Domingo 17 de diciembre del 2006
LA MAJESTAD PRESIDENCIAL
Por
Hernán Maldonado
Todavía me parece escuchar a mi madre obligándome a releer por enésima vez el "Manual de Carreño" cada vez que omitia un saludo a mis mayores, me sonaba las narices en la mesa, decía palabrotas, entraba abruptamente a un lugar o vestía inapropiadamente.
Hoy, a más de 150 años de su primera publicación, el "Manual de Urbanidad y Buenas Maneras" del venezolano Manuel Antonio Carreño entró en desuso. El historiador Héctor Fabio Varela sostiene que el manual es una antigualla a la que la han sepultado las crecientes libertades ganadas por el hombre.
Sea como sea, a mi todavía me revienta cuando alguien, en lugar de un "buenos días" o "buenas tardes", me dice a manera de saludo: "¡Qué hay! ¿Cómo va todo?
Hasta hace unos años nomás era impensable que se dijeran "malas palabras" por radio y televisión. Ahora es moneda corriente. La pornografía inunda los kioscos de venta de periódicos y el cine exhibe abiertamente el sexo, explota otras perversiones que otrora sólo los adultos juiciosos podían examinar a través de los libros de Sigmond Freud.
Y los asaltos contra eso que nuestros mayores llamaban "la moral y las buenas costumbres" parten estos días desde las más altas alturas del poder, en los países del primer mundo o del tercer mundo, en nuestros líderes de izquierda y derecha, hombres y mujeres.
El anecdotario de los dichos y hechos del presidente de Estados Unidos, George W. Bush llena ya un grueso volumen en su capítulo de estupideces, quizás sólo superado por el autócrata venezolano Hugo Chávez, un campeón del insulto a varios de sus colegas latinoamericanos y del propio Bush al que llama "pendejo", "alcóholico", "asesino", "genocida", etc.
Chávez acaba de reconciliarse con su colega peruano Alan García, de quien dijo que era "un ladrón de siete suelas" y en lugar de cuidar su billetera, como había prometido, le extendió la mano en la reciente Cumbre Sudamericana en Cochabamba.
México aún no ha cicatrizado la herida infligida por Chávez al ex presidente Vicente Fox, al que denominó "cachorro del imperio". Ninguno de los dos países resolvió reanudar nexos a nivel de embajadores.
Chávez, como se está haciendo costumbre en las citas presidenciales, fue la oveja negra en la reunión de Cochabamba al tratar de monopolizar el uso de la palabra para vender su socialismo del siglo XXI y hasta cuando mandó prácticamente a callar al anfitrión Evo Morales, quien le pedía que ponga otra vez a Venezuela en la Comunidad Andina.
Y los actuales gobernantes bolivianos, empeñados en sus cultos a la Pachamama, habrán tomado nota de que ni siquiera Chávez los toma en serio. La prueba está en esa ceremonia en la que los mandatarios rompen las ollas de barro con las ofrendas y en la que el venezolano, con un pésimo sentido del humor, hace el ademán de un lanzador de béisbol con la famosa ollita.
Una vez más la majestad presidencial tirada por la borda, hecha añicos como las ollitas de barro. Y si se trata de fotos que han recorrido el mundo, hay otra que es paternalmente tierna o es humillante, según el cristal por donde se la mire. El presidente de Brasil, Inazio Lula da Silva, apretujando entre su pecho y sus brazos la cabeza de Evo Morales, como consolándole tras el exabrupto de Chávez.
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