Martes 27 de marzo del 2001
LA LEALTAD EN SU PEOR HORA
Por
Hernán Maldonado
El doctor Hernán Siles Zuazo, cuando se vio abandonado por su principal
socio, no tuvo más remedio que acortar en un año su mandato presidencial y
convocar a elecciones para poner fin a una crisis política y económica como
jamás antes había conocido Bolivia.
Una atroz inflación que se acercaba al 24.000 por ciento, una colosal
desocupación, un desabastecimiento general y una hemorragia de huelgas y
paros en todo el país eran el fruto del gobierno de la Unión Democrática
Popular que ya saltaba en pedazos cuando lo abandonó el Movimiento de
Izquierda Revolucionaria.
El MIR, que por primera vez había accedido al gobierno a comienzos de los 80,
no quería “quemarse” y, en medio de sus propias contradicciones
internas, dejó hundirse a Siles Zuazo, olvidándose que fue prácticamente el
que lo puso en la silla presidencial inmediatamente después de cerrarse el
ciclo de los gobiernos militares.
En los últimos años de la década del 70, cuando las puertas de Bolivia se
abrieron para el retorno de miles de exiliados, recuerdo una conversación con
el doctor Siles Zuazo, Benjamín Miguel, Félix Vargas Lucero y Abel Ayoroa
Argandoña en el Centro Comercial Chacaito, en Caracas. Miguel le dijo al ex
presidente que estaba seguro que las fuerzas políticas le reclamarían que sea
el candidato de las fuerzas democráticas en las próximas elecciones
presidenciales.
Siles Zuazo, aferrado a su eterna tacita de café que siempre me pareció tener
inagotable contenido, dijo que él había luchado por el restablecimiento de la
democracia en Bolivia, que veía que su obra se había cumplido, que él ya
había sido ya presidente y que no tenía interés en candidatura alguna. Reveló
que esa era su decisión debido, además, a una enfermedad que le impedía ya
estar de pie por mucho tiempo.
Por eso me sorprendí que a la vuelta de unos meses el doctor Siles Zuazo
apareciera como el líder de la UDP, un variopinto conglomerado de siglas
políticas con enorme poder de convocatoria y ciertamente llamado a ser
gobierno en el país. Durante los largos años de su exilio en Venezuela, Siles
Zuazo conversaba sólo con dirigentes de su partido el MNRI, del PRA y el PDC.
Creo que por entonces consideraba al MIR un partido extremista. Deduzco esto
por sus conversaciones con José Reyes Carvajal.
Cuando en Bolivia averigué qué había pasado, los viejos exiliados me
informaron que el MIR había convencido a Siles Zuazo para que sea el
candidato presidencial y de paso se convirtió en el principal partido de la
coalición. Por eso me pareció más cobarde la orfandad en la que dejó a Siles
Zuazo cuando el barco naufragaba.
Tampoco hubo lealtad con sus “mártires de la calle Harrington”
porque los miristas “cruzaron ríos de sangre” para abrazarse en
1989 con sus torturadores de ayer con tal de llevar a la presidencia a su
líder Jaime Paz Zamora.
Se han vuelto expertos en cometer “errores pero no delitos”,
excusa que de poco le sirvió a su segundo hombre en la jerarquía, Oscar Eid,
quien pagó pena de cuatro años de cárcel por sus vínculos con el
narcotráfico. El propio Paz Zamora se salvó de un juicio de responsabilidades
“renunciando” a la política, aunque después volvió sin
sonrojarse.
Cuando el actual presidente Hugo Banzer fue elegido, casi sin dudarlo los
miristas aceptaron tomar parte del gobierno y entraron a repartirse la torta
del poder con tal codicia que dos de sus ministros, Tonchi Marinkovich y
Leopoldo López fueron “renunciados”, el primero por un negocito
con vacunas, y el segundo por un contrabando.
No estamos aún como en 1984, pero la situación política, económica y social
del país es tan brutal, que el MIR está empezando a desmarcarse del gobierno
para vendernos la prosaica idea del “yo no fui” cuando en las
próximas elecciones haya necesidad de pasarle la factura a alguien.
“El que estemos en la misma cama no quiere decir que pensemos
igual”, ha dicho Hugo Carvajal, respecto a las responsabilidades
por el actual desgobierno. Análogos conceptos nos han dicho la semana pasada
la senadora Erika Broockman y Jorge Torres Obleas.
Los miristas forman parte del gabinete desde el primer día en áreas del
desarrollo, económicas, exportaciones, agricultura, justicia y asuntos
campesinos, sin mencionar las direcciones de otros organismos gubernamentales
como Impuestos Internos, y resulta que ¿no son culpables del despelote en el
que está sumido el país?
A poco más de un año de las próximas elecciones, el MIR está adoptando una
actitud pilatuna y nada raro será que pase a una oposición plena en los
próximos meses.
En momentos en que aumenta de volumen la cantaleta electoralista de que
“estoy en el gobierno, pero no gobierno”, un mínimo de
decencia obliga a los miristas a acompañar a Banzer hasta el último día de su
mandato. ¿Podrán esta vez tener la entereza de no abandonar a su capitán
mientras se hunde la nave?
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