Domingo 12 de enero del 2003
LA INGOBERNABILIDAD DE BOLIVIA
Por
Hernán Maldonado
Los crónicos males que padece Bolivia hace que muchos compatriotas vean con tal pesimismo el futuro que finalmente acaban por convencerse que nuestro pueblo es ingobernable.
Alcides Arguedas lo llamó "Pueblo Enfermo", expresión con la que no concordó su prologuista, el gran uruguayo José Enrique Rodó quien dijo que, de haber sido el autor del libro, lo hubiera llamado "Pueblo Niño". Eso fue hace casi un siglo y parece que no hemos llegado ni a la pubertad.
Caen las hojas del calendario, se suceden los gobiernos civiles o militares, democráticos o dictatoriales, aparecen y desaparecen los partidos políticos, nacen y mueren las promesas, surgen y pasan líderes, caudillos, y casi todo sigue igual, inmutable.
¿Inmutable? En realidad es un decir, porque más mal las cosas se agravan. Antes eramos pobres, ahora somos mendigos. La educación era mediocre, ahora es mala. La economía subsistía, hoy languidece. La salubridad estaba desatendida, hoy es artículo de lujo. Los políticos eran malos, actualmente son corruptos, demagogos e incapaces.
¿Bolivia es realmente ingobernable?
Yo no lo creo. Lo que pasaba es que Bolivia no tiene gobierno. Unos y otros tienen el poder, más no el gobierno. Creen tener el gobierno, pero no gobiernan por incapacidad. Ejercen mal el gobierno porque son corruptos y frustran al país, porque son demagogos.
No hace ni seis meses que batimos palmas por la composición del nuevo Congreso. Se renovó su personal, como nunca antes, en un 87 por ciento. Las grandes mayorías nacionales están representadas como jamás lo fueron. Han pasado cuatro meses de gestión y este nuevo parlamento ¿se diferencia en algo al anterior?
La flojera, las extensas vacaciones, los sobresueldos que se han fijado, los bonos extras, la verborragia, los asesores a los que no renuncian, su terca obstinación en ser sólo apéndices de los cúpulas partidarias, son las características de este parlamento. ¿En qué hemos avanzado?
En cuatro meses de labor no han sido capaces de sancionar ni siquiera las reformas constitucionales aprobadas por la legislatura anterior. Peor todavía, interfieren la labor del poder judicial al no elegir a los ministros que faltan desde hace años en la Corte Suprema de Justicia, del Tribunal Constitucional y pare de contar.
La justicia, paquidérmica por tradición, atribuye su falta de personal a la lenidad parlamentaria. Hay alrededor de 350 cargos en las fiscalías que no se han llenado desde el gobierno anterior. Los partidos buscan cada quien su tajada en la burocracia estatal y al no ponerse de acuerdo dejan que los asuntos sigan pendientes hasta las calendas griegas.
Y en el Poder Ejecutivo no hay nada que haga pensar que hemos dado un salto cualitativo. Hemos ido más mal para atrás. El actual presidente, aunque a regañadientes, vergonzosamente ha aceptado como "co-presidente a Jaime Paz Zamora", autodeclarado "segundo director técnico" del país.
Por eso es que el líder mirista aparece junto a Gonzalo Sánchez de Lozada en todos los actos oficiales, aun en los más triviales. Se reúne con los ministros que le son afines en una especie de gabinete paralelo, hace anuncios de eventuales cambios ministeriales y da por hecho asuntos que sólo deberían ser anunciados por el primer mandatario.
Con Hugo Bánzer Suárez era ostensible la falta de gobierno. Al régimen sólo le importaba el disfrute del poder y en función de ello era capaz de vender su alma al diablo. Por eso la cadena de acuerdos que bajo la "cultura de la presión" firmó con diversos sectores sociales sin que ninguno haya sido cumplido.
Ahora Sánchez de Lozada acepta firmar cualquier cosa para evitarse el caos social, como Bánzer y su sucesor Tuto Quiroga, o decide gobernar al país con la ley en la mano. Está por verse como va a lograrlo si virtualmente no hay Poder Judicial autónomo, si el Poder Legislativo sigue siendo un rebaño de levantamos y el Poder Ejecutivo permite esa dualidad de liderazgo.
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