Evo Morales y sus promesas




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Lunes 18 de agosto del 2014


EVO MORALES Y SUS PROMESAS

Por Hernán Maldonado

Desde que Bolivia instituyó sus fuerzas armadas los uniformados, cualquiera sea su jerarquía, solían dirigirse al Jefe de Estado como el "señor presidente". Desde la semana pasada Evo Morales pidió que se le mencione como "hermano presidente".

¿Signo de humildad? ¡Pamplinas! Simplemente es una muestra más de la demagogia que aureola su régimen. Aunque solo pasaron ocho años desde que inició su gobierno, han quedado muy lejos las proclamas del "indiecito presidente", como le etiquetaron entonces las ONGs europeas.

Enrumbándose a su tercer periodo (tras burlar sus promesas del 2009 de no buscar la re-reelección, prohibida por la Constitución), Morales se olvidó de muchas de sus promesas de aquél diciembre del 2005 cuando fue elegido por primera vez.

Aún antes de haber jurado el cargo, prometió que seguiría viviendo en su humilde domicilio de Obrajes, en La Paz, cosa que nunca hizo (su colega uruguayo Pepe Mujica, si lo hace. No ha abandonado su destartalado rancho campestre), sino que está por construirse un moderno palacio.

Tampoco rebajó los sueldos de los parlamentarios porque descubrió que como poder autónomo el legislativo tiene facultad para administrarse sin injerencia del ejecutivo. Determinó un tope salarial ("Nadie puede ganar más que el presidente"), incumplido largamente.

El primer día de su posesión alardeó con su presencia en una ceremonia indígena sin que hasta ahora el país le haya escuchado un discurso en los idiomas aymara o quechua, los dominantes del "Estado Plurinacional".

Asistió a tomar juramento, sin el traje y la corbata tradicional, pero con un atuendo que no usa ninguna de las mayorías indígenas de Bolivia, muy parecido a los trajes de paquistaníes, y que salió de la creativa mente de la diseñadora, Beatriz Canedo Patiño, que viste a celebridades mundiales.

Morales prometió a los periodistas que no usaría automóviles blindados ni tendría guardaespaldas. Palabras al viento, como fácilmente puede comprobarse hoy día. Más aún, adquirió a un costo de $38 millones, sin licitación alguna, un avión para sus desplazamientos por toda la geografía mundial.

Nunca un jefe de Estado boliviano, ni aún en épocas de prosperidad, se permitió viajar al exterior hasta para ir a presenciar acontecimientos deportivos en los que Bolivia no tocó arte ni parte, como las Copas Mundiales de Fútbol de Sudáfrica y Brasil.

Los altos precios de las materias primas de exportación y el brutal alza del gas que se vende a Brasil y Argentina le permiten a su gobierno una bonanza económica como jamás ha disfrutado cualquier otro régimen en Bolivia.

La corrupción marcha acorde con los ingresos. Tema aparte es el movimiento económico que genera el comercio de la coca, tan de moda y en auge en el gobierno del supuesto "cambio", al extremo de que el zar de la lucha contra el narcotráfico, general René Sanabria, está encarcelado en Estados Unidos tras su captura por la DEA en Panamá.

En su mensaje del 6 de agosto Morales asumió un lenguaje conciliador como si quisiera dejar atrás los enormes abusos contra los derechos humanos bajo su régimen con su cuota de asesinatos no esclarecidos, encarcelamientos inhumanos y destierro de centenares de opositores.

Nuestras abuelas solían repetir un viejo adagio: "En boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso". Podríamos empezar a creer en el "hermano presidente" si al menos decreta una amnistía general de cara a las elecciones del 12 de octubre. Amanecerá y veremos.

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