Domingo 16 de noviembre del 2003
LAS MASAS DESBORDADAS
Por
Hernán Maldonado
Cuando el 9 de noviembre de 1953 fue asaltado y destruido el diario Los Tiempos de Cochabamba, los mandamases de turno dijeron que fue el "pueblo revolucionario el que tomó la justicia en sus manos".
"Esta es la era del pueblo", dijo al anochecer de ese día, en que supuestamente fue develado un complot subversivo, el presidente Víctor Paz Estenssoro al destacar que su gobierno ponía "todo el poder del Estado al servicio de las inmensas mayorías bolivianas".
En los años subsiguientes en el nombre de la "gloriosa Revolución de Abril" y de esas inmensas mayorías, otras propiedades serían avasalladas, destruidas a lo largo y ancho del territorio nacional y sus dueños muertos, exiliados o encarcelados.
La culpa siempre era de "las masas desbordadas" que actuaban con una ferocidad brutal.
Recuerdo un desborde ocurrido en 1955 en una casa de la calle Capitán Ravelo en Miraflores. Supuestamente allí se encontraba oculto el líder de la oposición Oscar Unzaga de la Vega.
Habría bastado que el temible Control Político del coronel Claudio San Román enviara a sus hombres para verificar, pero no, lo que hizo el movimientismo fue traer en camiones a campesinos de Achacachi y a mineros de Milluni.
La turba tomó por asalto el inmueble y de la casa lo único que quedó en pie fueron las paredes. En medio de la calle ardió hasta el machihembrado.
Para los asaltos en Oruro y La Paz se manipulaba a los mineros de Huanuni, Catavi y Siglo XX y a los temibles achacacheños. Para la represión de la oposición en Cochabamba y Santa Cruz se hacía uso de los campesinos de Ucureña, Cliza y Punata.
Ante las barbaridades, la excusa de los movimientistas era que su dirigencia había sido "rebasada por sus bases".
Por entonces la moda era que "las inmensas mayorías mandan" y las masas siempre tenían la razón. En nombre de las masas lo blanco era negro y 2+2=5.
Pero cuando pasó la calentura revolucionaria, con más decepciones que realizaciones, muchos de esos líderes indígenas desaparecieron, casi todos en circunstancias trágicas. Habían cumplido su papel de tontos útiles a un proceso revolucionario prostituido e inconcluso.
¿Qué fue, pues, de Zenón Barrientos Mamani, de los Veizaga, los Rojas, los Apaza, los Soliz y el predecesor del Mallcu en Achacachi, el famoso "Wilasaco" Quispe?
Estos días los recuerdo a todos ellos al escuchar en entrevistas de televisión a los modernos "kharas" revolucionarios haciendo de ideólogos de los indígenas.
Uno de ellos, en nombre de otra revolución, ordenó en Teoponte el fusilamiento de uno de sus compañeros por robarse una lata de sardinas. El otro, un fracasado de la dramática "marcha por la vida", abandonó su condición de minero y ahora atiza desde el Chapare las "marchas por la muerte".
Y todavía hay otro, con enorme acceso a los medios de comunicación, que profetiza peores insurrecciones que las que vimos en el país en febrero y octubre, en nombre de un "cambio" que, según ha estado poniendo en la cabeza de un líder aymara, ineludiblemente se dará por medios violentos.
Como los movimientistas de los años 50, estos modernos ideólogos revolucionarios, con sus teorías y sus encendidos discursos, son los que ponen en manos de las mayorías los palos y piedras. Obviamente dirán más después: "hemos sido rebasados por las masas".
Nuestros actuales líderes indígenas ¿estarán escuchando a éstos "kharas"? Si lo están, les haría bien revisar la historia de Bolivia de los últimos 50 años. Encontrarán que muchos "revolucionarios" que se sirvieron de esas masas se están muriendo viejitos y tranquilitos en sus camas.
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