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Febrero de 1994


VENEZUELA EN MANOS DE
UN JOVENCITO DE 77 AÑOS

Por Hernán Maldonado


La Venezuela de comienzos de esta década parecía enrumbarse por el sendero correcto con la política neoliberal del gobierno de Carlos Andrés Pérez, pero el costo social empezó a hacer estragos a lo largo y ancho del país.

Pérez, cuando fue elegido en 1973, una de las críticas que le hizo a Caldera fue que había sido incapaz de controlar el auge de la delincuencia. "En estos días ningún padre es capaz de dejar salir a las calles a sus hijos ", denunció. Irónicamente, cuando terrminó su gobierno en 1979, ni los propios padres se atrevían a salir.

Esa situación se había multiplicado por 10 en 1990. y seguiría creciendo. El desempleo se convirtió en caldo de cultivo para una ola de delincuencia como jamás vivió el país. El descontento por las promesas incumplidas, los casos de corrupción presentes y pasados, no sancionados, manifiestas muestras de lenidad judicial cuando no de complicidad con la delincuencia conformaron un cuadro de honda decepción política.

Los venezolanos, otrora orgullosos de su democracia, expresaron su rechazo a la convocatoria para elegir a sus gobernadores y concejos municipales con una concurrencia de sólo el 36 por ciento a las urnas.

La conciencia política del país fue sacudida en sus cimientos.

Jamás en Venezuela, desde la reinstauración de la democracia en 1959 a la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, el porcentaje a una elección había bajado del 80 por ciento.

El malestar social tomaba forma de protestas estudiantiles diarias, con y sin motivo, con su secuela de saqueos e incendios de vehículos públicos y privados.

Aunque la economía volvia a mostrar signos de vitalidad que complacían al Fondo Monetario Internacional, el caos cotidiano que se vivía en las calles de las principales ciudades hacia clamar a Juan Bimba por algún remedio que pusiera fin a ese y los otros males que lo originaban.

El clamor llegó hasta los cuarteles y ese el justificativo para la intentona del 4 de febrero de 1992 encabezada por el coronel Hugo Chávez. Pérez acababa de regresar de una cita en Ginebra y a la semana siguiente iría a la Cumbre de Rio de Janeiro.

Mientras el mandatario pronunciaba discursos en los foros internacionales sobre cómo arreglar los problemas mundiales, en su propio país no funcionaban los semáforos, la recogida de basura. Pueblos enteros carecian de alcancarillado y en hospitales de la propia Caracas había dos parturientas por cama.

Un golpe de suerte acompañó a Pérez para frustrar la intentona. Lo extraño vino después. El país, por vocación democrática, no apoyó el golpe pero convirtió a Chávez en su héroe. Fue en este momento de graves vacilaciones que surgió otra vez en la arena política Rafael Caldera. El viejo caudillo prendió la luz.

Desde su curul de senador vitalicio Caldera no só1o condenó el golpe sino también a quienes fueron sus motivadores. Caldera puso en perspectiva al país con su examen crudo de la realidad.

El empeño de Caldera fue respaldado por Arturo Uslar Pietri, el famoso escritor venezolano considerado como la conciencia moral del país. El gobierno de Pérez prometió rectificar errores. Sólo prometió.

En los meses siguientes las protestas estudiantiles empezaron a contabilizarse también en muertos. Y no sólo en manos de la policía antimotines, sino de ciudadanos enfurecidos que estrellaban sus vehículos contra manifestantes callejeros.

Las demandas para la renuncia de Pérez y la convocatoria a elecciones anticipadas fueron haciéndose bola de nieve. La encuesta de mediados de 1992 había dado a Pérez sólo un nueve por ciento. Sin embargo el mandatario creía contar con un fuerte apoyo popular.

El 27 de noviembre se produjo la segunda intentona militar. Esta vez no sólo estaban al mando coroneles. Entre los alzados figuraban generales y almirantes. El error de los rebeldes fue haberse apoyado en civiles desconocidos y algunos con un pasado en la guerrilla ultraizquierdista.

En la madrugada de ese día, por las cámaras de televisión aparecieron civiles convocando al pueblo a salir a las calles, ocupar centros de trabajo, apoderarse de fábricas, negocios y talleres. Los improvisados líderes civiles con los rostros sin afeitar y una vestimenta con la que parecían haber dormido en los últimos días, daban la impresión de haberse fugado de una cárcel.

El pueblo desoyó sus demandas y el golpe fue aplastado al cerrar el día. Caldera y Uslar Pietri volvieron a dejarse oir.

A principios de 1993, José Vicente Rangel, el mismo ex parlamentario que hace 15 años había salvado a Pérez de la muerte política, ahora en función de periodista reveló los entretelones del sospechoso cambio preferencial de los bolívares a dó1ares a comienzos del nuevo gobierno de Pérez.

Una primera pesquisa acabó sin concuencias graves para los imputados, pero entonces entró en la palestra el fiscal general de la nación. Ramón Escovar Salom (ex canciller del primer gobierno de Pérez ), quien logró que la Corte Suprema de Justicia dispusiera que había méritos para el enjuiciamiento de los culpables.

El Congreso votó por la separación de Pérez de su cargo de presidente y Ramón J. Veláquez se hizo cargo del gobierno para lo que restaba del período que acabó el 2 de febrero de este año.

Pérez en todo momento ha proclamado su inocencia y quizás es verdad lo que alguna vez declaró al periodista Alfredo Peña.Quizás Pérez jamás se ha embolsillado un centavo del erario nacional. El problema suyo es que dejó que otros, y muy de su entorno, se aprovecharan del tesoro nacional.

En diciembre los venezolanos acudieron a las urnas para elegir al sucesor de Pérez. Rafael Caldera fue el ganador y no al frente de la Democracia Cristiana que fundó, sino de un conglomerado de pequeños partidos entre los cuales cuantitativamente el más importante es el Movimiento al Socialismo (MAS), un desprendimiento del Partido Comunista, cuyos líderes son precisamente los guerrilleros que Caldera amnistió en su primer gobierno.

Las dificultades que esperan a Caldera son gigantescas. No tendrá mayoría en el Congreso porque su triunfo fue sólo por algo más del 26 por ciento de los votos y como rivales tiene a los dos partidos políticos tradicionales y cuantitativamente más importantes del país, Acción Democrática y la Democracia Cristiana, además de una fuerte insurgencia política laboral que se expresa con la denominada Causa Radical de Andrés Velásquez, el electricista que alcanzó un 22 por ciento de los votos en diciembre

La edad de Caldera (77 años) preocupa a no pocos, aunque el caudillo afirma que Conrad Adenauer tenia 76, cuando empezó la reconstrucción de Alemania, y Nerón sólo 27 cuando incendió Roma.

Después de las elecciones un periodista español le preguntó a Caldera si no se consideraba muy viejo para gobernar a un país cuyo 50 por ciento de sus 20 millones de habitantes no ha cumplido aún los 30 años.

"No. Viejo no. Anciano, pero con el vigor y el entusiasmo de un jovencito", respondió Caldera.

Venezuela se abre a una nueva esperanza.