Domingo 11 de enero del 2009
"SOY PERIODISTA, NO DISPARE"
Por
Hernán Maldonado
A principios de 1980, en los 61 días que duró la toma de la sede de la embajada de República Dominicana en Bogotá por parte de los guerrilleros del M-19, los periodistas de todo el mundo estrenaron unas camisetas con la leyenda: "Soy periodista, no dispare".
Ahora la frase perdió sentido al punto que en varios países donde reina la intolerancia, los periodistas salen a cubrir sus fuentes de noticias con cascos protectores, chalecos salvavidas y máscaras contra gases. Y aún así, suman centenares los periodistas muertos y heridos en estos últimos 28 años.
"La hermosa profesión de informar", según Gabriel García Marquez, simplemente no existe en la Cuba. Una máquina de escribir, un block de papel, un teléfono celular no registrado o un fax son considerados instrumentos subversivos por la gerontocracia, como lo prueba el encarcelamiento de los 21 periodistas en la razzia del 2003.
Las críticas a los mandones de turno no son bien vistas en Ecuador, Nicaragua, Bolivia, Venezuela, Argentina. El presidente Rafael Correa insulta, agrede y expulsa a periodistas de sus ruedas de prensa u ordena amañados enjuiciamientos. Su colega Daniel Ortega, aun cuando aparece estar sobrio, la emprende contra los hombres de prensa.
El presidente Evo Morales agrede un día si y otro también a la prensa "oligarca" porque considera que en su país "sólo un 10 por ciento de los periodistas es honesto". Sus hordas tarifadas golpean impunemente y hombres de su círculo íntimo colocan bombas, como ocurrió en medios de Cochabamba, Yacuiba, La Paz y Santa Cruz.
Morales, en el colmo del despropósito, sometió en diciembre al escarnio público al periodista Raphael Ramírez del diario La Prensa y su poco respeto con los medios se reflejó al abandonar bruscamente una entrevista con Jorge Ramos, de Univision, y cuando se refirió a la periodista Patricia Janiot, de CNN como "la señora con comportamiento de señorita".
Pero el que marca el compás del irrespeto a la prensa es el petrodictador Hugo Chávez, quien no sólo cerró al canal más importante de la televisión venezolana, sino que tiene un grueso expediente de violaciones al derecho de informar que compilan la Sociedad Interamericana de Prensa y la Comisión de Derechos Humanos de la OEA que ha dictado una docena de órdenes de protección para periodistas, cuyas vidas corren peligro.
Desde hace años Chávez prohíbe que funcionarios o allegados suyos declaren a medios nacionales y él mismo se encarga de amedrentar, insultar a periodistas como ocurrió recientemente con la propia Janiot, a quien confrontó en cadena nacional de radio y TV insinuando maliciosamente que la destacada profesional sólo informa lo que sus jefes le mandan a decir.
En su afán de apabullar a la prensa independiente, Chávez ha sembrado su país con medios oficiales. Se calcula que alrededor de 250 radios comunitarias, una seis televisoras y decenas de diarios y semanarios están al servicio de su régimen. Ahora, al precio de 25 millones de dólares, se apresta a hacer lo mismo en Bolivia.
El fascismo del "Socialismo del Siglo XXI" asumió la semana pasada otra modalidad. Sus lacayos de la Asamblea Nacional, no contentos con cerrar la sala de prensa, con impedir a los reporteros que bajen al hemiciclo a hablar con los parlamentarios de oposición, pusieron altavoces en la tribuna de prensa de modo que nadie pueda ser entrevistado allí.
Por si fuera poco, elaboraron una lista sobre qué periodistas pueden cumplir desde allí sus funciones. Los mandones de hoy olvidan que la prensa libre fue la escalera que los llevó al poder y no recuerdan lo que decía el poeta boliviano Franz Tamayo: "Nadie es impunemente poderoso".
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