Domingo 23 de septiembre del 2007
FIDEL EL LECTOR Y EL "NIETO"
Por
Hernán Maldonado
Fidel Castro es un lector voraz. Quizás no tanto como nuestro vicepresidente Alvaro García Linera que se ufana de haber leido unos 20.000 libros, lo que hace un promedio de un poquito más de uno por día desde que nació allá por octubre de 1962.
Castro sorprendió el pasado fin de semana al reaparecer después de tres meses en la TV cubana. Nos comentó pasajes del voluminoso libro de Alan Greenspan "The Age of Turbulence", que salió a la venta apenas cinco días antes.
Sus detractores en Miami se empeñan en creer que está muerto. Ni siquiera se convencieron de lo contrario al verlo por TV blandiendo el libro del ex zar de la Reserva Federal de EEUU, del grosor de un ladrillo, en alarde de su fortaleza física.
Algunos medios compararon su más reciente imagen con la mostrada el 5 de junio. Las agencias de noticias consideran que está más recuperado físicamente. Yo lo veo más deteriorado. Apuesto a que no vuelve al poder. Pueda que sepa discernir el valor actual del euro respecto al dólar o el alza de los precios petroleros, pero su mente no es ya la de un estadista; la agilidad mental lo abandonó. No por nada está enfermo, ha sufrido graves operaciones en los últimos 14 meses y tiene 81 años.
Pero en Cuba, mientras viva, no pasará nada. Estos días de quietud veraniega en el Caribe, donde ni las palmas se mueven, me pregunto en quién pensó o en qué se inspiró Gabriel García Marquez cuando escribió "El Otoño del Patriarca".
Anne Marie García, de la Associated Press, nos dijo desde La Habana que Castro "habló lenta y suavemente, y no siempre miró al entrevistador (Randy Alonso) a los ojos, pero se veía que pensaba con claridad". Sin embargo en el párrafo siguiente asegura que "por momentos fue difícil seguir su conversación".
Lo difícil y riesgoso que es ejercer hoy el periodismo en Cuba aparece en el párrafo siguiente: "Al principio, Castro pareció perder la idea a media frase y requirió cierta insistencia por parte del entrevistador, pero a medida que pasó el tiempo se mostró más firme y cómodo. Sus ojos y expresión eran claras, aunque en ocasiones era difícil entender lo que decía".
Creo que lo extraordinario es que Castro, pese a su deteriorada salud, mantiene ese interés por los libros, esos compañeros de toda su vida que lo formaron políticamente y que le permitieron ese vasto saber y conocimiento al punto que hay miles de testimonios sobre su amplia cultural general.
Este aspecto de la personalidad de Castro no parece ser digna de imitar por uno de sus más fervientes seguidores, el presidente Evo Morales, que dice admirarlo como si fuera su "abuelo", y quien en declaraciones al diario La Razón del 17 de septiembre dijo: "Yo más aprendo escuchando, debatiendo, recogiendo propuestas, que leyendo libros". Reveló que así es cómo había sido dirigente sindical y que así había llegado a la presidencia.
Obviamente se trata de un mensaje dañino para nuestra niñez y juventud. O sea que para sobresalir en la vida pública los niños bolivianos deben olvidarse de las bibliotecas y aspirar a la vida sindical.
Y pensar que parecía una anécdota de mal gusto aquella aseveración del canciller David Choquehuanca de que no lee libros y que en su búsqueda del conocimiento prefiere "leer en las arrugas" de su abuelo. Y si esto es una política de Estado, entonces no tiene sentido el entusiasmo de la ministra de Eduación, Magdalena Cajías, para erradicar el analfabetismo en Bolivia.
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