Los que se van y no vuelven




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Lunes 16 de diciembre del 2013


LOS QUE SE VAN Y NO VUELVEN

Por Hernán Maldonado

Solo los ignorantes, y peor si son gobernantes, pueden invitar a sus compatriotas a irse fuera de su patria por el “delito” de no comulgar con sus ideas. Esa plaga ha existido desde siempre en Latinoamérica, aunque en los últimos años sus abusos son atenuados con el desarrollo de organismos defensores de los derechos humanos.

Antes era común que gobiernos afines políticamente recibieran a exiliados. Estos eran secuestrados en las madrugadas y puestos a bordo de aviones que los llevaban a tierras extrañas. Allí languidecían hasta que se producía un cambio político en su país.

La maldad se “perfeccionó” en los años 70 en la era del “Plan Cóndor”, el país receptor se convirtió en carcelero y “ejecutor” de exiliados. ¿Cuántos argentinos, chilenos, uruguayos, paraguayos o brasileños fueron asesinados en Bolivia?

Exiliados chilenos y bolivianos fueron ejecutados sin miramientos. Recuerdo el caso de Jorge Ríos Dalenz en Santiago, el general chileno Carlos Prats y el ex presidente Juan José Tórres, en Buenos Aires? Y así, decenas más.

Hoy ya no se exilia de esa manera. Se ha “judicializado” la política. Los adversarios son “enjuiciados”, son “legalmente” encarcelados y obligados a autoexiliarse. Decenas lo han hecho en Bolivia desde que Evo Morales asumió el poder.

Son miles los que han huido de Venezuela en los últimos 15 años. Un ejemplo claro es que en Miami en 1999 la comunidad venezolana no llegaba a 25.000 personas. Hoy sobrepasa de los 100.000. Municipios como el Doral (ya tiene un alcalde de origen venezolano) y Weston son conocidos como “Doralzuela” y Westonzuela”.

Miles de estos luchan por el regreso de la democracia en su país, pero muy difícil que la mayoría vuelva. Lamentablemente fue siempre así. “El que no sea chavista que se vaya del país”, vociferaba el sátrapa caribeño y este fin de semana lo ha repetido a voz en cuello su yerno, Jorge Arreaza, vicepresidente elegido a dedo por el occiso cuando estaba moribundo.

El 2002 Hugo Chávez envió a la calle a 20.000 trabajadores y empleados de PDVSA, en ese entonces la cuarta empresa petrolera del mundo. La mayoría marchó al exilio. Son los técnicos que han convertido a Colombia en país petrolero y son los que brillan en compañías estatales de Canadá y México.

Otros tantos han puesto de pie a las industrias petroleras del Oriente Medio, mientras PDVSA hoy languidece y de una producción de 3.2 millones de barriles diarios hoy extrae un millón menos y ya ni figura entre las petroleras más importantes del mundo.

Ese el costo de desprenderse de capital humano de primer nivel. Hoy escribo de todo esto al saber que mi colega en la Universidad Mayor de San Andrés, Víctor Hugo Tejerina Velásquez, acaba de publicar otros dos libros como uno de los magníficos profesores con que cuenta la Facultad de Derecho de la Universidad Metodista de Piracicaba.

Uno de los libros se llama Teoría Registral, sobre los sistemas de transmisión de la propiedad inmobiliaria, y el otro Comentarios al Código Civil Brasileño, Volumen XI, Título III, publicados por famosas editoriales de Piracicaba y Río de Janeiro.

A Víctor Hugo, un tupiceño bonachón y estudioso como el que más, un día de 1971 los esbirros del dictador Hugo Bánzer Suárez lo exiliaron. No volvió más. Duele más su ausencia, cuando Morales ahora busca abogados extranjeros para defender el derecho marítimo de Bolivia ante el Tribunal de la Haya. Así nomás es.