Venezuela: La muerte de una isla paradisiaca

bomaher
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Venezuela: La muerte de una isla paradisiaca

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Venezuela: La muerte de una isla paradisiaca

Por Hernán Maldonado

El trajín de venezolanos hacia la isla de Margarita duraba todo el año, pero noviembre y diciembre eran de locura.

Desde todos los rincones del país la cantaleta de los viajeros parecía ser: “P’a Margarita me voy”.

A la isla, enclavada en el Caribe al norte de Venezuela, pocos la llamaban por su nombre geográfico Estado de Nueva Esparta, sino Porlamar, capital del municipio Nariño.

Sus extensas y hermosas playas eran el atractivo principal, pero también interesaba, y mucho, que el estado insular era “puerto libre”. La gente acudía de compras en enormes ferris y en aviones.

En los años 70 se produjo un gigantesco boom hotelero. Las principales cadenas mundiales se asentaron allí y el turismo internacional llegó a raudales. Había vuelos directos desde Nueva York, Atlanta y Miami, Madrid, Barcelona, Paris.

Los restaurantes abrían casi de sol a sol y las playas rebosaban de bañistas mientras cientos de comerciantes ofrecían desde perlas hasta las típicas empanaditas de cazón.

El whisky corría como agua. Una botella de 750 mg de un Jhonny Walter, etiqueta negra, costaba 7 dólares. La gente compraba cerveza, no por botellas, sino por cajas (La Polarcita, en envase pequeño, contenía 36 botellitas por caja).

En 1989 llegó la “revolución bolivariana” a la cabeza del militarote Hugo Chávez Frías y todo empezó a decaer. Las aerolíneas internacionales de Estados Unidos y Europa cancelaron sus operaciones. Los turistas extranjeros dejaron de llegar asustados por la demagogia ultranacionalista. Los grandes hoteles cerraron paulatinamente sus puertas.

Las principales avenidas del centro de Porlamar, otrora repletas de negocios grandes, medianos y pequeños, de restaurantes, etc. lucen ahora silenciosas. Puertas y ventanas cerradas o tapiadas. Desapareció el intenso tráfico vehicular, de personas, comerciantes callejeros…

Desde hace una semana, en la isla escasea el agua, son magros los servicios públicos y en los últimos días la electricidad se cortó hasta por 8, 12 y 18 horas.

La ciudad murió de a poquito, como los enormes ferris que diariamente partían desde Caracas, Puerto Ordaz o Cumaná, repletos de pasajeros, incluyendo centenares de sus automóviles.

Ya no hay extranjeros en la isla, aunque hay versiones de que Margarita actualmente es un bastión de los terroristas libaneses de Hezbollah, aliados incondicionales del régimen de Nicolás Maduro.

Los venezolanos dejaron de visitar Margarita y miles de sus habitantes también la dejan. En Google encontrarán que el desastre económico es tan colosal, que un apartamento de 2 dormitorios, sala, cocina y comedor, en un edificio con piscina común, se vende actualmente en 11.500 dólares.

Y pensar que en muchos de nuestros países hay quienes alaban aún al castrochavismo, destructor de Cuba y Venezuela… Sin andar lejos, el actual mandamás de Bolivia, como adolescente calenturiento por la propaganda castrista, promete llevar a Bolivia a lo que es Cuba.

“Hacia allá vamos”, nos dijo. (¡Dios nos agarre confesados!).

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