Domingo 7 de enero del 2007
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y LA CRIMINALIDAD
Por
Hernán Maldonado
El Año Judicial en Bolivia se abrió la semana pasada con una abierta reivindicación gubernamental de la "justicia comunitaria", casi simultáneamente con el colgamiento de un supuesto ladrón, cuya fotografía "a lo Mussolini" causó estupor internacional.
Los vecinos de Villa Santiago II de El Alto, primero arrastraron atado a una camioneta el cuerpo de Gregorio Copa, de 40 años, y luego lo colgaron de los pies del travesaño de un arco de fútbol. De nada le valieron sus súplicas buscando piedad. "Creo que se ahogó con su propia sangre", comentó una testigo "fuenteovejunera".
Los movimientos sociales aupados principalmente por el MAS, y hasta convocados a gobernar como si Bolivia fuera un país corporativista, se expresan estos días abierta o solapadamente a través de los sindicatos, los comités cívicos, las cooperativas, los gremios, y las juntas vecinales.
Varios de esos movimientos sociales son los que se movilizan para apedrear a opositores, como ocurrió en San Julián; para amenazar a los congresistas disidentes en La Paz, a los cooperativistas de San José y Huanuni y a los asambleistas de la Constituyente en Sucre, que no se alínean con el oficialismo. Pasando, claro está, por los delincuenciales bloqueos, las tomas, el asalto a los cargos públicos, etc.
Ahora también están movilizados en Cochabamba con un cerco al edificio prefectural para obligar la renuncia de Manfred Reyes Villa.
Todo este despliegue de los "movimientos sociales" no es nada nuevo en el país, como pretenden mostrarnos algunos "originarios" de nuevo cuño.
El MNR, en su mejor época, echaba también mano de los "movimientos sociales" para sentarle la mano a los que consideraba sus enemigos políticos.
No fue la policía ni los militares sino el "pueblo revolucionario" el que fue a liquidar en 1954 al Comité Pro Santa Cruz y produjo esa página negra llamada Terebinto, provocó en Huanuni el colgamiento del líder minero Celestino Pinto o arrasó con el diario Los Tiempos de Cochabamba. Fueron los "movimientos sociales" que en el parlamento no dejaban hablar a los dos únicos diputados opositores Walter Vazquez Michel y Jaime Ponce Caballero.
Los que quieren repetir en Bolivia esos luctuosos hechos deberían ponerse a pensar que no por nada ha pasado ya más de medio siglo, que las circunstancias son otras, que hay nuevas realidades y nuevos actores. Las segundas partes son malas. Los hechos sociales son irrepetibles. Hasta el uso repetitivo del término "oligarquía" está fuera de lugar.
Es más, hay imitadores en el lado opuesto, como lo prueba lo ocurrido el pasado fin de semana en la Normal Superior "Enrique Finot" de Santa Cruz, cuando alumnos se hicieron "justicia" sacando a empellones de su oficina al flamante rector Mario Pecho, acusándolo de ser economista y no educador, pero principalmente por ser militante del MAS.
Los apologistas de la "justicia comunitaria" me dirán que ninguno de esos hechos puede servir para objetar su vigencia entre nuestra población indígena, como lo ha sido desde tiempos inmemoriales. A mi me parece simplemente tonto retroceder el reloj. Además, ¿acaso no es un imperativo borrar las diferencias? ¿Por qué tener una justicia para los mestizos y los blanquitos y otra justicia para los indígenas?
Es cierto que nuestra justicia es paquidermica e ineficaz (ante la sorpresa nacional acaba de salir libre un exbanquero por no recibir sentencia oportuna), pero aún así ¿es lícito colgar a un hombre sin defensa alguna por decisión de un movimiento social indignado que ni siquiera sabe que en Bolivia no hay pena de muerte?
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