Domingo 23 de febrero del 2003
EL GOBIERNO HERIDO DE MUERTE
Por
Hernán Maldonado
Las veces en que el desgobierno banzerista se vió en aprietos, no tuvo reparos en llamar a la Iglesia para que le sacara las castañas del fuego. El presidente Gonzalo Sánchez de Lozada va más allá, invoca al mismo Dios.
Así de graves son los problemas que enfrenta su gobierno a menos de un año de su elección. Si no fuera que ayer nomás fue su posesión, uno pensaría que Sánchez de Lozada está en el último año de su gobierno.
Qué lejos está el presidente de aquél del periodo 1993-97 cuando derrochaba agilidad mental, se enfrentaba a los retos, inventaba figuras retóricas, era motivante y mostraba una energía contagiosa.
En sus últimas tres apariciones públicas no da ni siquiera la impresión del viejo estadista al que le han caido naturalmente los años, sino a un hombre abatido que carga sobre sus hombros una pesada cruz. En su rostro y en sus palabras se reflejan las angustias por las que pasa estos días.
No es para menos. El presidente Víctor Paz Estenssoro en 1985 nos mostró un país en agonía pero no le tembló la mano para hacer lo que tenía que hacer, equivocado o no, en ese momento.
Bolivia cerró una etapa y abrió otra que en poco menos de 20 años se ha agotado junto con el líderazgo de esa época. Hoy el problema económico-social es tan enorme como entonces, con una gran diferencia, Victor Paz tenía un Estado con una estructura política.
En aquellos días, además, el pueblo boliviano estaba hambriento de democracia. Venía saliendo de la tiranía militar y del desgobierno de la Unidad Popular. Se paró la agonía a un enorme costo social que se arrastra a hasta estos días como un barril de pólvora.
En el quinquenio pasado los males se agravaron terriblemente. La política banzerista fue dejar hacer, dejar pasar y dejar robar. Fueron cinco años perdidos institucionalmente.
Bolivia se convirtió, con sus peculiares matices, en un modelo ideal para que Gabriel García Márquez escriba alguna vez la segunda versión del "Otoño del Patriarca".
Pero acabada esa pesadilla, a la vuelta de la esquina Bolivia estrenó un gobierno bajo los moldes del anterior. El mismo día de su posesión, sólo para dar cabida a los angurrientos de poder, Sánchez de Lozada elevó de 14 a 18 los ministerios del país.
Johnny Fernandez, el contumaz deudor del Estado boliviano fue convertido en socio gubernamental y como una bofetada a los que creen en la ley y pagan puntualmente sus impuestos, le entregó nada menos que el ministerio de Justicia.
Las causas de la insólita violencia que sacudió La Paz el 12 y 13 de febrero hay que buscarlas en ese tipo de inconductas políticas, en esa miopía para gobernar y es inutil marear la perdiz atribuirlas sólo al "impuestazo" y peor aún elaborar una teoría del frustrado golpe de Estado.
El gobierno ahora da muestras de rectificación al dictar una serie de medidas que, en general, no resolverán nada sustantivo. El barril de polvora está todavía ahí, a la espera de otra mecha.
Inclusive internamente el gobierno se muestra más débil. Su principal aliado ha expresado duras críticas y señala caminos propios de acción. Esto, sumado al descontento por haber perdido "peras" en el ejecutivo, lo convierten en un socio poco confiable.
Cualquier día de estos Jaime Paz Zamora amanece con un dolor de cabeza y resuelve salirse del gobierno y entonces sí, Sánchez de Lozada, tendrá muchas más razones para encomendarse a Dios.
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