Domingo 6 de noviembre del 2005
LOS TONTOS UTILES
Por
Hernán Maldonado
Estos días, cuando celebro los 50 años en el periodismo, de algo que me ufano es de haber llegado a esta etapa de mi vida con la solapa vírgen de medallas o condecoraciones. En mis paredes no hay ningún diploma que me acredite logro alguno. Lo único que guardo es un bonito memo de Mike Hughes, vicepresidente de la United Press International, felicitándome por la cobertura del Campeonato Mundial de Fútbol de México-1986 y otro de Milton Richman, jefe de deportes de UPI y miembro del Salón de la Fama del Béisbol, por la cobertura de los Juegos Olímpicos Montreal-1976.
En mis largos años en Venezuela supe que muchos de mis colegas, que se enorgullecian de tener las condecoraciones Francisco de Miranda y hasta la Orden del Libertador, las obtuvieron por su obsecuencia al régimen de turno o por otros "méritos" cuestionables. En los años de la "Venezuela saudita" también las medallas se repartian como arroz. Fue entonces que me prometí que jamás aceptaría distinción alguna. Hace poco hasta rechacé que llevara mi nombre una promoción de la Escuela de Periodismo de la Universidad Mayor San Francisco Xavier.
El premio ha sido mantener mi independencia de criterio. Por eso perdí amigos valiosos en las tiendas políticas que creyeron que podrían contar conmigo para sus marramucias o que equivocadamente pensaron que estando ellos en el poder yo les estiraría la mano pidiendo algún favor.
Fiel a mis principios luché contra las dictaduras de derecha de los años 70, aun al precio de que los gobiernos tiránicos de entonces en Brasil y Chile me impidieran la entrada a sus países. Para ellos yo era un "periodista comunista". Esos mismos años apoyé decididamente la excarcelación de ilustres cubanos, víctimas de la dictadura castrista. Ese gran demócrata chileno Eugenio Velasco y los cubanos Huber Matos y Armando Valladares, son testigos.
Por eso es que ahora me resbala que los neoizquierdistas me acusen de "fascista" o de "tonto util" cuando critico al desgobierno de Hugo Chávez en Venezuela. A esos críticos lo único que les prometo es que saldré a defender sus derechos cuando en este país, más temprano que tarde, se vuelque la tortilla y mañana sean otra vez ellos los perseguidos.
Eso ocurre comunmente en Latinoamérica. Lo he visto en mis 50 años en casi todos los países y por supuesto en el nuestro. O es que alguién ha olvidado el vía crucis por el que transitó la Falange Socialista Boliviana en los años 50, sólo para aliarse después con su verdugo de ayer y convertirse, del brazo del banzerismo, en el flagelo de la izquierda boliviana de los años 70.
Ahora muchos de esos falangistas están disfrazados de masistas y de otros grupos populistas y son los que más gritan contra el fascismo cuando ayer nomás eran los "camisas blancas" que, en las universidades y en rechazo a la reforma agraria, golpeaban las puertas de los cuarteles al grito de "preferible estar bajo la bota militar que bajo la abarca de un indio".
Así nomás es la historia y hay pocas razones que me hagan pensar de otra manera. Por eso a mis denostadores los espero en la bajadita. Estaré allí para reclamar por sus derechos, por su libertad, por su vida. Lo hice antes, lo haré otra vez.
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