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Miércoles 28 de julio de 1999


EL COMANDANTE CON LOS ASES EN LA MANO

Por Hernán Maldonado


Hugo Chávez
Miami - El comandante-presidente Hugo Chávez Frias se salió con la suya. Ahora tiene todo el poder político para hacer y deshacer de Venezuela.

No es hora de indagar por qué el 58.9 por ciento de los 11 millones de venezolanos no acudieron a las urnas el domingo pasado. Lo claro y concreto es que el Polo Patriótico arrasó en las elecciones para la flamante Asamblea Constituyente.

A nivel nacional, 119 de los 130 asambleistas elegidos pertenecen al Polo, el aglutinante de esa sopa de siglas pertenecientes a los partidos de izquierda, desde los más recalcitrantes a los más moderados.

Otro hecho claro es la virtual desaparición de los dos grandes partidos políticos venezolanos que se alternaron en el poder en los últimos 40 años, el socialdemócrata Acción Democrática y el demócratacristiano Copei (Comité Político Electoral Independiente).

De Rómulo Betancourt a Hugo Chávez han transcurrido 41 años de una de las democracias más estables de América Latina.

El descrédito de la clase política por la corrupción sin sanción que campeó estos años en el país llegó a tales extremos, que ni el asomo de ver eventualmente (¿y próximamente?) enterrada a la democracia venezolana hizo reflexionar al votante.

La indiferencia, por decir lo menos, de ese enorme porcentaje de abstencionistas, podría costarle caro al país. Una Asamblea Constituyente con una integración balanceada habría producido quizás mejores resultados que los que se avizoran.

Los incondicionales y los amigotes nunca reemplazarán con acierto a los constitucionalistas, a los estudiosos de la teoría del estado. Aún sin haber tomado posesión de sus cargos, muchos de los elegidos prometen obediencia a "su" comandante y son expertos en repetir sus discursos.

El comandante-presidente prometió como candidato (y mucho antes como golpista) refundar el país dotándole de una nueva constitución para construir a partir de allí la V República.

Las más esclarecidas voces del país, muchos de ellos ajenos al trajín político, e instituciones como la Corte Suprema de Justicia, han advertido que la Asamblea tiene el único objetivo de escribir la nueva carta magna. Sin embargo Chávez, insiste en el poder originario de ésta.

Esto significa un borrón y cuenta nueva de gigantescas e impredecibles consecuencias. Ahora mismo penden de un hilo los cargos de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, que más de una vez han desautorizado actuaciones ilegales de Chávez, y - por supuesto - la desaparición del actual congreso nacional, elegido apenas hace siete meses.

Y no solamente eso. El enorme poder que tiene la Asamblea hará también que, en el mejor de los casos, pierdan sus puestos funcionarios del Consejo Nacional Electoral y hasta el Contralor de la Republica que en estos meses han tratado de frenar con la ley en la mano los desbordes del impetuoso comandante-presidente.

Chávez, que también ha prometido poner su cargo en manos de la Asamblea para ser ratificado o destituido (un alarde demagógico innecesario), asumió el mando en febrero tras haber ganado las elecciones de diciembre con el 56 por ciento de la votación.

En todos estos meses, mientras la economía del país sigue rodando cuesta abajo ante la incertidumbre política, su principal empeño ha sido la Asamblea Constituyente y para promoverla ha acudido a cuanto micrófono ha hallado a mano.

No contento con las cadenas de radio y televisión para difundir sus kilométricos mensajes, ha creado su propio espacio de radio y de televisión y ha fundado un nuevo periódico del cual es director.

La tarea de enderezar el país, ya lo ha dicho, requerirá más tiempo de los 5 años que dura el periodo presidencial y desde ya ha anticipado que pedirá a la Asamblea (debemos darlo por aprobado) que lo extienda a 10 años. ¡Ah! Y que el país se llame República Boliviariana de Venezuela.

Una nueva constitución, un nuevo nombre del país ¿serán suficientes para sacar a Venezuela del profundo pozo en que la dejaron AD y Copei en 40 años?

Mientras buena parte de la burguesía-financiera-industrial venezolana (que de alguna manera cogobernó con adecos y copeyanos y tiene su gran parte de culpa en el desastre nacional) prepara sus maletas rumbo a Miami, el comandante-presidente, con un poder político que jamás tuvieron aquellos, se reafirma para bien o para mal como el máximo caudillo del país para los próximos 10 años.

¡Que Dios nos agarre confesados! (Popular dicho venezolano).