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Miércoles 24 de marzo de 1999


CARLOS TOVAR GUTZLAFF,
UN PROFETA EN SU TIERRA

Por Hernán Maldonado


Carlos Tovar Gutzlaff
Dr. Carlos Tovar Gutzlaff (foto de archivo)

Miami – No se habían acallado aún los disparos aquella noche del 19 de abril de 1959, cuando el joven abogado recibió en su casa una llamada del ministerio de Gobierno: "Doctor" –dijo la voz entre autoritaria y nerviosa- por órdenes superiores debe constituirse inmediatamente en su despacho".

Cuando Carlos Tovar Gutzlaff entró en sus oficinas de Fiscal de Partido en lo Penal de La Paz, recibió otra llamada. Era el propio ministro quien lo dejó helado al revelarle: "Esta noche ha muerto el señor Oscar Unzaga de la Vega y se le ha citado para que, de acuerdo a ley, presida el levantamiento del cadaver y lleve adelante las otras diligencias de policía judicial".

Un estremecimiento de dolor recorría Bolivia y las presiones del gobierno para que emergiera la verdad de lo ocurrido eran tantas como las de la oposición que ansiaba que se culpara al régimen por la muerte del líder de la Falange Socialista Boliviana.

Bolivia tenía los ojos puestos en ese joven fiscal que no había doblado aún la esquina de los 30 años. Lo que no sabía Bolivia, era que tenía un verdadero profesional de la ley, indoblegable como el acero. Tras recabar toda la documentación del caso, Tovar Gutzlaff "desapareció" de La Paz. Sólo su madre sabía donde se encontraba.

Cuando regresó a los dos días, no le dio tiempo a nadie para ejercer ninguna presión y publicó su dictamen, el cual más tarde sería avalado por la Comisión de la OEA que también investigó el caso: Suicidio-homicidio.

Este abogado orureño que dentro de poco cumplirá 50 años de ejercicio de su profesión, acaba de ser designado magistrado de la Corte Suprema de Justicia, en la culminación de una carrera que empezó en los tribunales paceños desde supernumerario, diligenciero, auxiliar, secretario, actuario, juez, hasta vocal de Corte Superior, etc.

Es de los escasos bolivianos que tienen doctorado en abogacia. En 1951 recibió su título sobre tablas en la Corte de La Paz. A los 10 días se fue a Buenos Aires donde se especializó en Legislación de Menores y administración de Hogares para niños.

Los dos años siguientes estudió en la Universidad Central de Madrid de donde egresó con el grado de Doctor en Derecho. Su tesis se tituló Principios del Proceso Oral, irónicamente algo que recién empezará a regir ahora en Bolivia con la aprobación del nuevo Código de Procesamiento Penal.

Un estudioso profundo de la ley, Tovar Gutzlaff es un erudito de la legislación nacional y extranjera y sólo es uno de los 10 abogados bolivianos que han recibido (desde su instauración en 1832) la Medalla al Codificador Mariscal Andrés de Santa Cruz.

Junto con su larga labor de abogado y codificador (Código del Menor, 1966; Código de Procedimiento Civil, 1975; Ley del Abogado, 1979); Ley de Procuraduría, 1979; Revisor del Código de Procedimiento Penal, por resolución del Senado Nacional, 1983), Tovar Gutzlaff ha ejercido casi toda su vida la docencia universitaria.

Es autor de media docena de libros juridicos y su trabajo ha sido reconocido por Colegios de Abogados del exterior, algunos de los cuales, como el del Caracas, le confirió en 1976 la Medalla de Oro, cuando era ilustre vicepresidente de la Confederación de Abogados del Pacto Andino. Varias veces rechazó ofertas para ejercer en Estados Unidos.

Tovar Gutzlaff es altamente respetado entre sus colegas. Nunca ha tenido empacho en cantarles las verdades a los corruptos. Asume el nuevo cargo cuando abogados de su tiempo ya están jubilados. En su favor habrá que repetir aquello de que Conrad Adenauer tenía 77 años cuando empezó la reconstrucción de Alemania.

Como juez y fiscal fue implacable (El Caso Calamarca es un claro ejemplo de brillante ejercicio profesional) porque según su filosofia "yo sólo me debo a la ley".

El respeto entre sus colegas comenzó a ganárselo desde muy temprano y es legendaria la anécdota con el fiscal Camilo Marín. Vale la pena recordarla para darse una idea de la integridad del flamante magistrado boliviano.

Hacia fines de 1957, la bella Susana Valda apareció muerta en su residencia de Calacoto. Los que la vieron por última vez, recordaban a Hugo Patiño del Valle sacándola a empellones del Hotel Sucre. Cuando se hizo el levantamiento del cadaver, el cuerpo tenía claras huellas de un brutal castigo y dos orificios de bala.

La señorita Valda pertenecía a la alta sociedad de la época y Patiño del Valle era uno de los poderosos del oficialismo. Según el dictamen del fiscal se estaba ante un caso de "suicidio". Tovar Gutzlaff no creía que alguien podía suicidarse con dos tiros, uno en la cabeza y otro en el pecho. Ordenó la necropsia.

Empezó el juicio, como debía ser, por homicidio, pero como los poderosos se dieron cuenta que a Tovar Gutzlaff no le torcerían el camino, optaron por apartarlo de él. Su reemplazante mandó seis meses a la cárcel a Patiño del Valle acusado de "lesiones leves".

Un tiempo después, Marín se encontró de sopetón con el Dr. Tovar, quien le pregunto sarcástico: ¿Ya salió Susana Valda del hospital?

Marín no parecía haber acusado el golpe: "Doctor, usted sabe que esa muchacha murió", dijo.

"¡Ah! Pero tu requerimiento hablaba sólo de lesiones leves", replicó mordaz Tovar Gutzlaff.

Unos años después, cuando Tovar era presidente de la Corte Nacional del Trabajo sorpresivamente se presentó en su despacho Patiño del Valle. Tovar pensó que podría ser objeto de una agresión y se puso de pie. No hubo ni intercambio de saludos. Patiño del Valle preguntó:

- ¿Doctor usted se acuerda de mi?

- Por supuesto, respondió sereno Tovar

- Hoy he leido en esta revista Selecciones un caso de un juez en Estados Unidos que actúa como usted y la he traido para obsequiársela. Ojalá que todos los jueces en Bolivia fueran como usted, dijo Patiño del Valle y salió.

¡Ojalá!