Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda de la Alemania Nazi, quedó como un niño de pecho ante los socialistas del Siglo XXI que, tras apoderarse de los medios de comunicación masivos en Venezuela y Bolivia principalmente, tergiversan la verdad a su gusto y sabor y al por mayor.
“Esa es nuestra meta”, dijo cínicamente hace algunos años Andrés Izarra, cuando era ministro de Información del finado Hugo Chávez Frías, al abogar en una entrevista con CNN sobre la “hegemonía comunicacional” como instrumento eficaz de gobierno.
Este 28 de febrero el régimen de Nicolás Maduro recordó el cuarto de siglo del “Caracazo”, la asonada que –según el chavismo-- fue el germen de los frustrados golpes de Estado que intentó en 1992 Chávez contra el régimen democrático de Carlos Andrés Pérez.
En otros tiempos la conmemoración solía congregar a decenas de miles de chavistas a las calles. Este año solo acudieron unos cuantos miles, la mayoría empleados públicos obligados y la vagabundería tarifada que vive del erario nacional justo para acudir a ese tipo de movilizaciones.
Los medios oficiales – se calcula que unos 450 entre radios, televisoras y diarios-- inflaron las cifras y TeleSur tuvo el descaro de poner imágenes de una concentración de febrero del 2010, como si hubiera sido la de éste sábado.
Obviamente todos estos medios ignoraron por completo la colosal marcha de decenas de miles de personas en San Cristóbal, capital del estado Táchira, fronterizo con Colombia, donde el miércoles el niño Kluiverth Roa fue descerebrado de un escopetazo por una policía chavista durante las protestas estudiantiles contra el régimen.
Algún día se sabrá cuántos millones de dólares le costó al chavismo hacerse de ese descomunal imperio propagandístico-comunicacional. Hasta ahora no se sabe quienes compraron en 2014 a El Universal, el gran diario caraqueño que de opositor ahora es oficialista, al punto que el atroz crimen de Roa ni siquiera fue mencionado en su portada.
En Bolivia ocurre lo mismo. Sin embargo, las fechorías gubernamentales fueron ya documentadas por el periodista Raúl Peñaranda, en su libro Control Remoto, donde con lujo de detalles demuestra cómo el oficialismo creó redes de radios comunitarias y se hizo de una cadena de medios poderosos como las televisoras ATB, PAT, Full TV, Abya Yala y grandes diarios como La Razón y Extra, lo que ha llevado a ufanarse a Evo Morales de que ahora “solo un 10 o 20% de los medios son opositores”.
Morales, quizás instruido por Chávez, se apoyó en financistas venezolanos como Carlos Gill. La técnica para obligar a vender a sus dueños fue el chantaje, las consabidas “inspecciones fiscales”, el amedrentamiento directo, como en el caso de Página Siete que ante el acoso se vio obligado a “renunciar” hace un año a Peñaranda, su director-fundador.
En Control Remoto se precisa cómo se instruye a esos medios desde el gobierno a manipular la información, a ocultarla, a ignorarla, o desvirtuarla. El libro es un documento de primera importancia para cuando la Justicia regrese a Bolivia y los pillos sean sentados en el banquillo de los acusados.
Goobbels les hacía creer a los alemanes que estaban ganando la guerra cuando los rusos estaban ya en las puertas de Berlín. No pudo ser enjuiciado. Se suicidó. Los modernos “goebbelsitos”, estoy seguro, sobrevivirán y más temprano que tarde tendrán que pagar sus fechorías.