La ley de la selva (Mi opinión)
(Un resumen de mi respuesta publicada en abril de 2001)
Por Hernán Maldonado
Algunos amigos del Foro de Tierra Lejana me han pedido, en mensajes privados, mi opinión sobre el aporte de Olivia (El affair Medios-Clase Política) del pasado 17 de abril sobre un artículo publicado en La Prensa de La Paz el mismo día, con la firma de Roberto Barbery Anaya, bajo el título de La ley de la selva.
Pienso que Olivia, como Barbery, incurre en un error al generalizar esa descripción “que pinta de cuerpo entero a los medios de comunicación y a los políticos”, porque lo correcto sería decir “algunos periodistas”. Todavía más, creo que habría que entrecomillar la palabra “periodistas”, porque en el gremio, lo mismo que en otros, no siempre es lo mismo periodista, reportero, columnista, editorialista, cronista, etc. Y hasta existen aún los famosos “colgandijas”, descriptos así por nuestro pintoresco político Rubén Julio allá por los años 60, al caracterizar a esos individuos armados de una grabadora colgada al brazo.
Resultaria también injusto y descomedido que por una negligencia, imprudencia o impericia, resultante en un caso infausto, culpáramos a todo el sistema de salud, como si la culpa o el delito fuera de médicos, enfermeras, clínicos, laboratoristas, cirujanos, paramédicos, etc. en general.
Y la analogía vale por más de que los periodistas nos justifiquemos diciendo que nuestros errores se publican, mientras que los de los médicos se entierran.
Pero yendo al fondo de lo que plantea Olivia, con la honradez que le caracteriza –y esta vez con una fina ironía no advertida antes en sus magníficos aportes--, sinceramente creo que un buen volumen del contenido periodístico nacional, desde que existe periodismo en el país, es el chisme político. Fulano dice tal cosa y al día siguiente se lee la respuesta de Begano y de pronto interviene Perengano y el ovillo crece y los periódicos se venden más, la radio y la televisión tienen mejores auspicios, porque para eso están los “ratings”.
…Hoy la competencia, el afán de lucro se han disparado hasta la estratósfera en todas partes, a todos los niveles y han arrastrado a algunos “periodistas” a vender hasta la conciencia, a distorsionar las noticias, a irrespetar a sus entrevistados, a tergiversar sus opiniones, a hacerles decir lo que ellos quieren escuchar (o publicar), a magnificar los hechos, a desvirtuarlos. Y pare de contar porque uno podría vomitar.
Y todo esto con el apañamiento de las organizaciones gremiales (en la actual marcha campesina rumbo a La Paz, según denuncias de Los Tiempos, unos 50 periodistas actúan entre los marchistas como agitadores y además envían despachos interesados sobre lo que verdaderamente está ocurriendo) que no permite que sus miembros sean tocados ni con el pétalo de una rosa.
Apañamiento, digo, porque como hombre de Derecho (soy también abogado), repudio la “famosa” Ley de Imprenta que, en resumidas cuentas, es una carta blanca a la impunidad de los “periodistas” irresponsables y a la que parece referirse Barbery Anaya al titular su nota: La ley de la selva. Esta posición siempre la he sostenido y quizás esa la razón por la que nunca se me vio con simpatía en el Sindicato de Trabajadores de la Prensa de La Paz ni en la Asociación Nacional de la Prensa.
Finalmente, creo que Roberto Barbery Anaya, describió crudamente un tema preocupante y que tiene que ver con el aspecto ético de la profesión, por más que pienso que el hombre que lo entrevistó fue uno de esos “colgandijas”, que también existen en otros países, inclusive en EE.UU. y que están para ejercer un periodismo amarillista capaz de satisfacer a un patrón ávido de ganancias y asegurarse para sí el pan de cada día.
Inclusive así, todavía me pregunto cuántos periodistas hay actualmente capaces de no prostituir su pluma, de no vender su opinión, su conciencia… En Venezuela es famosa la anécdota de los periodistas que renunciaron a sus cargos en un importante diario caraqueños cuando los propietarios les entregaron una lista de los “intocables” de los que el periódico nunca debía publicar nada malo.
Creanme que yo también me siento decepcionado porque a la profesión han llegado los mercaderes de la opinión, que cada vez son más y que llevan a pensar a gentes como Barbery Anaya que el periodismo en Bolivia vive una profunda crisis moral “ocasionada por la vocación de circo de los medios de comunicación”. Y no solamente circo, sino que diarios “serios” no tienen empacho en publicar fotos de quinceañeras violadas, etc. etc dado que las miserias humanas y la tragedia también rinden dividendos.
Es lamentable que a niveles muchos más altos que los simples “colgandijas” haya conductas decepcionantes. Hace un par de años, con motivo de la visita del vicepresidente Al Gore a Santa Cruz, el subdirector de PAT contó a los televidentes que había logrado obtener pases para un banquete, aunque solo tenía derecho al suyo.
“Por algo uno es periodista, ¿no? Se ufanó.
Qué tristeza me causó el que este individuo hiciera creer al hombre de a pie que el periodista es un astuto, un pillo, un engañador, un tramposo.
(Esta es la última nota sobre el artículo de Roberto Barbery Anaya, publicado hace 19 años. El viernes y sábado pasado publiqué dicho artículo. Ayer lo hice con el aporte de la amiga Olivia y hoy mi respuesta a ella, aquél abril de 2001 cuando funcionaba el foro de mi página www.tierralejana.com) Junio 2020).