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Domingo, 1 de abril del 2018
60 AÑOS DE UNA PROMOCIÓN AYACHUCHENSE
Por
Hernán Maldonado
Los 600 muchachos estaban formados esa mañana en el patio de honor del colegio. El secretario Sr. Rios ordenó: El Segundo C: ¡Firmmm! Media vuelta, firmmm. Rumbo a la calle, firmmm… ¡Están expulsados y no regresan sino con sus padres!, tronó.
La gravísima falta consistió en que el día anterior, conseguimos permiso del profesor de Educación Civica, Sr Castro, que no asistir a su clase de un miércoles, la única de la tarde, con dos horas libres. La aprovechamos para ir a jugar un encuentro del curso, dividido entre stronguistas y bolivaristas, en la cancha del Litoral, cerro arriba del parque Riosiño.
Rios y los otros regentes del Colegio Nacional Ayacucho nos tenían en el rabillo del ojo por las quejas del profesor de Música, don Antonio Vargas, empeñado en convertirnos en algo parecido al coro de niños de Viena. No pasábamos de los 14 años y él, aferrado a un grueso palo que cotidianamente estrellaba en nuestras cabezas, era un convencido de que no servíamos para nada. “Lo más que llegarán a ser algún día será choferes”, sentenciaba, sin que supiéramos qué es lo que tenía contra ese gremio.
Quizás pronosticó bien don Antonio, porque de los 60 bachilleres que nos graduamos aquél lejano 1958, la mayoría fuimos choferes, pero de nuestros propios vehículos. Un 80 por ciento de todos alcanzó título profesional, algunos como Pablo Schneid con honores en universidades extranjeras. Economistas, médicos, dentistas, abogados, militares, ingenieros, arquitectos, docentes salieron del grupo. René Rada, el que encabezó la “chachada” por la que nos expulsaron, fue gallardo capitán de la selección boliviana de fútbol.
Muchos de ellos como el propio Schneid y Raúl Rivadeneira Prada, académico de la lengua, fueron en recientes años galardonados como “alumnos distinguidos” del centenario colegio paceño. Hace un par de años rechacé (ante la contrariedad de mi familia) ese altísimo honor. (A lo largo de mis casi 80 años he declinado homenajes, porque simplemente estimo que todo lo hice en mi vida no fue nunca pensando en que alguna vez merecería un reconocimiento. Lo hice y punto).
En mi reciente fugaz visita a La Paz solo compartí con Pablo y Enrique Martínez Pereira, amigos de siempre con los que charlé y reí como cuando estábamos en la casona de la calle Yanacocha, recordando esos tiempos en que éramos rebeldes, revoltosos, indomables como vanguardia de la Federación de Estudiantes de Secundaria de La Paz, tanto que no solo don Antonio parecía tener malos augurios para nosotros. Mi esposa, que asistió al Colegio Inglés Católico, recuerda que cuando coincidíamos en un desfile cívico, las monjas les ordenaban a sus chicas a mirar a otro lado, para no prestar atención a los bulliciosos ayacuchenses (que también estamos metidos en política
pidiendo la libertad de los presos en los campos de concentración de Catavi, Corocoro y Curahuara de Carangas).
En medio de los recuerdos, en este abril, aniversario del colegio, rendimos homenaje silencioso a los que ya no están entre la muchachada. Los más recientes en partir fueron Rivadeneira, Daniel Alarcón, Julio Loayza Irahola, el querido “negro” quien cada vez que nos reunía empezaba con fervor el coro: “Ayacucho, tu bandera, siempre invicta, siempre fuerte…” ¡60 años! Parece que fue ayer.
Hernán Maldonado es abogado graduado en la UMSA y la Universidad Central de Venezuela. Ejerció el periodismo por 65 años en Bolivia, Venezuela y Estados Unidos.
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