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EL NUEVO MNR
Por
Hernán Maldonado
Villalba, doctorado en Derecho, solía referirse a su adversario como al
"Bachiller Betancourt", aparentemente sin ningún ánimo de menospreciarlo,
porque efectivamente en la antigua Venezuela, el ser bachiller era un buen
logro académico. Pero a medida que el bachillerato se iba masificando, en la
misma medida el título perdía importancia.
Por eso es que a veces ya resultaba difícil establecer si Villalba utilizaba
la frase respetuosamente o si ironizaba. Al margen, las polémicas entre ambos
personajes eran como para alquilar balcones.
Betancourt no era de los que tenía pelos en la lengua (en la más dura etapa
de la represión antiguerrillera se le atribuye haber ordenado a los policías
"disparar primero y averiguar después") y era directo en sus ataques a su
adversario. Como el partido de Villalba continuaba escidiéndose en múltiples
facciones, en una de esas polémicas, Betancourt creyó ver desaparecido al
partido de su rival y a Villalba mismo le llamó "cadaver insepulto".
Más tarde con una serie de derrotas de Acción Democrática, a las que
decididamente contribuyó Villalba con su verbo y su partido, el ex presidente
venezolano comprobó amargamente que en política hay que estar bajo tierra
para estar definitivamente muerto.
Lo anterior a propósito del Movimiento Nacionalista Revolucionario, "muerto"
varias veces en los últimos 59 años en Bolivia y que cual Ave Fénix reaparece
en la escena nacional. Y ahora sin tener al frente a su jefe, quien en 1987
decidio retirarse de la política.
Y es notable, porque en Bolivia y en otros países, el retiro o la muerte del
caudillo ha significado - o poco menos - la muerte del partido. En el caso
boliviano los ejemplos son abrumadores, Pando, Saavedra, Montes, Salamanca. Y
más recientemente, Barrientos, Unzaga, Siles Zuazo, Palenque...
Al ser el MNR expulsado del poder por primera vez aquel 21 de julio de 1946
se lo dio por muerto. Los colgadores del presidente Gualberto Villarroel
contaban en las calles: "muerto el Movimiento, muerto Villarroel, a Paz
Estenssoro le espera el cordel".
Los hábiles movimientistas trocaron la letra. "Viva el Movimiento, gloria a
Villarroel, a Paz Estenssoro le espera el poder" y tras un sexenio en el
exilio Paz Estenssoro volvió al poder y con él su partido para concretar lo
que se ha dado en llamar la Revolución Nacional.
Pero cuando el 4 de noviembre de 1964 Paz Estenssoro fue expulsado otra vez
del poder y el otrora MNR monolítico se había atomizado en una media docena
de minipartidos, no faltaron los que le pusieron una lápida.
Pero fue momentáneo. En 1971 del brazo del coronel Hugo Bánzer Suárez, el MNR
volvió al gobierno, aunque compartiéndolo con los militares y su enemigo
tradicional, la Falange Socialista Boliviana. Cuando en 1974 el
militar-presidente prescindió de sus servicios, otra vez el MNR fue puesto
por algunos en el "basurero de la historia". Se dijo, el pueblo no le
perdonará haber co-gobernado con la tiranía.
Pasarían otros años antes que el MNR volviera a gravitar en la política
nacional y rejuntando piezas y voluntades fue capaz en 1985 de hacerse del
"maravilloso instrumento de poder", como acostumbraba llamar Paz Estenssoro
el gobierno. Con Gonzalo Sánchez de Lozada, por octava vez en poco más de
cinco décadas, alcanzó la presidencia en 1993.
¿Y cómo es que el MNR sobrevive a todos los demás partidos a los que se ha
enfrentado en estos sus casi 60 años? Con algo que les falta a los demás
partidos y sus dirigentes, astucia y olfato políticos. Nada de dogmas.
Pragmatismo antes que nada.
Paz Estenssoro fue idolatrado por los mineros, por cuyo clamor nacionalizó
las minas en 1952. Paz Estenssoro es odiado por los mismos mineros a los que
dejó en la calle 33 años más tarde. Pragmatismo. Puro pragmatismo. Había que
nacionalizar las minas ese año, había que cerrarlas en 1985. Así de simple. Y
como esto en otros órdenes de la vida nacional.
El partido de los obreros, los campesinos, las clases medias y la pequeña
burguesía, de los años 50, no baila taquirari cuando le tocan cueca. En estos
años de la globalización, del neoliberalismo, el partido de las ojotas, el
casco de minero y la montera, viste de cuello y corbata y, por supuesto, no
despotrica contra el "imperialismo norteamericano".
Este 6 de agosto, a dos años de haber perdido el "maravilloso instrumento del
poder", el MNR tiene razones para frotarse las manos. El desgaste del actual
gobierno es tan brutal, que a menos que ocurra algo sustancial (que se
encarcele a los corruptos, que se le saque alguna promesa formal a Chile, que
disminuya dramáticamente la pobreza o que tenga éxito la lucha contra el
narcotráfico) el partido de la V de Churchill volverá a ocupar el Palacio
Quemado el 2002.
El MNR acaba de demostrar en unas elecciones internas bastante transparentes
que es una fuerza poderosa. De acuerdo a cómputos confiables, alrededor de
350,000 movimientistas participaron en sus comicios. Es decir que mantiene el
mismo caudal de votos que tuvo en las elecciones de 1997.
Y algo que no debe perderse de vista. Con la aparición de nuevos líderes,
como "Chacho" Justiniano, que acaba de entrar al partido, y Carlos Sánchez
Berzaín, que ni siquiera había nacido en 1952, el MNR sepulta a su vieja
guardia que todavía está pensando en un regreso al "nacionalismo
revolucionario" o que ha estado soñando con "retomar las banderas de abril
del 52".
Por lo que se ve, hay MNR para rato.
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