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Miércoles 21 de julio de 1999


EL CASO DE MARCO MARINO DIODATO

Por Hernán Maldonado


Marco Marino Diodato
Miami - Si uno observa detenidamente al italiano Marco Marino Diodato, la primera impresión que se tiene es que si se hubiera radicado en otro país podría haber sido un exitoso pizzero, pero como fue a Bolivia, fácilmente se convirtió en un laureado militar de nuestro ejército y un próspero hombre de negocios... turbios.

Cuando hace dos meses su pequeño imperio fue puesto al descubierto por la policía, el caso opacó todos los demás escándalos de corrupción que llenaban a diario las portadas de los principales diarios bolivianos, por dos aspectos: tocaba de cerca de la familia presidencial y a las fuerzas armadas.

El astuto italiano está casado con una sobrina del presidente Hugo Bánzer Suárez y por sus destrezas con los paracaídas encandiló a nuestros generales quienes lo contrataron como instructor, otorgándole sucesivamente los grados de teniente y capitán de nuestras fuerzas armadas.

La detención, que supuestamente fue uno de los golpes maestros de nuestra policía, se produjo por algo que casi era baladí a nuestros intereses, más no a los de la poderosa Drug Enforcement Agency (DEA) de Estados Unidos: los "pinchazos telefónicos".

Porque esos pinchazos son casi un deporte nacional en el país. Los practican desde el ministerio del Interior, los políticos entre sí (¿Se acuerdan del caso Sánchez Berzaín-Manfred Reyes Villa?), los policías privados y los que no lo son en busca de pruebas de infidelidades, etc, al punto que se encaminan a su institucionalización en el nuevo Código de Procedimiento Penal.

Diodato, ha admitido esos pinchazos y éste parece ser el más grave delito que cometió, a parte de la "clonación" de teléfonos, consistente en cargar a otras cuentas las llamadas justamente para realizar esos pinchazos.

Al producirse la detención de Diodato, el viceministro del Interior en un arranque de insólito entusiasmo anunció en rueda de prensa que se había desbaratado una organización criminal de vastos alcances culpable de haber enviado desde Bolivia a Estados Unidos y Europa no menos de ocho toneladas de cocaína.

Semejante acusación oficial parecía encaminada a fundir definitivamente al peninsular y sus compinches quienes, quizás por el tamaño de la denuncia, empezaron a ser etiquetados como miembros de la "mafia italiana" en Bolivia. Diodato, en su primera comparencia ante el juez, proclamó que no podía ser enjuiciado por la Ley 1008, que castiga justamente a los narcotraficantes, mientras su abogado Otto Richter asegura a todo el que quiera oirle que Diodato no es culpable de ninguno de los graves delitos que se le atribuyen.

Y a medida que trancurren los días convirtiéndose en semanas, las pruebas contra Diodato no aparecen o están esfumándose. Hasta ahora, el ministerio del Interior, con todo su poderío, no ha podido corroborar la denuncia de su alegre viceministro Canedo.

Nadie ha probado que hubiera aportado fondos a la campaña electoral de Bánzer y el presidente tiene razón cuando afirma que "nadie escoge a sus familiares". A parte de que parece nomás ser cierto que la sobrina y Diodato no eran habituales de la familia Bánzer Suárez por las sospechas del general de que el europeo era un pájaro de cuenta.

Tampoco hay pruebas de que Bánzer hubiera estado al tanto de las gestiones de su jefe de seguridad, el general Luis Iriarte, para utilizar los servicios de Diodato con el objeto de adquirir equipos modernos de interceptación de llamadas para operar desde el propio Palacio de Gobierno.

Lo que sí está claro es que Diodato, al margen de sus relaciones de amistad y de trabajo con los militares, dedicaba el grueso de sus esfuerzos a la administración de casinos ilegales en La Paz, Cochabamba y Santa Cruz. Y en este empeño estaba, con el tácito consentimiento de los últimos tres gobiernos en el país y de los jefes policiales respectivos, cuando se produjo su detención.

Si Diodato no se metía con la interceptación de llamadas de la FELCN (leáse DEA), quizás podía seguir con su negocio hasta las calendas griegas.

Por eso es que la montaña de acusaciones contra Diodato está desmoronándose como si fuera de arena a medida que pasan los días y al final quizás sólo lo sancionen por no haber devuelto a tiempo al ejército un pequeño arsenal de armas sofisticadas que se le entregó supuestamente para que las arreglara.

Ya un tribunal militar ha establecido en primera instancia que no hay culpa ni delito en ninguno de los jefes acusados por haber permitido que Diodato forme parte de nuestras fuerzas armadas.

En esto se sigue una tradición. Los extranjeros son recibidos con los brazos abiertos por nuestros militares, aun en casos de inteligencia al más alto nivel o del más riguroso secreto.

Nadie creo que ha dejado de ver la foto de nuestro compatriota Freddy Alborta que recorre el mundo desde aquél 9 de octubre de 1967 en la que el Ché Guevara aparece expuesto en la lavandería de la escuelita de la Higuera. Uno de los hombres allí presentes con el uniforme de capitán del ejército boliviano es el agente de la CIA, el cubano Félix Rodríguez.

Su compañero. Julio Gabriel García, también cubano, fue el primero en fotocopiar el diario del guerrillero y arrancarle cinco hojas, sin el conocimiento de nuestros expertos de la Sección II.

Ambos, junto con el enterrador del Ché, el también cubano Gustavo Villoldo Sampera, circulaban por todo el territorio nacional enfundados en ropas de nuestro ejército, con credenciales del alto mando militar y con las respectivas autorizaciones para portar armas. Es más, a García el presidente René Barrientos le obsequió tres fusiles Mausers y el general Joaquín Zenteno Anaya regaló a Rodríguez la pistola del Ché.

Así que no tiene nada de raro que Diodato haya llegado al grado de capitán por enseñarle a nuestros soldaditos a tirarse en paracaídas, sin tener siquiera el grado de instructor del ejército italiano para esos menesteres, contrariamente a decenas de nuestros militares diplomados en Panamá en esa especialidad.

En la misma medida en que están desapareciendo los gravísimos cargos contra Diodato, así también crece la especulación de que el hombre talvez es víctima de otros intereses más poderosos. Quizás la "mafia italiana" es apenas un grupo de aprendices ante otra mafia que se mueve entre las sombras a la espera de la oficialización de los casinos en Bolivia.