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Lunes 18 de marzo del 2013
EN EL CINCUENTENARIO DE LA HAZAÑA
Por
Hernán Maldonado
Aquél 28 de marzo de 1963 Bolivia no podía perder ante Argentina. Con talentosos juveniles, era el mejor equipo del Campeonato Sudamericano, hoy Copa América. El último rival sería Brasil, pero éste era un equipo de tercera. No estaba allí ninguno de los bicampeones mundiales.
Efectivamente, en Cochabamba, Bolivia derrotó tres días más tarde a Brasil 5-4 para conquistar el único trofeo valioso en la historia de su fútbol. La alegría inundó el país. El cincuentenario de esa hazaña se celebrará la próxima semana.
Después de haber narrado, comentado y escrito sobre fútbol por más de 50 años, me alejé de las canchas, pero recientemente el buen amigo Lorenzo Carri volvió a entusiasmarme invitándome a ver los encuentros del Barcelona y su talentoso astro, Leo Messi.
Me había alejado porque el fútbol dejó de ser un deporte para convertirse en un negocio-espectáculo donde manda el “cash”. No siempre fue así. Pasada la euforia del título del 63, los jugadores volvieron a sus oficinas, sus artesanías, sus empleos.
Pero ¡qué lindo era ver jugar por amor al deporte, a la camiseta! Verlos ir a los entrenamientos a las 6 de la mañana, para estar a las nueve en sus empleos en el Banco de la Nación Argentina, la Municipalidad, La COMIBOL, el Lloyd Aéreo Boliviano o la gasolinera de la esquina.
Y como he criticado a los dirigentes por ser simplemente exitistas y no planificar de cara al futuro, por haber escrito, sin ser adivino, que fracasaríamos en eliminatorias mundialistas, en otros torneos internacionales, he hecho el papel de aguafiestas.
Ahora mismo que escribo que la selección está virtualmente eliminada para ir a la Copa Mundial Brasil 2014, lo que recibo son insultos en las redes sociales. Es cierto que uno nunca debe perder las esperanzas, pero también es cierto que es inmoral que se engañe a la afición vendiéndole espejitos de colores.
Por eso recuerdo gratamente a esos futbolistas de la camiseta verde del 63 y con nitidez esa nublada tarde del 28 de marzo en el Estadio Hernando Siles cuando Bolivia venció a Argentina 3-2 casi con el pitazo final.
Desde lo alto del Estadio, cerca a nuestra caseta de transmisión de la Corporación Deportiva Borelli, le dije a mi colega Enrique Martínez Pereira que cualquiera que pateara el penal de los 86 minutos, lo fallaría.
¿Por qué me animé a decirlo? Porque ya no estaba en la cancha el especialista, Víctor Agustín Ugarte, reemplazado por Carlos Cárdenas, y porque casi todos los jugadores se agacharon dando las espaldas al arco norte en una muestra del nerviosismo, quizás encomendándose al cielo.
Máx Ramírez ejecutó el penal y la pelota se estrelló en el arquero Andrada y se desvió al corner. Fortunato Castillo, mientras lo jugadores argentinos aún se felicitaban, sirvió el tiro de esquina y Wilfredo Camacho con un frentazo puso el 3-2 en el marcador.
Entre lo que era un estupor generalizado y el estallido de alegría solo mediaron escasísimos segundos, al punto que la Agencia France Press transmitió al mundo un “flash” dando por convertido el penal.
Lo que ocurrió, y era una anécdota que recordaba como gajes del oficio don Víctor Hugo Salmón, fue que corrió a su teletipo, instalado detrás de lo que eran las butacas en preferencia, para dejarse llevar solo por las exclamaciones de frustración o júbilo de la multitud para enviar su despacho. De una u otra manera, había quedado escrita la hazaña.
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