Martes 27 de febrero del 2001
LOS SATISFECHOS E INDIFERENTES
Por
Hernán Maldonado
La fábrica de pasaportes funciona a todo vapor para cubrir la demanda y uno se pregunta si Bolivia se está quedando sin su capital humano. El éxodo es tan brutal que lo único que falta es que alguien ponga en el aeropuerto el consabido cartelito de “el último que apague la luz”.
La crisis generalizada por la que atraviesa el país ha generado tal desesperanza que el éxodo, especialmente de jóvenes profesionales, tiene casi características compulsivas. 50.000 pasaportes que llegaron la semana pasada desde España se agotaron a las pocas horas y se ha ordenado un nuevo lote.
Mientras tanto en el país, a nivel de los partidos políticos que lo manejan desde el gobierno y la oposición, no se ve por ninguna parte una voluntad para comprometer a las nuevas generaciones en realizaciones encaminadas al bien común, ni hay posibilidades de que abran sus puertas al ascenso de nuevos cuadros dirigentes.
Las mismas caras, los mismos hombres, los mismos discursos, las mismas mañas uno ve en todos los partidos políticos. A poco más de dos años para el cambio de gobierno, los principales candidatos a suceder al presidente Hugo Bánzer Suárez son Gonzalo Sánchez de Lozada y Jaime Paz Zamora y detrás de estos sempiternos líderes, los mismos cuadros que ya fueron gobierno desde hace dos décadas y que nos siguen vendiendo esperanzas.
Quizás este aspecto de que son los mismos problemas, de que nada cambia, que todo se mantiene igual, que son los mismos políticos que prometieron y no cumplieron, es lo que decepciona a esa masa que prefiere lanzarse al exilio voluntario a tener que soportar la cantaleta habitual de promesas, tan rápidamente dichas como velozmente olvidadas.
¿Habrá también una crisis de hombres en el país? ¿Esa la razón por la que vemos la misma mediocridad en el gobierno y la oposición desde hace tres décadas?
Pienso que no. Cuando hace dos años se planteó una crisis en la Corte Nacional Electoral, el diario La Razón divulgó una lista de no menos dos centenares de bolivianos con las más altas credenciales como para llenar los cargos que estaban vacantes.
Esa fue una clara muestra de que el país cuenta con valores para un cambio de rumbo, de actitud. Todos ellos constituyen una valiosa reserva moral e intelectual. Otra cosa es que muchos de ellos no quieren comprometerse en el terreno político. Brillan como profesionales independientes, como consultores, analistas, etc. pero el porvenir político del país parece importarles poco. No quieren “quemarse”.
Y entre los que recientemente o hace años partieron al extranjero hay también un ejército de jóvenes y viejos profesionales con credenciales admirables, con virtudes a toda prueba.
Me ha tocado encontrarme con muchos de ellos en varios países del mundo. Se han realizado profesionalmente, han fundado familias, se han llenado de dinero, han adquirido una nueva nacionalidad y lo último que hacen es pensar en Bolivia. Son los satisfechos e indiferentes.
Sólo un puñado de estos se interesa por lo que pasa en el país. Lo más grave es que a mayor nivel cultural, a mejor preparación académica, esos bolivianos hasta reniegan de sus orígenes, de sus tradiciones y sus costumbres. Es inútil tocar su fibras íntimas, como cuando hay que ”acotarse” para ayudar a los damnificados de desastres naturales en Bolivia.
Y si creen que exagero, hagan una encuesta entre la docena de organizaciones que aglutinan a bolivianos sólo en Estados Unidos. La mayoría de estas funcionan impulsadas por el entusiasmo de compatriotas de clase media para abajo. Para los de “más arriba” Bolivia es una palabra que ha desaparecido en su diccionario, lamentablemente.
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