaje o no trabaje.
Pese a mi convencimiento de que íbamos derechito al fracaso, me había
propuesto no escribir más sobre nuestra selección y sobre Veira hasta que
acabara la Copa América, pero la demagogia rampante del "Bambino" y la
afirmación de mi hijo Mauricio de que no "tengo derecho a quitarle las
ilusiones a mis compatriotas" me obligaron a escribir la nota de la semana
pasada previa a la inauguración del torneo.
Hoy, cuando velamos otro fracaso, Mauricio está compungido. Rabioso. No
quiere discutir o analizar los partidos. Creía en los triunfos, creía en que
por lo menos conservaríamos el subcampeonato. No le cabe en la cabeza que no
le hayamos podido ganar ni a Japón.
Y creo que, como él, miles de miles creyeron en el cuento de Veira.
Y así, como a Veira, les creemos una y otra vez las mentiras y la demagogia a
nuestros políticos. Nos comimos el cuento de la creación de los 500,000
empleos que nos ofreció Gonzalo Sánchez de Lozada y nos tragamos los cuentos
del actual gobierno de sacar a Bolivia del circuito coca-cocaína, de eliminar
la corrupción, etc, etc.
Claro, ahora vendrán las explicaciones y justificaciones del fracaso en
Paraguay. Me vienen a la memoria esos compañeros en la Universidad que se
aplazaban por no haber estudiado, pero que le echaban la culpa de su fracaso
a la mala suerte
Respecto a los otros cuentos ya hay justificaciones, como las que nos
adelantó la semana pasada el presidente Hugo Bánzer: "¿Cómo quieren que
desaparezca la corrupción en Bolivia de la noche a la mañana, si la Iglesia
todavía no ha podido erradicar el pecado en 2,000 años...?"
Como nada parecido nos dijo cuando era candidato, se supone que ahora lo que
nos pide es que nos armemos de la paciencia de Job.
Lamentablemente, mientras haya compradores de ilusiones siempre habrá
vendedores de ilusiones.
¿Es o no es verdad?, preguntaría mi amigo el padre José Gramunt SJ.
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