Coco Manto (QEPD)
Publicado: Lun Ene 24, 2022 12:00 pm
Coco Manto (QEPD)
Por Hernán Maldonado
Era mi amigo, mi colega por muchos años… hasta que un día dejó de serlo.
Era de los que siempre prefería escuchar antes que hablar, pero cuando hablaba… invitaba a seguir escuchándolo.
Jorge Mancilla, más conocido como Coco Manto, falleció hoy. Irónicamente no lo conocí en una sala de redacción, sino en una cantina, un “viernes de soltero”. Fue a mediados de los años 60.
La nueva oleada de poetas, periodistas y artistas bohemios solíamos coincidir los viernes en la noche en El Subterráneo, en la esquina de El Prado y la calle Campero. Alli también conocí a Benjo Cruz, el cantautor que moriría en 1970 como guerrillero en Teoponte.
A veces juntábamos todas las mesas para escucharlo cantar a Benjo, La Canción del Adiós, que, con el tiempo,supimos que fue la de su despedida.
Coco era muy popular en esos años por sus “conversaciones con René”. Una sátira elegante, de fino humor, puntillosa prosa de una imaginaria conversación telefónica con el entonces presidente René Barrientos Ortuño.
Sin que me quede duda, pese al talento que imponía en esa radio Mario Castro Monterrey, creo que el nivel de sintonía de Altiplano en esos años era altísimo gracias a las ocurrencias de Coco Manto.
Yo ya no estaba en Bolivia cuando salió exiliado a México en 1971, pero allí rápidamente se abrió campo, según me contaron colegas. Me dijeron que una vez en el diario Excelsior se enfermó el editorialista y Coco, como su suplente, hizo que no se notara su ausencia.
En una ocasión en una reunión de exiliados bolivianos, el ambiente fúnebre se hizo tan pesado que el ex rector de la UMSA, Pablo Ramos, le dijo: A ver, Coco, porque no te sacas un chistecito… A lo que Coco le respondió: “Por favor, doctor, ¿acaso yo le pido a Ud. sáquese una muelita para alegrar el ambiente?
Desde fines de los 60 jamás volví a hablar con él.
Por eso me sorprendió aquel noviembre de 1999, 30 años después, cuando en mi oficina de Miami recibí una llamada telefónica suya desde México pidiéndome encarecidamente que pusiera punto final a una serie de artículos sobre la corrupción en la embajada de Bolivia en ese país, desde hace 17 años, que involucraban a varios embajadores y sobre todo a la supersecretaria Eulalia Fernández, también conocida como Euly García.
Obvio que terminé mi serie y nunca más supe de Coco. Escribí un par de veces sobre él, sobre todo cuando con todo merecimiento recibió un premio nacional. Silencio absoluto.
Cuando subió el MAS al poder, Coco fue designado embajador en México. Creo, porque ya no seguí más esas informaciones, cayó en una especia de desgracia cuando el masismo detuvo en La Paz a una de sus hijas comprometida con un movimiento de extrema izquierda.
El, procedente de las minas, fue siempre un hombre de izquierda, nunca supe que hiciera algo incorrecto, por eso me queda para siempre la interrogante porqué quiso que yo no publicara más de las marramucias en la gestión diplomática de Raúl Angel Ossio y Jorge Agreda. Descansa en paz. Coco.
Por Hernán Maldonado
Era mi amigo, mi colega por muchos años… hasta que un día dejó de serlo.
Era de los que siempre prefería escuchar antes que hablar, pero cuando hablaba… invitaba a seguir escuchándolo.
Jorge Mancilla, más conocido como Coco Manto, falleció hoy. Irónicamente no lo conocí en una sala de redacción, sino en una cantina, un “viernes de soltero”. Fue a mediados de los años 60.
La nueva oleada de poetas, periodistas y artistas bohemios solíamos coincidir los viernes en la noche en El Subterráneo, en la esquina de El Prado y la calle Campero. Alli también conocí a Benjo Cruz, el cantautor que moriría en 1970 como guerrillero en Teoponte.
A veces juntábamos todas las mesas para escucharlo cantar a Benjo, La Canción del Adiós, que, con el tiempo,supimos que fue la de su despedida.
Coco era muy popular en esos años por sus “conversaciones con René”. Una sátira elegante, de fino humor, puntillosa prosa de una imaginaria conversación telefónica con el entonces presidente René Barrientos Ortuño.
Sin que me quede duda, pese al talento que imponía en esa radio Mario Castro Monterrey, creo que el nivel de sintonía de Altiplano en esos años era altísimo gracias a las ocurrencias de Coco Manto.
Yo ya no estaba en Bolivia cuando salió exiliado a México en 1971, pero allí rápidamente se abrió campo, según me contaron colegas. Me dijeron que una vez en el diario Excelsior se enfermó el editorialista y Coco, como su suplente, hizo que no se notara su ausencia.
En una ocasión en una reunión de exiliados bolivianos, el ambiente fúnebre se hizo tan pesado que el ex rector de la UMSA, Pablo Ramos, le dijo: A ver, Coco, porque no te sacas un chistecito… A lo que Coco le respondió: “Por favor, doctor, ¿acaso yo le pido a Ud. sáquese una muelita para alegrar el ambiente?
Desde fines de los 60 jamás volví a hablar con él.
Por eso me sorprendió aquel noviembre de 1999, 30 años después, cuando en mi oficina de Miami recibí una llamada telefónica suya desde México pidiéndome encarecidamente que pusiera punto final a una serie de artículos sobre la corrupción en la embajada de Bolivia en ese país, desde hace 17 años, que involucraban a varios embajadores y sobre todo a la supersecretaria Eulalia Fernández, también conocida como Euly García.
Obvio que terminé mi serie y nunca más supe de Coco. Escribí un par de veces sobre él, sobre todo cuando con todo merecimiento recibió un premio nacional. Silencio absoluto.
Cuando subió el MAS al poder, Coco fue designado embajador en México. Creo, porque ya no seguí más esas informaciones, cayó en una especia de desgracia cuando el masismo detuvo en La Paz a una de sus hijas comprometida con un movimiento de extrema izquierda.
El, procedente de las minas, fue siempre un hombre de izquierda, nunca supe que hiciera algo incorrecto, por eso me queda para siempre la interrogante porqué quiso que yo no publicara más de las marramucias en la gestión diplomática de Raúl Angel Ossio y Jorge Agreda. Descansa en paz. Coco.