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Jueves 11 de octubre del 2012
LA DEMOCRACIA DERROTADA
Por
Hernán Maldonado
El ex candidato presidencial opositor, Henrique Capriles Radonski, dijo que en las elecciones presidenciales del 7 de octubre "no ganó Venezuela, sino el gobierno", lo que significa que la gran perdedora fue la democracia.
Muchos creen que un país vive en democracia por el hecho de acudir regularmente a elecciones. Venezuela no puede alardear de ello cuando todos los poderes están en manos del presidente Hugo Chávez.
La Asamblea Nacional tiene mayoría oficialista porque en las elecciones del 2010 a Chávez se le ocurrió modificar los circuitos de tal manera que Delta Amacuro, chavista, elige 4 diputados pese a tener 40.000 habitantes, mientras el opositor estado Miranda, tiene un diputado por cada 200.000.
El Consejo Nacional Electoral (CNE) tiene cuatro rectores chavistas y un "independiente". El Tribunal Supremo de Justicia pasó de 18 a 32 miembros luego que Chávez se disgustó porque falló que su breve derrocamiento en abril del 2002 no fue un golpe de Estado.
El presupuesto nacional se basa en la venta del barril de petróleo en $50 cuando su precio ronda por encima de $100. El multimillonario "presupuesto paralelo" lo maneja Chávez a capricho. Nadie tiene acceso a él.
Con ese presupuesto clandestino es que Chávez impulsa su vasto programa asistencialista de becas, subsidios, prebendas en los sectores D y E que conforman el 60% del electorado y que vive principalmente en las áreas rurales.
Esta "compra de votos" no es nueva en Venezuela fue alentada durante los 40 años de los gobiernos de Acción Democrática y el Partido Social Cristiano. Simplemente Chávez quintuplicó el prebendalismo.
Capriles prometió a esos sectores que mantendría las misiones creadas por Chávez, que no eliminaría los subsidios. "Juan Pueblo", opinó simplemente: "Para que cambiar de presidente, si el actual ya nos lo da".
Además Chávez martilló en la mente de esos sectores de que el "candidato de la burguesía" eliminaría esas dádivas. A millones empleados públicos y supernumerarios en empresas estatales les amenazó con el despido haciéndoles creer que el gobierno sabría por quién votaron.
Chávez, además, perfeccionó la maquinaria electoral que caracterizaba a los partidos de antaño. El domingo hasta entrada la tarde los exits polls citados por varios medios internacionales daban el triunfo a Capriles por escaso margen.
La maquinaria chavista buscó a miles de votantes sacándolos virtualmente de sus casas y trasladándolos a los centros de votación en miles de vehículos oficiales. Sólo en esa operación el gobierno gastó ese día un millón de dólares.
Aunque cada vez hay más certeza de que ésta vez no hubo un gran fraude electoral, lo innegable es que el gobierno triunfó al poner a favor de Chávez todo el poder del Estado. El ventajismo llegó a extremos obscenos.
En las grandes ciudades el ganador fue Capriles, es decir en los sectores A, B y C, pero los que definitivamente volcaron la balanza fueron los desposeídos de siempre y que parecen vivir contentos con la dádiva y la prebenda, por lo menos hasta que el petróleo siga rindiendo.
Quizás tenía razón aquel viejo político que frustrado ante la realidad sostenía que en Venezuela no hay malos ni buenos presidentes, sino malos y buenos precios del petróleo.
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