Miami – Luis García Meza, dado de baja con indignidad por las fuerzas armadas bolivianas, es verdaderamente un ex general, pero no un ex dictador, por lo menos si nos atenemos a la conducta que exhibe últimamente con la tolerancia de las actuales autoridades.
Los medios de comunicación nos han acostumbrado mal al calificar a militares que dejaron la función pública como "ex’s". Así, todos lo días sabemos más de las actividades del "ex general" (que del actual senador) Augusto Pinochet.
Asimismo nos enteramos de la candidatura a una pequeña alcaldía de las afueras de Buenos Aires del "ex coronel" Aldo Rico, el jefe golpista carapintada o del "ex comandante" venezolano Hugo Chávez Frías, candidato presidencial, otro frustrado ex golpista.
Lo que tienen en común estos personajes es que nunca fueron despojados de sus grados, por muy odiosas que hayan sido sus conductas pasadas. Lo propio es denominarlos "general retirado", "coronel en retiro" o "comandante en situacion de retiro", pero jamás anteponer a sus grados el prefijo "ex".
Tan cierto es esto que ningún medio de comunicación de habla hispana, por ejemplo, dice del ex presidente venezolano (médico de profesión) "el ex doctor" Jaime Lusinchi; o "el ex abogado", o "el ex ingeniero", en otros casos de ex funcionarios públicos.
García Meza, repito, verdaderamente es un ex general por haber sido expulsado de las fuerzas armadas a raíz de haber encabezado el asalto al poder político el 17 de julio de 1980, envuelto en un manto de asesinatos de líderes políticos y de robos al patrimonio nacional, como quedó establecido en la sentencia que se le dictó tras un juicio que duró casi una década y que lo envió a la cárcel de Chonchocoro con una sentencia de 30 años, sin derecho a indulto.
Pero a pesar de ser un reo rematado, García Meza se cree aún general con el sospechoso amparo de las actuales autoridades bolivianas.
Si no es así ¿cómo explicar que goce de tantas prerrogativas?
Desde que llegó a la cárcel (donde dispone de todas las comodidades e incluso de un teléfono celular) ha sido internado media docena de veces en el hospital militar, hasta por períodos de 45 días. ¿Algún otro preso en Bolivia dispone de esa facilidad?
La última vez que estuvo en ese nosocomio, a fines del 1997, por un quítame de allí esas pajas, ordenó a dos soldados (que más parecían sus guardaespaldas que sus custodios) que detuvieran a un policía que le "incomodaba".
Los soldados obedecieron a su "general" y no sólo detuvieron al policía, sino lo condujeron al Estado Mayor General.
Hace dos semanas, con motivo de otra amargo recordatorio de su asalto al poder, el capellán de la cárcel de Chonchocoro, Mateo Roca Mora, en su homilía, hizo votos porque Bolivia nunca más viva esa trágica experiencia.
Al final de la misa, un grupo de soldados decomisó al cura sus documentos y lo condujo ante el furioso ex militar que le endilgó los calificativos de "maricón y cojudo" y le advirtió como en sus buenos tiempos de dictador: "¡Tenga cuidado!".
Como el escándalo se hizo mayúsculo porque salieron en defensa del sacerdote la Comisión Permanente de Derechos Humanos y la propia Iglesia Católica, entonces García Meza, convocó a una rueda de prensa.
El ridículo lo hicieron los periodistas que oyeron su convocatoria,
Mientras tanto las actuales autoridades, en una verdadera actitud pilatuna, dijeron a través del Director de Régimen Penitenciario: "No nos metemos en chismes de cocina..."
Entonces, si así es la cosa: ¡Mánde mi general!